—¡¿Qué onda, Cami?! —Ella se sentó al lado de él.
Hubo un momento de silencio, pero después la voz de él se escuchó.
—¡¿Qué onda con?!
—¡Con vos, bobo, te veo un toque serio! ¡¿Qué pasa?!
Él le sacó el vaso que ella tenía en sus manos y tomó un trago largo, hizo caras y se lo devolvió para después agarrar el de él y vaciar el vaso de un sorbo.
Camille se dio cuenta de que Camilo no estaba nada bien, ya que nunca habría hecho algo como eso. Ella se preocupó y no solo por él, sino por todos los presentes.
—¡Pará, amigo, que yo sola no te voy a poder llevar a tu casa, eh!
—¡¿Sabés lo que pasa? ¡Florencia me dejó!
Fue ahí cuando ella comprendió la actitud de aquel hombre. Se sintió mal por él, pero dentro de ella sabía que no podía hacer nada para que eso cambiara.
—¡¿Qué pasó que te dejó?! —Ella preguntó llena de preocupación.
Le sorprendió saber que Florencia lo había dejado, antes se veían adorables, según ella.
—¡Estábamos teniendo sexo y le dije el nombre de otra piba!
Ella no pudo evitar soltar una carcajada sonora en la cara de él, a lo que Camilo solo la miró serio.
—¡Perdón, pero tenés que ser estúpido para decirle el nombre de otra piba, bro!
—¡Posta, no sé qué flasheé diciéndole el nombre de otra piba!
La siguiente pregunta era la del millón de dólares, la más importante, según Camille. La que cambiaría todo lo que ellos conocían.
—¡¿Qué nombre le dijiste?
Él se tapó la cara con la mano, se estaba muriendo de los nervios que tenía, pero se lo dijo:
—¡Lucía!
Camille no pudo creer lo que él le estaba contando, pero comenzó a comprender la razón por la que Camilo siempre preguntaba por Lucía.
—¡¿Qué?! ¡Ay, me muero, con razón siempre preguntabas por ella!
—¡Sí, pero morí callada! —Ella supo que nunca podría decir nada a nadie de lo que se había enterado esa noche—. ¡No quiero que sepa nadie!
Camille asintió.
—¡Sí, amigo, no le voy a decir a nadie! —gritó llena de seguridad.
—¡Listo, vamos a bailar que me aburro!
Al fin la noche se iba a poner buena, ella le pensaba en llamar a Emiliano para que la fuese a buscar. Camilo se levantó y la agarró de la mano para levantarla a ella y llevarla a la pista de baile. Ella se sacó la campera, ya que estaba entrando en calor por las pastillas, fueron y se pusieron a perrear en la vista; él hacía un movimiento con su cadera que ella trataba de hacer, pero no le salía para nada similar.
Se sintió mal por no poder hacer lo que deseaba, pero intentó soltarse más y fue ahí cuando logró el movimiento que ella tanto quería. Él se puso contento y la ayudó un poco, pero no demasiado, ya que a ella le estaba saliendo perfecto sin la ayuda de Camilo.
—¡Hola, hermosa! —Escuchó ella.
Camille se dio la vuelta y se encontró con Manuel, y a lo lejos vio que Rodrigo se estaba acercando a ellos. Sin embargo, una chica se puso en su camino y se quedó hablando con ella. Camille alzó ambas cejas sin poder creer lo que acababa de ver.
¿Acaso esos son celos? Se preguntó ella sin comprender la razón por la que se sentía de ese modo.
—¡¿Qué necesitas, capo?! —Le gritó Camilo a Manuel y pasó su brazo en el hombro de ella para marcar territorio.
Camilo no iba a dejar que Manuel le quitase la novia a su amigo.
—¡¿No la puedo venir a saludar?! —chilló Manuel.
—¡No, rajá de acá!
—¡Después hablamos, Manuel, No quiero que te hagan nada —le advirtió ella con sinceridad.
Era cierto, ella no quería que le hicieran daño a nadie. Manuel la miró con el ceño fruncido y se dio la vuelta, allí vio a Mateo y soltó una carcajada para después decir lo siguiente:
—¡Ya entendí por qué lo decís! ¡¿Te pensás que aquel boludito me va hacer algo?!
Camilo bajó su brazo del hombro de Camille e intentó pegarle una trompada, pero ella lo agarró rápido para que nada sucediera.
—¡Soltame, Cami!
En ese momento, todo cambió drásticamente, ya que cuando ella estaba tratando de tranquilizar a Camilo, vino Rodrigo y le pegó una piña a Manuel, tirándolo al piso, justo apareció Facundo y los demás a separarlos.
La música se cortó al instante en que todo sucedió.
—¡La joda se terminó, así que muevan el orto y váyanse!
Se empezó a vaciar la casa, solo quedaron los amigos de Rodrigo y Camille. A Manuel se lo llevó Alberto, un chico de la universidad.
Camille estaba tan enojada con Rodrigo que solo pensaba en irse de ahí. Ella salió de la casa de Facundo cuando se despidió de todos, menos de Rodrigo y Camilo, ya que estaban hablando en el patio trasero de la casa. Camille empezó a caminar para su casa, según el camino que se acordaba por donde habían ido con Rodrigo.
Rodrigo volvió a entrar después de que Camilo le contó todo y fue para la sala, donde estaban sus amigos, ni siquiera se dio cuenta de que Camille se había ido sola.
—¿Y Camille? —le preguntó a los chicos.
—Se fue —le respondió uno de ellos.
—No lo entiendo, ¿por qué no me avisaron? —le reclamó a los hombres a los que él mismo llamaba amigos.
Estaba tan enojado que ni siquiera se había percatado de que ella ya no estaba, pero ahora que se sentía más relajado se dio cuenta de ese hecho.
—¿No se podía ir? —volvió a hablar el mismo chico.
—No, digo... sí, pero no se sabe el camino —respondió preocupado.
Si había un plan para llevar a cabo todo esto, sin duda, no ser parte de él no era lo que debía suceder. Por supuesto, Rodrigo no podía creer que su padre se saliera con la suya y él ni siquiera se había enterado. Comprendió que él era parte del plan, pero no del modo que él pensaba, sino que era una carnada para atraer a Camille a las manos del Señor.
Cuando se dio cuenta de eso, ya era demasiado tarde, pero agarró su celular y decidió que lo mejor que él podía hacer era llamar a Micaela. ¿Cuál era la razón? Simple, el Señor confiaba más en su sobrina que en su propio hijo. A parte que Micaela era una estupenda mafiosa, también era familia y este último tenía mucho más peso que ser parte de una mafia, al menos, eso fue lo que pensaba Rodrigo cuando se percató que estaba llamando a su prima.