Desgraciado

5.3 La búsqueda de la felicidad: ¿es posible sin ella?

Al borde de la cama, el protagonista observaba el lento paso de las nubes en el cielo, que le recordaban a sus propios pensamientos. Se dio cuenta de que su felicidad no podía depender de la chica a la que nunca había conocido realmente. Ese pensamiento simple pero pesado presionaba su pecho como una piedra. ¿Por qué todavía sentía su presencia en cada rincón de su vida? Cada recuerdo de ella, incluso el más pequeño, desataba en él una tormenta de emociones que una y otra vez le impedía encontrar la paz interior.

Buscando nuevas formas de expresarse, comenzó a dedicarse al póker, los deportes electrónicos e incluso se animó a pintar. Pero en cada una de estas actividades, sus pensamientos sobre Katerina lo perseguían. Cada vez que tomaba las cartas en sus manos, su imagen aparecía en su mente, haciéndole perder la concentración. Intentaba convencerse de que estos nuevos pasatiempos podían traerle alegría, pero la felicidad que buscaba seguía siendo inalcanzable.

Una tarde, sentado en una mesa de un café, observaba a las personas a su alrededor. Sus sonrisas, risas y la facilidad con la que se relacionaban despertaban en él amargura. ¿Por qué no podía ser como ellos? ¿Por qué su corazón estaba lleno de sombras del pasado? Comprendió que su obsesión con Katerina se había convertido en una carga que le impedía vivir. Y aunque intentaba liberarse de ese peso, no sabía cómo hacerlo.

Con cada día que pasaba, buscaba nuevas fuentes de alegría. Visitaba exposiciones de arte, asistía a conciertos, probaba nuevos platos en restaurantes. Pero incluso en esos momentos de felicidad, sus pensamientos siempre volvían a ella. Soñaba con lo maravilloso que sería si ella estuviera cerca, pero al mismo tiempo entendía que ese sueño nunca se haría realidad. Su corazón estaba lleno de tristeza, y sentía que sin ella nunca podría encontrar la verdadera felicidad.

En momentos de profundo desaliento, recordaba las palabras del médico, quien le dijo que todo era solo una broma. “Es solo una broma”, se repetía, tratando de encontrar en ello alguna lógica. Pero la broma se había convertido para él en una verdadera tragedia que le había arrebatado la paz y la felicidad. Sentía que, a pesar de todos sus esfuerzos, no podía liberarse de esa carga. Se había convertido en su compañera constante, y no sabía cómo enfrentarse a ella.

Sin embargo, en lo más profundo de su alma, empezaba a comprender que su felicidad no podía depender de otra persona. Se dio cuenta de que, para encontrar la paz interior, necesitaba liberarse de la imagen de Katerina y de las ilusiones que había creado en su mente. Comenzó a buscar maneras de desprenderse de esa carga. Quizás solo necesitaba aceptar que ella había pasado a formar parte de su pasado, y no de su futuro.

El protagonista decidió que al día siguiente empezaría una nueva vida. Haría un plan para encontrar nuevas fuentes de alegría que no estuvieran relacionadas con Katerina. Tal vez comenzaría a practicar deporte, se inscribiría en cursos de pintura o probaría nuevos hobbies. Necesitaba encontrarse a sí mismo, y estaba listo para ello. Aunque los pensamientos sobre ella todavía lo perseguían, comprendía que solo él podía encontrar su propia felicidad.

Al acostarse, su corazón latía más rápido, pero ahora no era por miedo, sino por esperanza. Comprendía que su camino hacia la recuperación apenas comenzaba, y quizás, finalmente, podría liberarse de la carga que tanto tiempo había oprimido su alma. Mañana sería un nuevo día, y estaba listo para enfrentar los nuevos desafíos que le esperaban.




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