El entrenamiento en el gimnasio había terminado más tarde de lo habitual. Selena se quedó hasta el final, asegurándose de que Damián también lo hiciera. La sesión fue intensa, y el cansancio pesaba en sus músculos, pero la oportunidad de pasar más tiempo con él valía cada segundo.
Mientras Damián guardaba sus cosas en el casillero, Selena fingía revisar su teléfono. La mayoría de los alumnos ya se habían ido, y solo quedaban ellos y unos pocos más. Cuando él finalmente cerró la puerta del casillero y se disponía a salir, ella dio un paso adelante, sincronizando sus movimientos para que pareciera una coincidencia.
La noche había caído por completo, y el viento frío recorrió la calle cuando salieron juntos del gimnasio. Selena se abrazó a sí misma, frotándose los brazos con un gesto levemente exagerado.
Damián la miró de reojo.
—Hace frío. No deberías caminar sola a esta hora.
Selena levantó la vista, fingiendo una sonrisa despreocupada.
—Estoy acostumbrada. No es la primera vez.
Él frunció levemente el ceño, como si la idea no le agradara.
—Te llevaré a casa.
El corazón de Selena dio un vuelco, pero se obligó a mantener la calma.
—No quiero molestarte.
—No es molestia —dijo él con tono firme, sin darle oportunidad a negarse.
Ella asintió con aparente timidez y lo siguió hasta su auto. Al entrar, sintió su aroma característico impregnando el ambiente: una mezcla de madera y algo más cálido que no lograba identificar, pero que la envolvía completamente.
—Antes de llevarte a casa, necesito pasar por la mía —dijo Damián mientras encendía el motor.
Selena asintió con interés disimulado.
—No hay problema.
El trayecto fue silencioso por momentos, pero no incómodo.
—Por cierto, ¿pudiste encontrar tus llaves? —preguntó Selena, fingiendo curiosidad.
Damián negó con la cabeza, soltando un suspiro leve.
—No. Afortunadamente tenía un repuesto, pero es extraño que hayan desaparecido.
Selena asintió, fingiendo sorpresa, mientras ocultaba su satisfacción tras una expresión neutra. Selena observaba cada gesto de Damián al conducir: cómo se humedecía los labios al cambiar de marcha, cómo tamborileaba los dedos contra el volante al detenerse en un semáforo. Pequeños detalles que la hacían sentir más cerca de él.
Llegaron a la casa de Damián en pocos minutos. Era una vivienda moderna y minimalista, con luces suaves iluminando la entrada. Él apagó el auto y se giró hacia ella.
—Puedes esperarme aquí. No tardaré.
Selena no iba a dejar pasar la oportunidad de ver más de su mundo.
—Si no te molesta, ¿podría usar tu baño?
Damián pareció pensarlo por un momento, pero luego asintió.
—Claro, sígueme.
Al entrar, Selena recorrió el lugar con la mirada. Era espacioso, pero de apariencia impersonal. Todo estaba impecablemente ordenado, sin rastros de una vida caótica o descuidada.
—Bonita casa —comentó ella, esperando que él revelara algo sobre su vida fuera de la universidad y el gimnasio.
Damián simplemente encogió los hombros.
—No paso mucho tiempo aquí.
—¿Vives solo?
—Mis padres están en el extranjero. Solo vuelven ocasionalmente. Por cierto, el baño está al lado de la escalera.
Selena caminó hacia la puerta, asimilando la información con interés. Un hogar vacío, una vida independiente... algo que podía usar a su favor más adelante.
Damián desapareció por un instante, subiendo las escaleras hacia su habitación. Selena, incapaz de resistirse, dejó que su mirada se deslizara por el espacio, grabando cada detalle en su memoria.
Cuando él regresó, ya llevaba una chaqueta puesta y las llaves en la mano.
—Vamos. No quiero que llegues tarde.
Selena ocultó su emoción tras una leve sonrisa.
—Gracias por llevarme.
El camino hasta su casa fue más relajado. Ahora que había conseguido un vistazo a su mundo privado, su mente trabajaba rápidamente, creando nuevas estrategias para acercarse más a él.
Al llegar, ella se volvió hacia él antes de bajar.
—Me gustó verte entrenar hoy. Eres impresionante.
Damián arqueó una ceja, como si no esperara el cumplido.
—Tú tampoco estuviste mal.
Selena sonrió, disfrutando de cada palabra.
—Nos vemos pronto.
Él asintió y esperó a que ella entrara antes de marcharse.
Dentro de su habitación, Selena se dirigió directamente a su pared de recuerdos. Pegó con cuidado una nueva nota en su organización meticulosa: "Casa de Damián: vacía la mayor parte del tiempo". Luego, tomó una de las vendas que había tomado del gimnasio y la acarició con delicadeza antes de sujetarla junto a las demás.
Cada pequeño detalle sumaba. Sonrió para sí misma. Estaba progresando.
Y pronto, Damián también lo notaría.