Deseos y Miedos

Infierno

El dolor recorre mi cuerpo fuerte al recibir el golpe de mi padre.

-Y que ni se te ocurra volver a faltarme el respeto- me dice totalmente furioso, acto seguido recorre la pequeña cocina y abre una caja de vino de la que bebe copiosamente, sumergiéndose en ella.

Aun me duele el golpe de recién, sin embargo ya sé que no he de protestar sino me ganare algo mucho peor. Tendría que haber supuesto que me pegaría pero sin embargo no pude evitarlo, no podía evitar que tratara así a mi hermano pequeño. Habíamos estado fuera recorriendo plazas y calles pidiendo como todos los días limosnas a los transeúntes, pero aquel día no hubo mucho movimiento en las calles y la poca gente que transitaba no fue precisamente generosa por lo que mi hermano no pudo cumplir con la cuota del día que nos exigía mi padre y por ello se había ganado la reprimenda. Si yo no hubiera intervenido, él se habría ganado una buena paliza.

Mi madre nos insta a volver a nuestra habitación, mientras mi  padre ya emborrachado empieza a gritar improperios. Las lágrimas corren por el rostro de ella mientras me acaricia la mejilla, ahí en el lugar donde el puño de mi padre golpeo.

-No tenes que hacerlo enojar hijo- dice mi madre sollozante - responder a tu papa es pecado, y cuando uno peca se va al infierno.

"El único infierno que conozco es este" pienso mientras asiento a las palabras vacías de mi madre "pero no por mucho más" el solo pensamiento me alegra la mente, dentro de un par de años seré lo suficientemente grande como para irme de casa y llevarme tanto a mi hermano como a mi madre. Con estos doce años que tengo no puedo hacer mucho, pero un par de años más y podre irme...

Aun con esa idea en la cabeza, me acuesto en la cama que  comparto con mi hermano y sin darme cuenta caigo profundamente dormido. Sueño con el infierno, no con el infierno habitual de mi casa sino con aquel del que habla mi madre. Las paredes son de fuego y hace un calor de muerte. Camino por el suelo cubierto de cenizas, y por  todos los lados veo cuerpos ennegrecidos por el fuego, en alguno aún se puede apreciar la carne chamuscada mientras que otros son huesos negros, ya calcinados.

Y el diablo está sentado en su trono, me mira con sus ojos ardientes mientras bebe de su cáliz. En cuanto nuestros ojos se encuentran, rompe en carcajadas burlonas y su risa me llena de furia, recorre todo mi cuerpo con ganas de eliminar a aquel ser. Mientras este pensamiento recorre mi mente, me percato de que en mi mano llevo un cuchillo. Sin titubear enarbolo el arma, y la clavo en el torso de aquella abominación quien no se defiende para nada sino que sigue con aquella risa tan irritante. La sangre negra, borbotea humeante de su cuerpo y extrañamente me recuerda al vino que mi padre toma cada noche antes de caer desmayado sobre la mesa...

El chillido de mi madre me saca de mi sueño. Me levanto de la cama totalmente exaltado y corro hacia el lugar de donde proviene el grito. Mi madre se encuentra en el suelo de la cocina en estado de shock y mi hermano a su lado no puede contener las lágrimas y llora a pleno pulmón.

Mi padre yace totalmente inmóvil en el suelo mientras el charco de sangre se empieza a formar alrededor de su cuerpo. Un escalofrió recorre mi cuerpo al ver las heridas del cuchillo mientras allí en el suelo el diablo se desangra hasta morirse.

 




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