DÉsolÉ: cuídate de mí.

X: Un extraño altercado.

Mi interacción con Olympia se puede resumir como a una charla normal entre dos compañeras que se conocen, pero no me sentía bien, ya que se me hace extraño mantener una conversación humana con un ser que no lo es. «Debe ser porque es una híbrida» sopesé mientras ella me hablaba de libros de forma entusiasmada, me decía que amaba los clásicos de Jane Husten, a pesar de que confiesa de que su perspectiva del libro va cambiando y solo lo ve como una ventana al pasado.

Ed y Max me ven a la distancia, hablando como cómplices ante mi junta con la Townsend; no los culpo por actuar así, es normal que me vean extraña, yo también me siento de esa manera.

―¿Te has leído Six of crows? ―le pregunto al ver la portada de aquella historia.

―Lo he leído mil veces, amo a sus personajes, Leigh Bardugo hace un buen trabajo con ellos. Es muy probable que te enamores de alguno de ellos ―me dice con entusiasmo.

Nos recomendamos mutuamente historias que una conoce y la otra no, es como si de verdad fuésemos amigas. Supongo que no es usual para mí toparme con un compañero del instituto cuando paseo por los lugares de Westminster.

―Yo voy a comprar la trilogía de Nacidos de la bruma de Brandon Sanderson ―digo―. Mi amigo Max me dice que son muy buenos y entretenidos de leer.

―No he leído ese libro, ¿pero confías tanto en su recomendación que te comprarás la trilogía de una vez?

―Él siempre acierta con mis lecturas, así que confío en él. Además, pagará.

«Baetana, ¿qué te pasa?, ¿por qué no sientes asco o miedo?, ¿es porque sabes que Olympia es una híbrida?» me pregunté mientras ojeaba los estantes repletos.

―¿Quieres unos separadores? ―me preguntó.

―¿Separadores?

―Bueno, en realidad son parecido a las paletas, se usan para indicar en qué página te quedaste, tienen muchos diseños que me parecen hermosos. Compré algunos hoy.

Sacó de su mochila un conjunto de paletas coloridas con figuras tiernas en un extremo: una dona con cara, un gato negro, una estrella, una rosa y un tulipán; las figuras parecen estar hechas de esponja bordada.

―Nunca los había visto antes ―expreso.

―Si quieres, puedes escoger una.

Parpadeo y la miro de soslayo.

―¿De verdad?

―Lo digo en serio, yo no miento ―me afirma―. Tengo muchos, así que no tengo problemas con regalarte uno.

Quise rechazar su oferta, pero su mirada azul que me indica insistencia me dejó callada, no pude rechazar su oferta. Amé la rosa, pero mejor escojo el menos llamativo, así que apunté a la estrella.

―Me gusta ese.

―Muy bien. ―Pero en vez de la estrella, me otorga el de la rosa.

―Pero yo escogí la estrella.

―No me engañas, se notaba que te gusta más la rosa, tengo una buena intuición. ―Colocó el separador en mi mano, la suya está un poco helada, pero no tanto―. Insisto en que te puedes quedar con el que más te guste.

Ella se tensó de repente, se me hizo extraño esa reacción hasta que escuché una voz decir:

―Con que aquí estabas.

Levanté la mirada y me topé con un hombre joven que parecía más pálido que Olympia y más alto, el parecido entre ambos es innegable, como si ambos hubiesen tenido a la misma madre.

―¿Quién es ella? ―inquirió con amargura.

Ni siquiera el padre de Olympia se dirigió a mí de esa manera tan despectiva.

―Una compañera de clases ―respondió de inmediato―. No tenía por qué perseguirme, iba a volver contigo de todos modos.

―No quiero ganarme un sermón de nuestro padre, Olympus, quiera o no, eres su favorito, a pesar de que eres un fenómeno.

No entiendo nada de lo que está pasando, pero me enerva la sangre ver a una persona tan arrogante como este hombre. Fruncí el ceño y lo miré como si quisiera matarlo. Olympia se sobó el brazo, se notaba incómoda con su hermano, ya que parecían no tener muy buena relación.

―Y para colmo, te relacionas con una humana ―le dijo en forma de reprimenda―. No espero mucho de ti, de todos modos.

―A nuestro padre le agrada.

―Nuestro padre no tiene remedio, tú tampoco pareces tener remedio, Olympus.

Olympia bajó la cabeza y no me miró, parece avergonzada.

―¿Cuántos años tienes, cinco? ―le pregunté en tono desafiante a ese vampiro.

Me miró como si estuviese viendo a un insecto desagradable.

―Esta discusión no te incumbe.

―Y tú no deberías tratarla así, imbécil, ¿de verdad eres su hermano mayor?, no puedo creer que ella tenga un mejor comportamiento en sociedad que tú.

Él se quedó callado, arrugó la nariz y pareció inhalar. Tuvimos una clase de guerra de miradas, a pesar de que sus ojos azules son afilados como navajas, estoy acostumbrada a esa mirada arrogante de parte de los vampiros Puros y estoy harta de ella.

―No estoy de humor para discutir con la mascota de un Ancestro ―chistó con amargura―. Vámonos, Olympia ―dijo su nombre como si fuese algo desagradable, me dio la espalda y parece dirigirse a la salida

Max y Ed se nos acercaron, ellos parecían estar listos para atacar en cualquier momento.

―Ese hijo de puta. ―soltó Eddie con enojo―. Sin ofender ―miró a Olympia.

―No tenemos a la misma madre, así que no me ofendo. Por lo que veo, me tengo que ir.

―¿Por qué le obedeces? ―inquirí.

―Me guste o no, es mi hermano. Nuestro padre quiere que interactuemos más para que nos agrademos, pero Adrik está dispuesto en hacer una guerra conmigo. Nos vemos el lunes ―se despidió de mí, no sin antes darme un beso en la mejilla que me dejó inmóvil del asombro―. Muchas gracias.

Cuando se alejó del lugar, Ed me codeó y dijo:

―Parece que le gustas.

―Cállate.

―¿A quién no le gustaría? Es muy guapa ―me insiste.

―Hiciste algo muy valiente, Bae ―interrumpe Max―. Tuve que detener muchas veces a Eddie para que no se entrometiera a menos de que haya intenciones de ataque físico.



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En el texto hay: vampiros, lgbt, discriminacion

Editado: 20.05.2021

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