Deseos Paradisíacos de un Vampiro(editando)

Capítulo 23 Everett y Camila buscan a Geline

CAPÍTULO 23

 

A veces solo un vistazo hace falta para ver lo que se aproxima.

Quizás ella era el amor de mi vida o quizás muera antes de que 

Se lo pida.

 

 

1:38 PM, Miami - Estados Unidos 

 

Luego de un largo discurso, porque era lo que parecía, no una despedida. Al final salimos y sin hablar de la explicación enorme que le dió a sus padres respecto a mí.

—¿No dijiste que nos iríamos de noche?
—abrió la caja y el olor se expandió por todo el auto.

—¿Qué es eso? —expresé con asco.

—Un Hot dog, ¿Quieres? dí "Ahhh"

Me acerco el pan a la cara y me alejé.

—No. —solté el aire que guardaba en mi boca— Iremos a buscar a alguien.

—¿Qué?

Giré el rostro.

—Que asco. ¿no te han enseñado a masticar con la boca cerrada y que no se habla mientras uno come? —negó como una pequeña niña— me lo imaginé. Estoy respondiendo a tu pregunta; iremos a buscar a alguien. Una ex trabajadora de nuestra empresa.

—De acuerdo, ¿y porqué? —seguía haciéndolo, comer mientras habla.

Seguí con la vista al frente.

—Es importante para Evangelo.

—¡Espera! ¿qué? —pestañeó varias veces.

—Eso.

—¿En qué sentido?

—Haces demasiadas preguntas.

Me dió un codazo.

—Te estoy dando mi confianza a ti, mientras me llevas a no sé dónde. Me la debes.

—En todo caso sería al revés: tú me debes algo a mí. ¿Recuerdas?

—Cierto, pero... en serio quiero saber. ¿Qué la hace importante para él? fue una trabajadora ejemplar...

Negué mientras evitaba soltar una carcajada.

—¿Ejemplar dices? no me hagas reír. Pero ajá, tan importante no es, al menos ella no, otra persona. Pero no sabemos con exactitud si es o no.

—Me estás enredando. Mmh...

—Mejor, —sonreí mostrando mis dientes— porque la conversación finaliza ahora.

—Eres un aburrido. —la volteé a ver.

Ella giró la cara a la ventana y pego la cabeza en esta, dándole otro bocado a su Hoy Dog.

—¿Te molesta si me pongo los auriculares? No me gusta estar en silencio con alguien al lado así que, prefiero mantenerme escuchando música.

Asentí bajando mis ojos por su clavícula hasta llegar al cuello el cual tenía al descubierto.

Finalmente llegamos a mi casa. El lugar estaba vacío, por órdenes mías. Advertí a los empleados que se mantuvieran alejado del país y alertas por si a Lorvil se le daba la gana de querer secuestrar a uno y tomarlo como rehén o alguna estupidez a excepción de Jims.

—Sabemos que no es tu trabajo Jims pero gracias de todas formas por encargarte de ella. —la pelirroja sonrió con picardía.

—Es un placer ayudarte a ti, Everett. —jugueteó con el cuello de mi camisa

Sonreí, rozando mi nariz con la suya.

—Ajá. Sigo aquí, ¿Lo saben? —puse los ojos en blanco.

—Arruinas la atmósfera. —hice una mueca.

Me alejé de la mujer.

—Por desgracia me toca hacer de niñero. —le dije observando como se cruzaba de hombros— Jims, vete unos días de vacaciones, en tu cuenta hay un pequeño regalito. —le guiñé el ojo y está casi salta del gusto.

Me dió un beso en la comisura del labio y se marchó.

—No haré preguntas.

—Perfecto. Y bien, espera aquí, ¿De acuerdo?

—¿Porqué no puedo ir contigo? y por lo que noto, es tu casa, ¿verdad? ¿porqué tienes a una ex empleada en tu casa hospedada?

—Acabas de decir que no harías preguntas.

Por mi expresión seria supongo que decidió callarse.

Caminé escaleras a bajo hasta dar con el sótano. Abrí la puerta y la ví allí, ahí estaba Geline. Pronuncié su nombre y ella dirigió la vista a mí, me miraba con odio y rencor.

—Nos vamos, deja de mirarme así, vas a matarme. —expresé con notable sarcasmo.

—¿A dónde? ¿porqué?

—Sabes perfectamente que odio las preguntas. —mostré exasperación.

—Jims no me quiso decir, ¡la hija de la gran puta de Clara no me dijo nada! —gritó mientras se levantaba del colchón.

—No la llames así, su madre no tiene nada que ver. Ja. Aunque sí, —la tomé del mentón— es una puta en la cama, una muy buena.

Quitó mi mano de golpe y yo solo negué mientras seguía sonriéndole.

—Tú y tú maldito hermano son unos locos, descarados y tú eres un maldito cínico.

—Deja de ser tan malagradecida Geline. —golpeé con mi lengua el paladar— Deberías estar contenta de que saldrás de esta posilga, ¿no? así que mueve tus lindas piernas y camina. ¿Está claro? —Ordené— no sé ni qué tanto te quejas, ¿Jims no te trató cómo debía?




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