Cuando por fin lograron pasar todo aquel laberinto Yuuri quedo asombrado con lo que sus ojos vieron, dos estatuas de piedra se alzaban a los costados de un arco tallado en la roca, eran las estatuas de un monarca por la forma en que habían sido esculpidas además de estar adornadas con oro y piedras preciosas, al pasar el arco de roca un hermoso mercado lleno de cosas donde un sin numero de personas compraban, mientras los caballos pasaban todos les observaban con curiosidad, una joven le dio una manzana al hombre de ojos verdes y este la agarro sin ningún problema a su vez dándosela a Phichit que iba sentado entre sus piernas, al pasar el mercado Yuuri vio las casas construidas con ladrillos rústicos pero se veían muy bien cimentadas, sus ojos se abrieron con sorpresa al notar el enorme palacio frente a ellos y al cual se dirigían, una enorme estatua de marfil estaba en medio de una plaza y era de la misma persona que estaba en la entrada, al llegar vieron a una mujer pelirroja parada entre las inmensas columnas que se alzaban en la entrada del castillo.
- ¿Qué es lo que traen?- pregunto curiosa viendo a los tres secuestrados.
- Los encontramos en el desierto...- el hombre de ojos verdes bajo a Phichit.
- ¡Bestia!- reclamo Yurio cuando fue bajado con brusquedad.
Yuuri bajo por su propia cuenta, a la chica le brillaron los ojos azules cuando los vio de pies a cabeza a cada uno, su expresión fue un tanto desconcertante para los tres.
- El rey debe conocerlos y quizás pronto tengamos un heredero al trono.- dijo mientras los veía con una sonrisa en los labios.
- Entonces acerté en traerlos.- el de ojos verdes se quito el turbante junto al velo que cubría su nariz y boca.
Los tres se quedaron con la boca abierta, aparte de ser un hombre bastante alto era muy apuesto, al igual que todos los que montaban, Yurio se quedo embobado con el hombre que lo había llevado, que si bien no era muy alto su cuerpo era de envidia.
- Por favor acompáñenme...- la mujer extendió su mano hacia adentro.
- Sera mejor que no intenten escapar, morirán antes de siquiera lograr llegar al laberinto.- dijo el hombre de cabello negro.
Los tres siguieron a la mujer en silencio, era obvio que no iban a poder escapar por ningún lado, adentro era mucho mas hermoso que por fuera, con un piso de marfil y columnas con oro y diamantes incrustados, piezas de cerámica tan hermosas y tan bien elaboradas que podrían valer una fortuna, en un jardín interior estaban unas chicas tejiendo con lino, ceda y a sus alrededores unos pavo reales extendiendo sus colas con todos sus bellos colores, los animales se contoneaban de un lado a otro esperando que todos vieran su belleza y un par de tigres recostados como si nada al lado de un hermoso león albino.
- No te quedes rezagado.- la mujer tomo del brazo a Yuuri que se quedo admirando el patio.
- Lo siento...- comento temeroso y siguió con ella.
La mujer los llevo a una gran habitación donde los esperaban unas jóvenes hermosas que con sonrisas risueñas se acercaron a ellos para ver y tocar las prendas que usaban que eran tan extrañas.
- Quiero que los bañen en aguas de rosas, he hidraten sus pieles con los mejores aceites aromáticos, ellos serán presentados al rey y deben verse radiantes.- una mujer mayor sonrió y asintió ante aquella petición.
Los llevaron a otro lado para que se despojaran de sus prendas y se metieran al agua que estaba muy fresca, fue chocante para los tres que las chicas quisieran ayudarlos a lavarse. La mujer pelirroja se retiro y fue corriendo para ver a su rey el cual ya estaba con sus dos mejores guerreros reunido y posiblemente ya supiera de la llegada esos jóvenes.
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Víktor Nikiforov era el rey de Leyerendes, una civilización de guerreros oculta en el desierto por cientos de años, los monarcas que asumían el trono eran considerados dioses por sus habilidades en la magia y el joven Víktor no era la excepción, era un hombre que aun no había desposado a nadie y que por tanto no tenia dependencia para el trono haciendo que la presión sobre sus hombros fuese mayor.
- Les he dicho que no traigan a nadie aquí.- dijo Víktor en tono molesto viendo como servían vino en su copa.
- Pensamos que si no querías tomar a nadie del harén que tu padre dejo establecido desde que naciste podrías tomar a uno de ellos.- dijo el hombre de cabello rubio.
- Chris teniendo a tantas doncellas en el reino ¿Por que habría de tomar a un chico como reina y madre de mi descendencia?- cuestiono Víktor alzando una ceja.
- Porque claramente esos tres chicos son donceles y podrás plantar tu semilla en cualquiera ya que están fuertes y sanos.- dijo la mujer pelirroja entrando.
- Mila tiene razón, no quieres una chica pues tienes tres donceles solo para ti.- el hombre pelinegro tomo unas uvas.
- Otabek, no me gusta la idea de tener concubinas y menos a tres chicos que vienen del exterior, quiero solo a una persona.- Víktor se puso de pie.
- Puedes escoger a uno y a los demás ponerlos a tu servicio...- respondió Otabek- Manos extras para las labores del castillo nunca sobran.- le vio caminar.
- Bien... llévalos al salón del trono Mila.- palmeo su pierna y un perro salto de entre unos cojines y lo siguió.
Cuando Víktor hubo abandonado la habitación los tres se vieron por unos momentos pensando si por fin conseguirían que el rey sentara cabeza, sabían muy bien que ya estaba aburrido de tener concubinas y mas cuando todas eran mansos corderos que le obedecían en todo. Las historia de Leyerendes hablaba sobre el nacimiento de donceles y su importancia en la dinastía de los reyes del paramo en el desierto, a sus ojos eran muy conocidos por el aura que desprendían y que solo se podía ver en las dunas del desierto bajo el sol del mediodía.
- ¿Creen que le guste alguno de los tres?- pregunto la mujer.
- No se porque estoy casi seguro que se va a inclinar por el de cabello negro.- Chris sonrió con malicia.