Deseos Paradisíacos de un Vampiro(editando)

Capítulo 16 Lo que la corriente trajo Pt2

CAPÍTULO 16

 

Limpio, delicado y el elegido de estar a tu lado quien cuida de ti hasta en lo más mínimo.

 

 

Ya era martes, 10:52 AM.  La supuesta reunión sería hoy. El día lo tenía libre. No tenía nada mejor que hacer por lo que decidí escribirle a Camila.

—Cosa que no pude hacer ya que en ese instante recibí un mensaje nuevo—¿Ahora que querrá ese imbécil?

“Necesito que nos veamos”, leí en la pantalla.

—Pero, ¿quién es?

A este punto estaba perfectamente segura de que era Nick intentando convencerme de que no andaba en nada extraño.

“Habla Everett Hadleyins”

—Maldición.

Me dí la vuelta en la cama y allí lo ví, me asusté tanto que mi celular cayó al suelo. Inconscientemente una de mis manos fue a mi pecho, mientras mi cabeza se echaba para atrás, cerré los ojos fuertemente y le dije.

—¿Cómo entraste?

No pronunció palabra.

—¿piensas intentar matarme otra vez?

Se acercó y tomó asiento en una esquina de la cama.

—No. Esta vez solo vengo a hablar.

—No me digas... No me hagas reír. —Vampiro de mierquina.

—Cuida tus pensamientos bonita. —tocó dos veces mi frente con su dedo índice.

—Hablo y pienso como se me da la gana— le sonreí con cinismo.

Suspiró.

Me incorporé en la cama, me crucé de brazos y lo miré directo a los ojos.

—A ver, continúa.

—He venido de parte de Evangelo; me pidió que te dejara en claro que estás despedida, no quiere saber más nada de ti y que te alejes de él.

—¿Qué?

—Quita esa cara, no estés tan sorprendida. Al fin de cuentas sabías que esto iba a suceder.

—No es sólo eso, porque, está de más decir que... en parte ya lo sabía. Pero siento el sarcasmo en tus palabras. —relamí mis labios al sentirlos secos— Es inevitable, deberías controlar mejor eso.

—Mi hermano solo busca asistentes falsas para saciar sus placeres. Isadora cumple con todos los requisitos para seguir siendo su asistente personal, en pocas palabras olvida lo que sucedió y lárgate de nuestras vidas.

—Esto se me hace una vil mentira inventada por ti.

—Piensa lo que gustes

— ¿No te agrado?, ¿porqué no me quieres cerca de él?

Rió levemente.

—Estás equivocada, pero en algo si acertaste; no te quiero cerca de él. Pero ha sido él mismo quién me lo ha pedido, no tengo porque mentir.

Me levanté con brusquedad y le golpeé el pecho.

—Pues que no sea un maldito cobarde y me lo diga él a la cara sino, no lo creeré.—señalé.

—Piensa lo que quieras. No va a hacerlo, pero si quieres esperar a que eso suceda no te detendré; recuerda hacerlo sentada para que no te canses.

Soltó una carcajada haciendo que mi sangre hirviera de la rabia. Intenté volver a golpeaatlo pero detuvo mi mano, doblandola un poco.

—Ah... Sueltame imbécil. Cretino, pedazo de murciélago.

Me empujó a la cama sin nada de cuidado.

—¿Pedazo de murciélago? —sonrió sin poder creerlo— Comportate como una adulta, ¿Quieres?

Dió la vuelta.

—No sé que vió en ti mi hermano. Yo nunca saldría con una humana tan insignificante, con ninguna en general.

—No escupas al cielo corazón, puede que la saliva te caiga en la cara.

Se detuvo.

—Lo dudo.

Y ahora sí, se largó por la puerta.

Pero obviamente no me quedaré de brazos cruzados, en Babydoll, porque no. Necesito una excusa decente para ser despedida. No me va a tratar como un pañuelo con el que ya se limpió la suciedad y ahora piensa botarlo.

Esperé unas cuantas horas y cuando ya eran más o menos las seis y pico de la tarde, bajé a pedir un taxi.

El edificio se veía vacío y oscuro, una helada brisa me abrazó y las voces de las personas se oían a lo lejos. Eran distorsionadas y no sé entendía muy bien lo que hablaban.

Salí del ascensor y entré en el pasillo visualizando así a Everett. Al verme puedo jurar que su cara se volvió más pálida de lo que ya era.

¿En serio me lo topaba así de pronto? esperaba al menos treinta minutos para verle la cara al perro este.

—Pero... —pasé delante suyo y el me siguió por detrás—. Pero, ¿qué diablo tú haces aquí?—me tomó de la muñeca cuando lo vacilé.

—Vengo a hablar de un tema personal con tu querido hermanito, ¿no es obvio? —fingí un puchero.

Haló con más fuerte pegándome a su cuerpo y me habló en la cara, prácticamente.

—Tu no puedes estar aquí, ¿estás idiota o el botox te tiene delirando?—rugió a lo que yo reí para mí misma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.