DÉsolÉ: cuídate de mí.

XIX: Orígenes.

Al poco tiempo de la partida de Olympia, como es de costumbre, Frederick vino por mí, con su auto lleno de algunas compras que ha hecho antes de venir a buscarme, a veces me pregunto en porqué no se les hace raro que él compre cosas que no puede comer, tal vez el de la tienda está acostumbrado a verlo.

―Hoy vendrá alguien de visita, es un viejo amigo que no he visto hace mucho, lo buscaré en el aeropuerto, parece que tuvo una junta en el extranjero ―me explicó, parece que su ánimo es genuino―. No tienes la necesidad de temerle, es un poco tosco de expresividad, pero es un buen colega.

―¿Un viejo amigo?

―Sí, fui el padrino del bautizo de sus dos hijos, no nos vemos hace como cincuenta años.

―¿Los vampiros se bautizan? ―pregunté arrugando la frente.

―Gran parte provienen de la religión, por algo el esposo fallecido de Lilly Hoffman era dueño de un monasterio.

Tiene sentido que algunos tengan esas costumbres, hay personas que no son religiosas, pero que adoptan costumbres que son a raíz de ellas.

―Pensé que Lysander y Charles eran tu única compañía.

―Lo siguen siendo, en mi día a día, pero ahora ya estás incorporada temporalmente.

―Supongo que sí. Pero, ¿de verdad no lo ves desde hace cincuenta años?, ¿qué clase de amigo es ese?

―Hemos mantenido contacto, además, cincuenta años pasan muy rápido para mí, recuerda que nuestro tiempo de vida es diferente a la de ustedes.

Sería aburrido vivir por mucho tiempo, ver cómo el tiempo transcurre ante tus ojos y presenciar su cambio, debe ser difícil; a mí me costó adaptarme en un país diferente, no me imagino lo que será adaptarse en tu mismo país, pero vero que todo va cambiando.

―Estás de buen humor ―le dije.

―¿Acaso no escuchaste en que vendrá un amigo?

―Sí, lo escuché.

―¿Eso no puede ser motivo de ánimo?

Me reí por su animosidad, cuando Frederick actúa así, es como si fuese menor que yo por un instante.

 

[…]

 

Cuando llegué, me di un buen baño, me quedé tan pensativa que casi se me va el tiempo que me queda del día en la ducha. Hice mis deberes, a pesar de mi organización de estudio, me empieza a doler los hombros por estar mucho tiempo sentada en el escritorio, repasando apuntes y estudiando lo más que puedo. Di un suspiro pesado, miré mi celular y le desactivé el modo avión; al instante, llegaron muchas notificaciones de varias redes sociales.

Me duele un poco la cabeza, así que dejé de leer y repasar, también intenté ignorar el celular, pero fue casi imposible no sentirse tentada.

Me dieron antojos de comer algo dulce, revisé mi celular y son las cinco de la tarde. Suspiré y salí de mi habitación, con otra de mis prendas completas, de seguro que Frederick dirá otro comentario con respecto a lo abrigada que estoy, aun así, tengo frío. Me coloqué mis guantes lanosos con figuritas de pandas.

Cuando menos me lo esperé, Charles entró a mi habitación, a pesar que no le he pasado el seguro a la puerta, ese poni se las ingenia para abrirla e irrumpir en mi habitación, «es más confiado que su dueño… ¿o papá?», Frederick parece más el papá de Charles que su dueño.

―Hola, pequeño Charles, ¿no sabes que se toca la puerta antes de entrar?

Charles relinchó y me miró con esos tiernos ojos negros, no aguanto en abrazarlo, es tan tierno que me dan ganas de dormir con él de vez en cuando.

―Eres un poni con suerte.

Salí de mi habitación siendo seguida por Charles, que parecía corretear a mi alrededor, a pesar de la pequeña cojera que casi no se nota, parece no tener problema en correr y saltar; ahora que lo pienso, ¿cómo hacen para que sus cascos no ensucien el piso?, ¿tan aseado lo tienen?

Entré a la cocina y busqué qué hacer. Puedo escuchar una conversación a lo lejos, no distingo las palabras que pronuncia, pero sé que se trata de Frederick con su visita.

Quisiera pedirle permiso a Frederick para comer algo, pero no quiero interrumpir su conversación.

―¿Tú qué me sugieres, Charles?

Él estornudó y sonó un casco dos veces contra el piso.

―Buena idea ―fingí entenderlo.

Abrí el refrigerador, está muy lleno por las compras que hizo Frederick hoy, de todas las cosas, me llamó la atención un flan que se encuentra casi frente a mí, dudé en agarrarlo, si no fuera porque me convencí a mí misma de que los que viven en esta casa no iban a comerlo ―a excepción de mí―, respiré hondo y lo saqué.

Destapé el flan y busqué una cuchara para darme mi festín dulce.

―¿Qué estás haciendo?

Di un brinco casi exagerado, pero por suerte no le pasó nada al flan.

―¡Nada ilegal! ―dije sin pensar, solo sé que soy fulminada por Lysander―. Lo juro, solo vine para comer algo dulce, ¿verdad, Charles? ― Charles asintió tres veces. Abrí mucho los ojos―. No sabía que podía entender.

Lysander dio un suspiro con los brazos cruzados y se adentró a la cocina, miró hacia los lados y dijo:

―¿Por qué no le pediste permiso a Frederick?

―No quise interrumpir su conversación con su amigo.

―Puede que tengas buenas intenciones al no avisarle, pero Vladimir Townsend no es alguien que se enoja porque le interrumpan una conversación, él y Frederick son los vampiros más pacientes que he conocido.

Se me cayó la cuchara al suelo, eso hizo un estruendo.

―¿Dijiste Vladimir?

Creo que mis ojos se saldrán de mis cuencas. Lysander no me contestó, se agachó para recoger la cuchara, casi como si fuese un instinto.

―Sí, lo he dicho. Vladimir es un viejo amigo de Frederick, es tres siglos mayores que yo ―me explicó.

―No sabía que el amigo de Frederick es el líder del clan Townsend, es el papá de mi compañera de clases.

Lysander arqueó una ceja como si yo estuviera hablando de tonterías.

―¿Compañera?, que yo sepa, Vladimir tiene dos hijos: el mayor, Adrik y el menor, Olympus.



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En el texto hay: vampiros, lgbt, discriminacion

Editado: 20.05.2021

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