Adriana no dijo nada durante el resto del tiempo que pasó en casa de Selena. Su actitud cambió por completo. Ya no bromeaba ni hablaba con entusiasmo sobre el trabajo de la universidad. Se limitó a asentir y responder en monosílabos. Selena lo notó de inmediato, pero no dijo nada. Sabía que su amiga estaba procesando lo que había visto en su habitación: las fotos de Damián, los horarios anotados, los objetos que había tomado de él.
Cuando Adriana finalmente se marchó, Selena sintió un nudo en el estómago. No sabía si su amiga la confrontaría o si preferiría alejarse sin decir nada. Pero algo estaba claro: las cosas entre ellas habían cambiado.
Al día siguiente, en la universidad, Selena trató de actuar con normalidad. Buscó a Adriana antes de entrar a clases, pero su amiga la evitaba. En el aula, se sentó unas filas adelante, lejos de ella. Durante la pausa, cuando Selena intentó acercarse, Adriana se alejó rápidamente, fingiendo estar ocupada con su teléfono.
La ansiedad de Selena creció con cada minuto. No podía permitirse perder a Adriana. No solo porque era una de sus pocas amigas, sino porque sabía más de lo que debería. Tenía que hablar con ella, aclarar las cosas antes de que todo se saliera de control.
Finalmente, la encontró sola en una de las bancas del patio, mirando fijamente el suelo.
—Tenemos que hablar —dijo Selena con voz firme.
Adriana levantó la mirada. Había algo en sus ojos que Selena no había visto antes: una mezcla de confusión y miedo.
—No sé qué decirte, Sel —murmuró Adriana, apartando la vista.
—Entonces escúchame —insistió Selena, sentándose a su lado—. No es lo que piensas.
Adriana soltó una risa amarga.
—¿No es lo que pienso? Selena, tienes su vida entera pegada en una pared. Horarios, fotos, cosas suyas. Eso no es normal. ¿De verdad crees que esto es solo una simple curiosidad? ¿No ves que estoy cruzando una línea?
Selena tomó aire, tratando de calmarse. No podía dejar que Adriana la viera alterada. Tenía que controlar la situación.
—Es un interés. Nada más. No estoy haciendo daño a nadie. Él me intriga, quiero conocerlo mejor. Y tú sabes que siempre he sido muy detallista con las cosas que me importan.
Adriana la miró fijamente.
—Esto es diferente, Selena. Esto no es solo curiosidad.
Un silencio pesado cayó entre ellas. Selena podía sentir el corazón latiéndole en los oídos.
—No le diré a nadie —dijo Adriana finalmente—. Pero esto me preocupa. Mucho.
Antes de que Selena pudiera responder, una voz interrumpió la tensión.
—Selena.
Las dos voltearon al mismo tiempo. Damián estaba allí, de pie, con una expresión tensa. Sus ojos se clavaron en Adriana con una intensidad que la hizo estremecer. No era una mirada cualquiera. Era inquisitiva, casi dura, como si estuviera juzgando cada uno de sus movimientos.
El estómago de Selena se encogió. Era la primera vez que él se acercaba a ella fuera del gimnasio, pero había algo diferente en su actitud.
—Damián —dijo ella, tratando de recuperar la compostura—. ¿Pasa algo?
—Quiero hablar contigo —dijo él, su tono firme.
Adriana frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—Estábamos en medio de algo —dijo, con una nota de irritación en la voz, mirando a Damián con desconfianza.
Damián la miró con frialdad, con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Lo que tengo que decir es más importante.
Adriana apretó los labios, sin moverse de inmediato. Miró a Selena, esperando que reaccionara, pero su amiga solo observaba a Damián con atención. Entonces, Selena le lanzó una mirada firme, un mensaje silencioso para que se fuera.
—Supongo que lo que yo diga no importa —murmuró finalmente, con una mezcla de molestia y resignación, antes de levantarse y marcharse sin mirar atrás. Antes de irse, lanzó una última mirada a su amiga, como si quisiera advertirle algo.
—Nos vemos luego —murmuró, alejándose rápidamente.
Selena se quedó quieta, sintiéndose atrapada entre dos fuegos. Damián la observaba con atención, como si intentara descifrarla. Ella sonrió levemente, intentando ocultar su nerviosismo.
—Y dime, ¿qué es eso tan importante que querías decirme?
Damián la miró durante un instante antes de responder. —Te parece si nos vemos en el gimnasio esta noche. Quiero entrenar contigo. Selena sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No por miedo, sino por emoción. —Si claro ahí estaré. Damián asintió y dio la vuelta para irse. Selena mientras lo veía alejarse, cruzó un pensamiento su mente. Damián la estaba viendo. Y eso lo cambiaba todo.