Deseo prohibido

26

Camille se sintió un escalofrío recorrerle la espalda, una incomodidad palpable por haberse marchado de la fiesta tan abruptamente, sin siquiera avisar a nadie. Pero en su mente, era una acción necesaria, una fuga imperiosa. ¿Estaba en lo correcto? La pregunta flotaba en el aire gélido de la madrugada, sin encontrar respuesta.

Una punzada de inquietud se instaló en su pecho, una premonición de que algo malo estaba sucediendo. La urgencia la llevó a tomar su celular y llamar a su padre. El teléfono sonó incesantemente, cada repique amplificando su creciente preocupación. Él no respondió. Un suspiro pesado escapó de sus labios, un sonido que se mezcló con el viento helado. Negó con la cabeza, una determinación silenciosa forjándose en su interior. Quería llegar a su casa de una vez por todas, enfrentar a su padre, entablar una conversación cara a cara para desentrañar lo que sentía que se ocultaba.

Mientras seguía caminando por calles desconocidas, una brisa fría la obligó a ajustar su campera. Ni siquiera sabía dónde se había metido, el paisaje urbano desdibujado por la noche. No deseaba dejar pasar el tiempo, cada minuto que pasaba lejos de los suyos se sentía como una eternidad. Deseaba estar con sus amigos, con su padre. Le era necesario, vital, estar con sus seres queridos, sentir la seguridad que solo ellos podían brindarle. Y, en medio de su preocupación, una pregunta más se sumaba a la maraña de su mente: ¿dónde estaba su madre? ¿Por qué nunca parecía estar presente cuando la necesitaba?

Un auto pasó a su lado, la velocidad de sus ruedas cortando el silencio de la calle desierta, y frenó bruscamente en la esquina. Camille, con un instinto de autopreservación, no quiso dejarse llevar por la paranoia de un posible secuestro, pero, por si acaso, se cruzó al otro lado de la calle, la oscuridad ofreciéndole un velo de anonimato.
Volvió a soltar un suspiro de sus adentros, un gemido silencioso, al pensar en su querida madre, cuya ausencia siempre pesaba en su corazón.

—¡Camille!

La voz, grave y familiar, la hizo frenar en seco. Se detuvo, su corazón dando un vuelco. Esa voz... le resultaba extrañamente conocida. Se dio la vuelta, confundida, sus ojos buscando en la penumbra a la persona que la había llamado.

—¿Emanuel? —El nombre escapó de sus labios, una mezcla de sorpresa y reconocimiento.

Él se acercó a ella con una sonrisa amplia dibujada en su rostro, su figura emergiendo de las sombras.

—¿Qué hacés caminando sola por estos lados? —preguntó de inmediato, la preocupación tiñendo su voz, sus ojos escudriñando el entorno.

Ella se quedó quieta, una expresión de inquietud se instaló en su rostro, la sorpresa de verlo tan inesperadamente.

—Vengo de una joda —reconoció ella, con un tono casual, como si el misterio de la noche no la afectara.

—¿La de Facundo? —inquirió Emanuel, sus ojos brillando con una luz extraña.

Camille hizo una mueca con sus labios, un gesto que denotaba su asombro. La facilidad con la que Emanuel sabía cada uno de sus movimientos, cada fiesta a la que asistía, la hizo sentir ligeramente expuesta, como si estuviera bajo una vigilancia constante.

—Yo también vengo de ahí. ¿Fuiste con Rodrigo o no? —preguntó, una chispa de curiosidad en su voz.

Ella volvió a asentir, su atención concentrada en mirar sus ojos. Con la luz de la luna, el verde de sus pupilas se veía intensificado, misteriosamente atractivos. Pero, de repente, la imagen de su padre y su madre volvió a su mente, la preocupación regresando con una fuerza abrumadora, eclipsando cualquier otro pensamiento.

—¿Querés que te lleve a tu casa? —Emanuel lo dijo en un tono tierno, la dulzura de su voz una trampa invisible que hizo que Camille no pudiera negarse.

Le dedicó una sonrisa cautelosa, una expresión que no revelaba del todo sus pensamientos, y soltó una risita divertida, una forma de aliviar la tensión.

—Bueno. —Sonrió nuevamente, pero esta vez la sonrisa se expandió, más grande, más genuina—. Está bien.

Se dirigieron al vehículo, un modelo elegante y oscuro, que se fusionaba con la noche. Se subieron, y él la miró, esperando pacientemente a que ella se pusiera el cinturón de seguridad, el suyo ya abrochado hacía unos minutos, un gesto de previsión.

—¿Qué dirección es? —preguntó, su voz tranquila.

Ella se quedó recalculando por unos segundos, su mente en blanco, y luego empezó a reír, un sonido espontáneo que se mezcló con el suyo. No podía creer que no sabía su propia dirección, una situación tan absurda que rozaba lo cómico. Pero como era nueva en esa casa, él hizo un intento por comprender, su expresión comprensiva.

—Lo siento, pero no. Creo que debo ser la única persona en el mundo a la que le pasa una cosa como esta. —Negó avergonzada, su rostro se cubrió con una mano, un gesto que revelaba su bochorno.

Siempre que se ponía nerviosa y apenada, se cubría el rostro para que nadie pudiera ver su sonrojo, un velo protector para su vulnerabilidad.

Emanuel negó con la cabeza, una sonrisa suave en sus labios, y aceleró el auto, el motor rugiendo suavemente. Se sintió mal por todo lo que estaba ocurriendo, o al menos, eso era lo que él deseaba demostrar en ese preciso momento, una fachada de empatía.

—¿Querés quedarte en mi casa y mañana ves qué hacés? —La propuesta de Emanuel era audaz, inesperada, pero sonaba tentadora.

—¿No molesto? —se atrevió a preguntar ella con seriedad, su voz un murmullo de incertidumbre.
No estaba segura de lo que estaba haciendo, de si era la decisión correcta. Solo trataba de hacer lo correcto, de seguir el instinto de supervivencia.

—Para nada, además mi viejo no está —reconoció él con seriedad, sus ojos brillando con una luz indescifrable—. Bueno, si querés vamos.

Ella asintió, su decisión tomada.

No tardaron mucho en llegar a la casa de Emanuel, ya que no estaba demasiado lejos de donde la había encontrado. Bajaron del auto, y Camille se encontró frente a una mansión imponente. La casa era el doble de grande que la suya, sus muros se alzaban majestuosos en la oscuridad, y una punzada de envidia, fugaz pero real, la atravesó.



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En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 30.05.2025

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