La alarma de mi celular sonó, eso hizo que me levantara de golpe, recuerdo que mi padre me regañaba mucho por eso y me decía: estírate un poco y luego te levantas, pareces unos de esos muñecos que al mover la palanca salen de la caja.
Me sorprendí al saber de que dormí bien, la habitación que me otorgaron es muy limpia y parece diseñada para una joven del siglo XVII que para una adolescente del siglo XXI: una peinadora tallada en madera con un gran espejo, una cama con base de roble y colchón que parecía relleno de lana, un mueble en forma de cama frente a la ventana, un escritorio y una mesa de noche con su propia lámpara. Las paredes están pintadas de un azul pastel y el bombillo parece estar rodeado de un candelabro pequeño de cristal. Lo mejor es que había mucho espacio en las paredes para pegar pósteres y el cuadro que me obsequió la abuela Daphne.
Casi por instinto me puse el uniforme y mi mochila ya estaba arreglada, estuve tentada a ponerme la máscara, pero tomé en cuenta lo que dijo mi propietario, así que me abstuve. Salí de la habitación en busca de la cocina, el lugar posee muchos pasillos que me perdería. Vi la pequeña y animada figura de Charles, que movía su cola como un perro.
―Hola ―le acaricié la cabeza como saludo― ¿Sabes dónde se encuentra la cocina?
Por un momento creí verlo asentir y tomó un pasillo insistiendo en que le persiguiera, algo que me pareció muy tierno, le seguí con cierta cautela. Por poco y olvido que estoy bajo el mismo techo que dos vampiros, es muy probable que no haya nada en la cocina y mucho menos que existiera una aquí. Los pasillos están un poco oscuros y las ventanas cubiertas por espesas y negras cortinas para que no filtrara el sol.
Me detuve con el corazón acelerado al ver que me encontré con el vampiro sirviente, supe que se trataba de él por la silueta que hacía notar su cabello corto, es cierto que él no beberá mi sangre, pero sigo teniéndole un poco de miedo.
―¿A dónde te diriges? ―Sus ojos verdes parecían brillar en la oscuridad.
―A la cocina ―dije con un ligero temblar en mi voz.
Pareció examinarme con la mirada y contrajo los ojos como si estuviera tratando de ver a través de mí.
―Sígueme.
Algo me dice que no le caigo muy bien, es normal, a ningún vampiro sirviente le caí bien, supongo que es por sus instintos de precaución ante un extraño. Lo seguí en silencio y Charles permanecía a mi lado, eso me hizo tranquilizar un poco. Al avanzar, pude sentir un delicioso aroma en el aire, como de algo dulce que me hacía agua la boca; llegamos a la cocina: un lugar impecable y grande donde provenía ese delicioso olor. Mi sorpresa fue muy visible al ver a mi propietario usando un delantal y sacando algo del horno, se supone que los vampiros no saben cocinar, ya que sus cuerpos rechazan la comida humana.
―Buenos días, señorita Baetana ―dijo esbozando una sonrisa.
«¿Estoy soñando?», pasé mis manos por mis párpados a ver si mi mente no se estaba inventando esa escena, mas sin embargo no era una alusinación.
―Buenos días, señor ―dije con algo de cautela, esta situación me hacía desconfiar.
―¿Tiene un recipiente en donde guarde la comida? ―inquirió de la nada mientras apagaba el gas, su cabellera se encuentra amarrada y llena de vida.
―Ah, sí ―apenas me doy cuenta de que el sirviente desapareció del lugar. Saqué el recipiente de mi mochila y se lo extendí― Aquí está.
Mi propietario lo recibió con naturalidad y metió varios de esos pequeños panes a mi recipiente, algunos quedaron por fuera, me dio un pan con naturalidad, como si el que se encontraba frente a mí era un humano y no un vampiro. Me dijo que si quería me comiera uno y que guardara el resto para después. Al darle una mordida, me quedé sorprendida de lo bien que sabe, incluso traía relleno de mora dulce, como si fuese jalea.
―No sabía que usted cocinaba ―comenté por instinto.
Cada vez me recordaba en que se trataba de un vampiro, que intentara no maravillarme por actos que parecían bondadosos, ellos sabían cómo disfrazar su crueldad, eso los hacía unos monstruos perfectos y manipuladores.
―Si voy a pasar gran parte de mi existencia en este lugar, me tengo que entretener con algo ―su mirada fue indescifrable, no tengo una imagen completa por ese parche.
Por alguna razón, sentí un poco de empatía, yo también me aburriría de vivir tanto y de pasar el resto de mi vida en las mismas paredes. Descubrí que los vampiros también se aburren, tal vez no de la misma manera que un ser humano, pero lo hacían.
―¿Cómo hace para saber que una comida le quedó bien si no puede probarla? ―No entiendo mi necesidad de querer forjar una conversación.
―Mi olfato es muy agudo, señorita Baetana ―esa fue su respuesta antes de quitarse el delantal.
[…]
No supe que tenían auto hasta ese día, Lysander me llevó al instituto en él, un modelo viejo pero bien cuidado e impecable por dentro, desprendía un suave aroma a limón. He notado que a todos los vampiros tienen una fijación por los autos de modelo viejo y elegante, como aquellos taxis que se usaban anteriormente. En el trayecto estuvimos sumidos en un silencio incómodo y él no tenía ninguna intención de empezar una charla conmigo, solo me habló cuando llegamos al instituto.
―Cuando salgas, espérame en la entrada, ¿entendido?
―Entendido.
Cuando me bajé, intenté que no me vieran cerca de ese auto, pero fue imposible, capté la atención de los chupasangre, tal vez reconocieron el auto de uno de los suyos, no me sorprendería. Tan solo espero que no haya chismorreos sobre mí con respecto al bajarme del auto de un vampiro.
A pesar de que las clases estuvieron normales, sigo preocupada, intento convencerme de que nada pasará, lo dudo, a los vampiros de este instituto les gustará perjudicar a un humano y mucho más a uno que tiene relación con la AC, no dudo en que estarán con ganas de perjudicarme. Tanto fue mi distracción que no me importó las acciones peculiares de Olympia. Jessie y Jack me preguntaron por mi extraño comportamiento, pero solo supe decir que me encontraba bien, que no había nada de qué preocuparse, supongo que mi orgullo no quiere quebrarse en este momento.