Deseo Silencioso

Encuentro inesperado

La vida de Selena Rossi era un ciclo perfectamente controlado. Cada mañana, despertaba a la misma hora, se tomaba su café con una cantidad exacta de azúcar y salía rumbo a la universidad con audífonos puestos, sumergida en su propio mundo. Le gustaba observar, analizar a las personas a su alrededor, descifrar sus gestos y comportamientos. Siempre había sido así: una espectadora silenciosa de la vida de los demás.

—Selena, ¿me estás escuchando? —La voz de Adriana la sacó de su ensoñación

Selena parpadeó y se enfocó en su amiga, que la miraba con una mezcla de diversión y resignación.

—Sí, claro —mintió, removiendo con desgano su bebida.

—No, no lo estabas. Te perdiste en tu mente otra vez. —Adriana rodó los ojos y bebió un sorbo de su café.

—Solo estaba pensando —dijo Selena con una sonrisa evasiva

Adriana suspiró.

—Sabes, algún día esa mente tuya te va a meter en problemas.

Selena dejó escapar una leve risa. Tal vez Adriana tenía razón.

Las tardes de estudio en la biblioteca eran parte de su rutina. El silencio del lugar la ayudaba a concentrarse y, a veces, simplemente le gustaba observar a las personas que entraban y salían. Siempre los mismos rostros, los mismos patrones. Pero esa tarde fue diferente.

Iba caminando por uno de los pasillos de la biblioteca, con un libro recién elegido entre sus manos. Su mirada estaba enfocada en la portada, cuando de pronto sintió un golpe seco contra su cuerpo. Todo ocurrió en un parpadeo: su libro se deslizó de sus manos, y otros cuantos más cayeron al suelo con un ruido seco.

—Lo siento —murmuró automáticamente, inclinándose para recoger sus cosas.

—Fue mi culpa —respondió una voz masculina, profunda y serena.

Selena levantó la vista y su respiración se detuvo por un instante. Frente a ella, un chico de cabello oscuro y facciones elegantes se agachaba para ayudarla. Su expresión era tranquila, casi indiferente, pero sus ojos... había algo en ellos. Oscuros, hipnotizantes, llenos de una profundidad que la atrapó por completo.

Él tomó uno de los libros que ella había dejado caer y lo miró con interés. Era una novela de misterio, una de sus favoritas.

—Buen libro —comentó, levantando una ceja con una ligera sonrisa.

Selena sintió una oleada de calor subir por su cuello. Nunca una frase tan simple le había provocado semejante reacción. Apenas pudo recuperar la compostura cuando él le extendió el libro.

—Gracias —susurró, tomando el ejemplar con manos temblorosas.

Él asintió levemente, recogió sus propios libros y, sin decir más, siguió su camino. Selena lo observó alejarse, aún con el corazón acelerado. No lo conocía, pero en ese instante supo que tenía que hacerlo.

Damián Park.

Ese nombre resonó en su cabeza cuando lo escuchó susurrado por otros estudiantes. Desde entonces, todo cambió.




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