Deseos Paradisíacos de un Vampiro(editando)

Capítulo 8 El libro del séptimo Pulso +18

CAPÍTULO 8

Los pasos a veces tientan a los pies.

 

—Revisé todo el departamento como me lo pediste.

Entró en mi oficina colocando su abrigo en una mesa acercándose a mí.

—Encontré una fotografía y un diario. Al parecer de algún familiar de la chica.

—¿Algo relevante?

Por su expresión, había encontrado algo.

—No es gran cosa "supongo" pero hay una dirección en la libreta, y adivina.

—¿Mmh?

—La dirección lleva al castillo antiguo del conde en la montaña Dioforius.

Mi cuerpo se tensó. Por su expresión llena de seriedad me dió a entender que esto no le agradaba en lo absoluto.

—Tu mismo dijiste que no era posible que ella tuviera la sangre escogida, Leroy.

—Dije que era probable que no, no que se descartaba la idea. Además, puede que solo sea una coincidencia.

—No creo en las coincidencias. Esto no parece una coincidencia.—mis manos estaban inquietas.

—Lo mismo ocurrió con Beatriz. Tal vez tu destino es...

—No lo digas. —Grité.

Llevé mi mano a mi cien.

—Eres el descontrol hecho persona, no dejes que esto te afecte más de lo necesario. El conde, enviará un asociado, un marginado más para supervisar que todo esté bien, encárgate de la humana.

—No me digas lo que tengo que hacer.

Permaneció intacto, solo para dejarme verlo desvanecerse.

—Imbécil. —golpeé tan fuerte la mesa que estuvo a punto de quebrarse.

Me acerqué al pequeño cuaderno en el escritorio y lo abrí de par en par. Su letra era en latín antiguo. Con el sello de la cruz vampírica.

—¿Cómo es posible que ella no sepa de esto? —Seguí observando, al levantarlo para leer mejor una nota cayó al suelo. Al recogerla vi que era un hechizo incompleto, estaba roto a la mitad o incluso más.

“Et hic sanguis meus, potestas messis aeternae mea erit. Da votum meum et fedus erit profundus A luna plen” leí en voz alta.

Pero unos pasos me sacaron de mi mundo. Hice desaparecer el objeto y la nota la coloqué en mi bolsillo. Los pasos venían del pasillo frente al elevador. Dejé la copa en la vitrina y esperé.

La puerta se abrió.

—Presley. Algo temprano, son las 5 de la mañana, ¿qué hace aquí?

—Sabe perfectamente a que he venido.

Dio pasos sutiles hacia mi. Por primera vez la veía vestida de rojo. Una camisa roja, primeros botones abotonados, muy raro en ella. Pantalones altos de tela fina roja, los cuales marcaban sus sensuales curvas, tacones negros, un bolso no muy grande pero lo suficientemente espacioso para entrar unos documentos, y para finalizar en su maquillaje sencillo de tonos cafés, destacaba un labial vino tinto sobre sus labios.

Y qué ganas de arrancarle ese labial a besos.

—No lo sé. Pero me gustan los empleados puntuales, aunque sea en exageración. —con mis ojos señalé la silla frente al escritorio para que tomara asiento.

—Seré directa.

—Me parece perfecto.

— Rara vez lo veo, cuando lo hago me encuentro incumpliendo todo lo que mi contrato me restringe aunque según usted no sea cierto. Estoy muy confundida y molesta con usted. Siento que hay algo más en todo esto y quiero que me confirme algo.

—Habla, responderé lo que desees.

—¿Qué edad tienes?

—veintinueve. 

—¿Hace cuánto?

—¿Hace cuánto qué? 

Se estaba enojado y me agradaba. Sin embargo decidió evadir la pregunta.

—Ese "Martes" no me permitió venir pero al final usted mismo me acercó. Eso es lo único que recuerdo.

—Sí, sucedió. ¿Eso querías saber?

Ella se veía agotada. Estaba listo para escuchar cualquier cosa de sus labios, se veía tan decidida.

—Se la pasa encerrado aquí, no come no toma nada, sus pasos son invisibles, sus ojos son un misterio. —Continuó—. Me ha cuidado, me ha "secuestrado", tengo recuerdos distorsionados suyos, incluso me han agredido en su propiedad de la manera más anormal posible.

—¿y? —la miré directo a los labios y luego subí la vista a sus ojos.

—¿Es lo único que dirá?

Colocó sus codos encima de la mesa mientras hablaba.

—No sé a dónde quieres llegar con esto realmente. Dijiste que serías directa pero das más vueltas que un trompo. 

—Eres un vampiro

Comprobado.

—¿Es una pregunta o lo estás afirmando? —sonreí con burla.

—Una afirmación.

Y como ella misma había dicho antes, me acerqué con pasos "invisibles" por su espalda.

—¿Sabías que es una afirmación muy peligrosa, Ciliegia? —Sus hombros se tensaron y sus piernas cruzadas se apretaron.




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