Se despertó sintiendo cómo el sudor frío le corría por la espalda y el corazón le latía como el de un niño de cinco años que intenta huir del miedo escondido bajo la cama. Los sueños que lo perseguían se volvían cada vez más reales, y en cada uno de ellos ella estaba presente: aquella chica misteriosa de la que solo había oído hablar a través de las bromas del capataz. Ella se había convertido en el centro de sus pensamientos, en su obsesión, y ahora, cuando la noche se retiraba, comprendía que esas ideas se le estaban yendo de las manos.
Cada mañana traía nuevas angustias. Intentaba concentrarse en el trabajo, pero la imagen de su rostro, su sonrisa que parecía tan cercana y al mismo tiempo tan inalcanzable, invadía su mente. Los amigos que se burlaban de sus переживань lo único que hacían era intensificar su sensación de aislamiento. No podían entender que para él no era solo una broma, sino algo mucho más grande: se había convertido en su vida, en su carga.
En el momento en que intentaba ordenar sus sentimientos, los miedos comenzaban a crecer como una bola de nieve. Sentía cómo el peso de la incertidumbre le oprimía el pecho, y los pensamientos sobre la chica se transformaban en ideas obsesivas. ¿Por qué no podía simplemente acercarse a ella? ¿Por qué sus amigos no podían comprender que no se trataba de un simple capricho, sino de una pasión auténtica que había invadido su alma?
Con cada día que pasaba se volvía más cerrado en sí mismo. Por las noches, cuando todos iban a fiestas o se reunían con chicas, él se quedaba en casa, sumergido en sus pensamientos. Los sueños inquietantes que lo visitaban durante la noche se volvían cada vez más aterradores. En ellos ella siempre desaparecía, y él se quedaba solo, sintiendo cómo su corazón se rompía por la desesperación. Sus miedos, sus angustias: todo eso se había convertido en parte de su vida, una vida que ya no podía controlar.
Los médicos a los que acudía en busca de ayuda intentaban explicarle que todo era solo una broma, que sus переживань no eran más que consecuencias del estrés. Pero para él no era así. Sentía que nadie podía comprender su sufrimiento, y eso solo intensificaba su aislamiento. Se había convertido en rehén de sus propios pensamientos, y con cada día que pasaba esa trampa se volvía más insoportable.
Cuando se sentaba al borde de la cama, su mente giraba en torno a cómo encontrar una salida de aquel laberinto. Intentaba buscar maneras de tranquilizarse, pero ni siquiera cosas sencillas, como un paseo al aire libre, le traían alivio. Cada sonido, cada mirada, cada recuerdo de ella le recordaban lo lejos que se había alejado de una vida normal.
Sabía que algo no estaba bien, pero no podía entender cómo corregirlo. Sus pensamientos sobre la chica se habían convertido en su sombra, que lo perseguía incluso en los momentos más pequeños de calma. La sensación de desesperanza lo invadía, y comprendía que no lograba encontrar una salida a su situación. Estaba solo en su lucha, y aun cuando intentaba pedir ayuda, sus palabras quedaban sin respuesta.
Entonces, cuando ya empezaba a perder la esperanza, volvió a tener aquel sueño terrible. Ella estaba de pie frente a él, sonriendo, pero de pronto desaparecía, dejándolo en la oscuridad. Se despertó sintiendo cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. Aquello era más que un simple sueño: era su vida, que se desmoronaba lentamente ante sus propios ojos.
Sabía que si no encontraba la manera de liberarse de esa carga, corría el riesgo de perder no solo a sí mismo, sino todo lo que alguna vez había considerado importante. Su lucha interior se volvía cada vez más intensa, y sentía que se encontraba al borde del abismo. ¿Lograría encontrar la fuerza para superar esa oscuridad, o quedaría atrapado en ella para siempre?