Desordenados: entre el rencor y el deseo

5.

Capítulo 5: Realidades Paralelas
El silencio de la mañana siguiente no se sentía como un alivio. Louise se despertó temprano, demasiado temprano, y al mirar el reloj, se dio cuenta de que había dormido apenas unas horas. A pesar de que la noche anterior había estado llena de momentos incómodos, había algo en su pecho que seguía latiendo con fuerza, una mezcla de confusión y algo más. El cheque de regalo. Alejandro. ¿Cómo había sido tan fácil para él actuar como si nada hubiera pasado? ¿Era todo parte de un juego? La pregunta rondaba su mente una y otra vez, hasta que el sonido de su teléfono la interrumpió.
Era un mensaje de su amiga influencer, Carla.
"Hey, ¿vienes a la fiesta de esta noche? ¡Te necesitamos, querida! Todos estarán ahí."
Louise frunció el ceño mientras miraba la pantalla. A veces, esas invitaciones eran más una obligación que una verdadera oportunidad de disfrutar. Pero sabía que no podía negarse. Necesitaba estar en el centro de la conversación, como siempre lo había sido. Necesitaba el reconocimiento, la atención... aunque su cuenta bancaria estuviera casi vacía.
Esa noche, después de trabajar en su turno más largo y agotador, Louise se arregló con todo lo que podía encontrar en su armario. No podía permitirse un atuendo nuevo, pero había aprendido a usar su ingenio para crear un look llamativo. Sabía que la fiesta era de alto nivel, pero no le importaba. Necesitaba estar allí. Al llegar, el lugar estaba lleno de luces brillantes, música electrónica retumbando en el fondo y un mar de personas perfectas, todas con sus smartphones, compartiendo su vida en redes sociales.
Louise fue recibida con sonrisas y abrazos falsos. Sus amigas, siempre envueltas en el brillo de su propio mundo, la rodearon rápidamente, pero lo que realmente la hizo sentirse como una extraña fue la constante mirada de Alejandro, que, por alguna razón, estaba presente en la fiesta. Él no estaba solo; la modelo rubia de antes seguía a su lado, sonriendo como si todo fuera perfecto. Louise sintió cómo su estómago se apretaba al verlo tan tranquilo, tan seguro de sí mismo. De repente, las palabras de su amiga Carla la sacaron de sus pensamientos.
—Oye, ¿has visto lo que acaba de llegar? —preguntó, mostrándole la pantalla de su teléfono.
Era una foto de Alejandro, con su novia y las gemelas, abrazados en una foto que se había vuelto viral en cuestión de minutos. La leyenda debajo decía: "La familia perfecta. Pero aún falta algo." Louise se quedó helada. Era como si su presencia ya no fuera necesaria. Alejandro tenía todo lo que había soñado.
De alguna forma, le pareció que sus pensamientos se volvían más oscuros. Lo que ella había perdido, él lo había encontrado, lo había superado todo.
Sin embargo, un pequeño atisbo de coraje la impulsó a acercarse a él. Se acercó lentamente, como si fuera una escena de un sueño en el que no podía despertar. Cuando llegó frente a él, las palabras no salían de su boca. Solo estaba allí, con los ojos fijos en él.
—¿Te divertiste ayer en el centro comercial? —preguntó él, sin mirarla del todo.
Louise intentó recuperar su compostura, pero lo único que se le ocurrió decir fue:
—Lo pasé… genial.
La sonrisa de Alejandro fue casi burlona.
—Me alegra oírlo. Y veo que tu tarjeta no falló en el momento adecuado. —Dijo en voz baja, lo suficiente para que sus amigas no escucharan.
Louise apretó los dientes. Sabía lo que quería decir. Estaba jugando con ella, pero no podía dejar que eso la afectara. Apretó las manos y se giró, buscando una salida de la conversación que había empezado a sentirse como una trampa.
El Contrapunto
La fiesta seguía su curso, pero Louise ya no podía concentrarse en las conversaciones vacías que la rodeaban. El brillo de las luces y la música no lograban ahogar el nudo en su garganta. Sabía que necesitaba irse. No encajaba allí, no en ese mundo. Y, sin embargo, algo la mantenía prisionera.
