En el camino me la pasé escuchando reprimendas por parte de los hermanos Boomer, Max recalcó en lo apresurada que fui por mi decisión, que debí exigir días para pensarlo bien. Les hablé sobre el contrato, mas sin embargo, no fue suficiente.
―Apoyo la convivencia entre humanos y vampiros ―dijo Ed―, pero es normal que me preocupe porque te vayas con un desconocido, es decir, oí de ese vampiro tipo ancestro, sin embargo, me parece muy sospechoso todo este asunto.
―Eddie tiene razón, todo este asunto es extraño. No me agrada Malcom, puedo reconocer a un manipulador cuando lo veo; adivinaré: se presentó por tu casa sin que el señor Simons estuviese y argumentó de que ya tienes edad para tomar una decisión tan grande.
Me quedé con la boca abierta, ¿acaso instaló cámaras y micrófonos en la entrada de mi casa?
―No es la primera vez que seré un cebo.
―Esa no es excusa, no estamos hablando de un vampiro de clase Aristócrata, es un Ancestro, ¿no has pensado en que en cualquier momento le daría la gana de convertirte en vampiro? ―inquirió Ed.
Tragué grueso ante la idea, pero mi orgullo me impidió retractarme; sí, estoy asustada, pero quiero demostrarle a mi padre y a los que me rodean en que soy responsable, que puedo manejar asuntos de suma importancia.
―Sé que no ocurrirá nada, el contrato prohíbe que yo sea convertida ―miento.
Ed suspira y arquea una ceja, estiró su mano desde su asiento y sacudió mi cabello como si fuese un perro, no puedo esperar mucho de él o tal vez no puede esperar mucho de mí, quién sabe.
―Bueno, tienes suerte en que los Ancestros suelen ser muy comprometidos con su palabra, su educación es de la vieja escuela. Max, ¿cuál era el nombre del Ancestro?
―¿Por qué estás tan seguro de que yo lo sé?
―Porque te sabes los nombres de todos los vampiros de la primera escala que existieron, ¿por qué no te acordarías del actual?
Max bufó sin apartar sus ojos del camino.
―Es Frederick Collingwood, proviene de una estirpe de vampiros de primera escala, así que no nació como un humano, como pasó con otros Ancestros ―explicó.
―Ah, entonces quiere decir que…
―Que es el descendiente legítimo del primer vampiro que existió en este mundo, su bisabuelo para ser preciso.
Tanto Ed como yo nos quedamos con la boca abierta, me metí en un problema. Ed palmeó mi hombro y dijo:
―Suerte, creo que la necesitarás.
―Ya hemos llegado.
Respiro profundo y me bajo de la camioneta, intento despedirme de ellos sin mucho trámite, pretendí ignorar sus protestas sobre mi decisión; sí, tienen razón en que me he apresurado en aceptar, que me dejé llevar por mi deseo de demostrar algo, pero al fin y al cabo se convirtió en mi problema, si me pasa algo, no será la culpa de nadie más que mía.
Entro a mi casa con prisa, me dirijo a mi habitación y me arrojo a la cama, aquella cama que será reemplazada por una que le plazca a mi futuro “propietario”, si le apetece que duerma en una piedra, tendré que obedecer sin protestas, a pesar de mi disgusto, ya que eso es lo que hace un esclavo de sangre: agachar la cabeza, asentir a todo lo que el propietario quiera imponer y callar sus réplicas a cambio de que paguen extra por su sangre. Soy un cebo, no un esclavo de sangre, pero un cebo tiene que actuar como uno para obtener la información que necesita, ese ha sido mi trabajo desde mis dieciséis años. Siempre quise formar parte de la AC, recuerdo que me decepcioné cuando me nombraron como cebo en vez de aspirante a cazadora, pero me convencí que era un trabajo importante, y lo es.
Me quito el uniforme y me pongo un vestido suelto que era indicado para pasármelo en casa, es de color amarillo, muy simple y poco recomendable para salir. Intento distraerme leyendo mis apuntes y repasar un poco, sin embargo, siempre me topo con las palabras: Ancestro, estirpe, peligro; todas esas palabras asociadas a mi futuro propietario.
Mi celular suena, contesto de inmediato al descubrir que era mi padre.
―Buenas tardes, habla con Baetana ―Se convirtió en una costumbre contestar así, me siento ridícula.
―Dime que no es cierto ―Su tono suena alterado y muy serio.
―¿Ah? No entiendo qué es…
―Hablaste con Malcom ayer y no me has dicho, ¿verdad? Me dijo que aceptaste una misión que involucra a un vampiro de primera escala ¿no es así?
―Bueno, padre, es que…
―¡¿Es así o no?!
Me quedo en silencio ante la elevación de su voz. Mis palabras se sienten atascadas en mi garganta, pero al fin logro contestarle:
―Sí.
Queda en silencio, por un momento sentí que la línea telefónica se había caído, pero no, pude escuchar un suspiro que hasta siento como si se hubiese salido del celular.
―Intento que tengas una vida normal, quiero que te salgas de esto, no quiero que te pase algo malo, pero tal parece que no te importa mi preocupación. Está bien, tienes edad para tomar tus propias decisiones, quieres apartarte de mí.
No sé qué responder, así que preferí colgar la llamada. Lloré, a pesar de no haber firmado nada, lloré, porque veo que hay personas que se echan la culpa por mis decisiones impulsivas.
Escucho el sonido del timbre y me seco las lágrimas, intento convencerme a mí misma de que hago lo correcto, tengo miedo de ir, y también de retroceder. Me metí en esto porque quise, no le dije a Malcom: explícame mejor sobre los vampiros Ancestros y cuáles serían mis obstáculos; en cambio, pretendí entender todo lo que me decía por soberbia y aceptar para demostrar que soy competente.
Abrí la puerta de la casa y pretendí actuar como si no hubiese llorado. Malcom está siendo acompañado por su abogado, entraron a la casa a pesar de mi incomodidad, nos sentamos en el living y el abogado me explicó todo lo que significaba el contrato para hacerme una mejor idea: