Deseos Paradisíacos de un Vampiro(editando)

Capítulo 22 El escenario perfecto...

CAPÍTULO 22

 

Todo se ve mejor desde una segunda perspectiva.

 

 

 

El viaje era lento y aburrido. Me la pasé viéndole las caras a todos y cada uno de los que estában en el avión. No voy a decir que esto no era hermoso porque sí, era algo que ves y dices "Wow", el dinero les sobra. Me encantaba que al menos había algo con que entretenerme, el observar cada detalle por dentro, amaba el diseño sofisticado era simplemente exquisito. Volví mi vista a mi teléfono, no había mensajes ni llamadas, estaba limpio. No quería hacer una llamada a Nick en este momento ya que no sería lo más adecuado, él quería hablarme de algo importante y quizá sería el hecho del porqué me mintió o le miente a la gente trabajando en un lado y luego en otro o tal vez solo lo hace por necesidad, no lo sé, lo único que sé con certeza es que todo esto es raro y que no me trago el Cuento aunque bueno, debo escucharlo a él antes de crearme ideas. La historia de mi familia es confusa y más con todo lo que me he enterado y lo que ha pasado. Desearía que mi vida normal de tres meses atrás volviera a ser la misma. Hay cosas que no me gustaría dejar atrás pero tener que huir de dónde soy porque un vampiro psicópata me persigue, eso sí es el final. El Real Final.

Salí de mi trance al verlo a él, tan elegante y arreglado como siempre, se veía tenso y me miraba con algo indescriptible en los ojos. Sus pupilas levemente dilatadas y en sus brazos resaltaban entre sus músculos sus venas. Colocó a mi lado una copa de champagne y se sentó a mi lado.

—Como me gustaría que fuera mi avión, otro el momento, tú y yo... —relamí mi labio inferior llevando la copa a mi boca saboreando el burbujeante sabor.

—El escenario perfecto para el sexo, ¿no?

Hablé sin mirarlo, no podía hacerlo. Si lo hacía me delataría frente a él. Yo igual estaba tensa y necesitaba sexo, necesitaba tenerlo dentro de mí.

Sentí una mano en mi pierna, era fría y áspera, fuerte y apretaba con lentitud mi muslo. Volví a beber.

—Déjalo, no va a suceder.

—¿Porqué? —su voz gruesa, ronca y para nada melodiosa retumbó en mis oídos.

Tragué.

—Porque no estamos solos aquí y no es el momento.

—Tienes razón, mejor espero a que lleguemos a Sicilia y desde que vea una habitación te arranco esa camisa y te hago el amor de manera tortuosa, ¿te parece? —sonrió genuinamente como un niño y por un momento se me hizo tierno el gesto hasta que recordé las palabras que de sus labios salían. Quitó la mano de mi pierna y cruzó las suyas— Mi hermano fue a buscar a Camila, es muy probable que para mañana esté devuelta.

No pude evitar sonreír aunque la contraje y le dí el último sorbo a la copa. La dejé a un lado y me acomodé mejor en el asiento.

—Ahora que lo pienso, Mmh... ¿no es algo peligroso que regrese al país con Lorvil rondando?

—¿Quizá? Mi hermano no es imbécil.

—No digo que lo sea. Bueno a veces sí.

—Además, tenemos gente allí y no te preocupes, de alguna u otra manera debe volver aquí, con nosotros y con Camila en brazos. —guiñó el ojo.

—¿En brazos? —fruncí el ceño.

—Bueno... Everett no es alguien sutil.

—Eso ya lo he comprobado. —alcé una de mis cejas con desagrado al recordar.

—Exacto.  Por lo que dudo que la traiga de la mejor manera.

—Solo espero que no le haga nada fuerte porque sino, lo pagará.

Me puse de pie.

—Bueno. Iré al baño, vuelvo enseguida, ¿sí?

Asintió.

 

Everett 

Toqué varias veces la puerta pero nadie atendió. Me alejé de la puerta y fui a chequear por una ventana pero tampoco parecía haber nadie. Empezaba a irritarme. Seguí caminando hasta dar con unas puertas de cristal por las cuales noté algo más que una cocina.

No creía lo que veía, era patético el hecho de que lo estuviera haciendo. Coloqué mi mano en la puerta y volví a tocar pero esta vez con rudeza tanto que la chica se espantó, quitó los auriculares de su cabeza y me miró aterrada. La ví tomar rápidamente unas toallas de la meseta con las cuales intentó cubrirse.

—Abre la puerta.

Lo pensó unos segundos y con un mini control las puertas de abrieron.

—Supongo que debo agradecerte, ¿no?—comenté al entrar.

—Eres tú... —frunció el ceño.

—Bueno al menos me ahorras el teatro de volver a presentarme. Pero sí, soy yo.  ¿Están tus padres? —negó.

—Solo yo.

—¿Acostumbras bailar semidesnuda con auriculares? porque si es un espectáculo que das siempre no me molestaría observarlo todos los días de mi vida.

—Tu comentario es incómodo. Todo esto es incómodo. ... Iré a cambiarme a la habitación, ¿puedes... esperar en la sala?

—Claro, tómate tu tiempo. —le sonreí.

Y mientras ella se iba corriendo hasta las escaleras yo me adentraba en la espaciosa sala. Mordí mi labio inferior al ver como sus muslos y nalgas brincaba con cada paso que daba. Sentí mis colmillos apresurarse y rápidamente moví levemente mi cabeza.




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