Deseo Silencioso

La curiosidad crece

El nombre de Damián Park se instaló en la mente de Selena como un eco persistente. Después de su breve encuentro en la biblioteca, sintió que algo dentro de ella había cambiado. Ya no era suficiente con sus observaciones distantes de los demás, con su interés casual por las vidas ajenas. Ahora, había un rostro concreto en sus pensamientos, una voz grave que resonaba en su memoria y unos ojos oscuros que parecían ocultar secretos.

Cuando salió de la biblioteca aquella tarde, aún con el corazón acelerado, se encontró con Adriana esperándola afuera con los brazos cruzados y una expresión de absoluta diversión.

—¿Y bien? —preguntó su amiga, arqueando una ceja—. ¿Quién es el misterioso chico que te tiene en las nubes?

Selena trató de ocultar su sonrisa, pero fue inútil. Sabía que Adriana no la dejaría en paz hasta sacarle información.

—Se llama Damián Park —admitió con un suspiro, sosteniendo su libro con más fuerza.

Adriana chasqueó la lengua y empezó a caminar junto a ella.

—Damián Park... Me suena el nombre. Creo que lo he visto antes. Aunque, si no me equivoco, es de esos tipos reservados que no hablan con nadie.

Selena sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en esa descripción solo alimentó más su curiosidad.

Esa noche, al llegar a su habitación, se dejó caer sobre su cama y miró el techo, repasando una y otra vez aquel fugaz momento en la biblioteca. La forma en la que había dicho "buen libro", la ligera sonrisa que había esbozado, el tono sereno de su voz... Era absurdo, pero no podía sacarlo de su cabeza. Lo que más la inquietaba no era solo la atracción repentina, sino la necesidad apremiante de saber más sobre él.

No tardó en poner en marcha su plan.

A la mañana siguiente, Selena llegó temprano a la universidad. Se instaló en una de las bancas del campus con su café en mano y la mirada alerta. Sabía que encontrar a alguien en una universidad tan grande no era tarea fácil, pero si Damián tenía una rutina establecida, eventualmente lo vería.

Pasaron las horas y, cuando empezaba a pensar que su búsqueda era en vano, lo vio. Damián salía de un edificio, acompañado por otro chico. Selena reconoció de inmediato a su compañero: Jae, su mejor amigo según los rumores que había escuchado en la biblioteca.

Los observó desde la distancia, sin ser notada. Damián caminaba con las manos en los bolsillos, escuchando a Jae con aparente indiferencia. Era como si estuviera en su propio mundo, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Pero de vez en cuando, su mirada se desviaba sutilmente, como si analizara su entorno con atención.

Selena tomó una decisión impulsiva. Se levantó y, con pasos cuidadosos, comenzó a seguirlos a una distancia prudente. No quería ser descubierta, solo necesitaba saber más. Descubrió que Damián solía pasar tiempo en una pequeña cafetería cerca del campus, un lugar discreto y tranquilo. También notó que, después de sus clases, solía dirigirse a un aula en particular, donde aparentemente se reunía un grupo reducido de estudiantes.

Cuando llegó la tarde, se encontró nuevamente con Adriana, quien la observó con sospecha mientras compartían una mesa en la cafetería de la universidad.

—Tienes cara de quien ha hecho algo que no deberías —dijo su amiga con una sonrisa maliciosa.

Selena miró su café y suspiró.

—Solo... averigüé algunas cosas.

—¿Sobre Damián? —Adriana apoyó el codo en la mesa y la observó con interés—. ¿Y qué descubriste?

—Que es muy reservado —respondió Selena, revolviendo su café con la cucharilla—. Que siempre está con su amigo Jae. Que le gusta esta cafetería y que asiste a un grupo de estudio los viernes.

Adriana la miró con incredulidad.

—Eso suena como acoso, ¿sabes?

Selena la fulminó con la mirada.

—No es acoso. Solo... observación estratégica.

Adriana soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Llámalo como quieras. Pero esto solo confirma lo que ya sabía: estás obsesionada.

Selena no respondió. Tal vez Adriana tenía razón. Pero no podía evitarlo. Había algo en Damián que la atraía como un imán, algo en su presencia que la hacía querer entenderlo, descubrir sus secretos.

Cuando escuchó que habría un seminario de literatura ese viernes y que Damián asistiría, supo que era la oportunidad perfecta para acercarse. No podía dejar que el destino hiciera todo el trabajo. Si quería conocerlo, tenía que actuar.




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