De repente, las gemelas entraron al salón. Emma y Leni, siempre impredecibles y traviesas, se adelantaron corriendo.
—¡Bruja! —gritaron las dos a coro, justo cuando la mirada de Alejandro se desvió hacia ellas. En un segundo, las gemelas llegaron a ella y, sin ningún pudor, le abrazaron, una de cada lado.
—¡Te echábamos de menos, bruja! —dijo Emma, mientras Leni se reía a carcajadas.
La sorpresa de Alejandro fue evidente, pero a pesar de su incredulidad, no dijo nada.
Louise, sin saber cómo reaccionar, solo miró a las niñas y sonrió tímidamente.
—No me llames "bruja" —dijo, aunque un dejo de cariño se colaba en su tono.
—No te hagas la buena, ¡ya te conocemos! —respondió Leni, con una sonrisa traviesa.
Louise miró a Alejandro, quien parecía más que incómodo. Su actitud distante ya no era tan feroz, sino más bien resignada. Las niñas habían logrado que su presencia fuera tolerable. Algo en él había cambiado.
—¿Ya te vas? —preguntó Emma, con un tono más suave.
Louise asintió, y vio cómo las gemelas la miraban con una mezcla de cariño y molestia. En su interior, algo le decía que tenía que hacer las paces con ellas. Su vida no sería lo mismo sin esas pequeñas. Y, tal vez, ni siquiera su relación con Alejandro.
Pero antes de que pudiera reaccionar, Carla la empujó hacia la pista de baile, donde la música vibraba en su pecho. Louise, a pesar de estar sintiéndose cada vez más fuera de lugar, no pudo evitar dejarse llevar. Necesitaba algo para despejarse, para olvidar por unos momentos la mirada de Alejandro y la imagen perfecta que él tenía.
Y fue en ese momento cuando algo cambió. Mientras se movía torpemente al ritmo de la música, la energía de la pista comenzó a transformarse. Alejandro la observó, desde un rincón, con una sonrisa divertida. No pudo evitar reírse de la forma en que ella trataba de bailar, un poco desequilibrada, un poco perdida.
Carla, entre risas, la grabó en su teléfono, y antes de que Louise pudiera evitarlo, el video ya estaba siendo compartido en las historias de Instagram. "La bruja también sabe moverse", decía la leyenda, acompañada de emojis de risa. Louise lo sabía. Era el tipo de burla que las chicas disfrutaban. Pero su desesperación por encajar la hizo beber más de lo debido.
En su intento por no ser la “tonta” de la fiesta, Louise tragó un par de copas de más. La sensación de intoxicación la invadió rápidamente, y, antes de darse cuenta, ya estaba haciendo el ridículo, riendo sin razón y perdiendo el control.
Sus amigas se burlaban abiertamente. Las grabaciones no paraban. Y en ese caos, Alejandro apareció de nuevo, acercándose a ella con una expresión de incredulidad.
—Louise, ¿en qué momento te convertiste en esta persona? —preguntó, con un dejo de cansancio.
El malestar de Louise era palpable. Ya no podía soportar más. La fiesta, el video viral, las miradas de los demás... lo único que quería era escapar.
Alejandro, sin más opción, la tomó del brazo y la condujo fuera del club. Ella ni siquiera lo cuestionó. Solo quería irse.
—Te llevaré a casa, no sé qué haces aquí —dijo él, con la voz dura, pero sin el desprecio que Louise esperaba.
El viaje en el coche fue silencioso. Louise sentía el peso de la vergüenza, pero no tenía fuerzas para decir nada. Al llegar al departamento de Alejandro, él la dejó en el sofá, mientras se encargaba de las gemelas. La joven miró a su alrededor, el vacío de la noche anterior calando en ella. Sabía que había hecho el ridículo una vez más.
Y aunque Alejandro no la despedía con palabras, el hielo que había entre ellos seguía congelando el aire. ¿Era este el precio de querer encajar en un mundo que nunca la había aceptado de verdad?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.