Desordenados: entre el rencor y el deseo

6.

Capítulo 6: Una oferta inesperada

Louise despertó con un dolor de cabeza insoportable y un sabor amargo en la boca. La luz del sol se filtraba por los ventanales del enorme salón, cegándola por un momento. Intentó moverse, pero algo en su cara no se lo permitió.

Parpadeó varias veces y, con un mal presentimiento, llevó las manos a su rostro.

—No…

Corrió hacia el espejo más cercano, sintiendo el mareo amenazando con hacerla caer. Y entonces lo vio.

Su cara estaba cubierta de dibujos. Bigotes de gato, corazones en las mejillas y un par de palabras que prefirió no leer en voz alta.

—¡LENI! ¡EMA! —rugió con la voz rasposa.

Un par de risas traviesas llegaron desde la escalera.

—¡Mira, la bruja ha despertado! —canturreó Leni.

—¡Y sigue vomitada! —añadió Ema entre carcajadas.

Louise bajó la vista y vio la alfombra. Su estómago decidió que aún no había terminado su venganza, y en un segundo más, tuvo que correr para evitar un segundo desastre en el suelo de Alejandro.

Apoyada en la encimera de la cocina, trató de recuperar el aliento.

—Qué asco… —murmuró.

—Concuerdo.

Louise se sobresaltó y se giró. Alejandro estaba en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión entre la exasperación y la diversión.

—¿Siempre vomitas en la alfombra cuando te invitan a una casa? —preguntó con ironía.

Louise le dirigió una mirada asesina.

—Yo limpiaré.

—Eso espero —respondió él, suspirando.

Pero Louise no le prestaba atención. Algo en su pecho latía con fuerza, no por la resaca, sino por un repentino malestar que la invadió cuando sus ojos se posaron en la mesa.

Su móvil estaba ahí. Y la pantalla mostraba notificaciones sin parar.

Con un mal presentimiento, lo tomó con manos temblorosas y desbloqueó la pantalla.

El video de anoche.

Era viral.

Las risas, los comentarios crueles, los titulares burlones.

“De influencer a hazmerreír: la caída de Louise Moreau”

Las letras parecían agrandarse con cada latido.

Sintió que le faltaba el aire, y justo en ese momento, el teléfono vibró en su mano.

Mamá.

Dudó en responder, pero sabía que no tenía opción.

—Louise, ¿qué demonios hiciste ahora? —la voz al otro lado era fría, como siempre.

Louise tragó saliva.

—Mamá, yo…

—¡Te vi en ese video! ¡Haciendo el ridículo, otra vez! ¡Eres una fracasada, Louise! ¿Cuándo vas a madurar? ¿Cuándo vas a dejar de jugar a la influencer? Lo único que haces es arruinar el apellido de esta familia. ¡Eres una vergüenza!

El estómago de Louise se contrajo. Miró a Alejandro, que la observaba en silencio. Su orgullo la obligó a seguir con la cabeza en alto.

—No necesito escuchar esto.

—¡Pues más te vale que lo hagas! ¡Porque nadie más te va a decir la verdad en la cara! ¡Deja de hacer el ridículo y consigue un trabajo de verdad!

Louise colgó antes de que su madre siguiera destrozándola. Su pecho subía y bajaba con rapidez, conteniendo el impulso de romperse en llanto frente a Alejandro.

—¿Qué miras, regordete? —escupió con rabia.

Alejandro alzó una ceja.

—Solo a alguien que no sabe cuándo aceptar la realidad.

Louise apretó los dientes.

Antes de que pudiera responder, una voz melosa interrumpió la tensión.

—Ale, amor…

Louise se giró y su corazón se detuvo un segundo.

La novia de Alejandro estaba allí, perfecta como siempre. Su cabello dorado caía en ondas impecables, y su ropa de diseñador contrastaba con la sudadera arrugada y la cara pintada de Louise.

Sin decir nada, la mujer se acercó a Alejandro, pasó una mano por su cuello y lo besó con lentitud.

Demasiada lentitud.

Louise sintió algo arder en su interior.

No era rabia.

No era indignación.

Era…

No.

Sacudió la cabeza. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué ese beso le revolvía el estómago más que su resaca?

Cuando la modelo se separó, sonrió con dulzura.

—Nos vemos luego, amor —susurró. Luego, miró a Louise de arriba abajo y chasqueó la lengua—. Deberías alejarte de ciertas amistades, cariño. No son buenas para tu imagen.

Louise apretó los puños, pero la mujer ya se había ido.

Alejandro suspiró y miró el desastre de la alfombra.

—Olvídalo. Tira esa cosa. Compraré otra.

Louise frunció el ceño.

—No, yo limpiaré.

—Siempre tan terca… —murmuró él, pasándose una mano por el cabello. Luego, la miró con seriedad—. Tengo una propuesta.

—Si es para que desaparezca, ya voy.

—No. Quiero que trabajes para mí.

Louise parpadeó, confundida.

—¿Qué?

—Las gemelas te adoran. Y necesito a alguien que las cuide mientras entreno y viajo.

—¿Quieres que sea tu niñera? —preguntó, incrédula.

—Exacto.

Louise miró a las gemelas, que la observaban con ojos brillantes.

—¿Cuánto pagas?

Alejandro sonrió de lado.

—Lo suficiente como para que dejes de limpiar casas, influtonta.

Louise lo fulminó con la mirada.

—Eres un imbécil.

—¿Aceptas o no?

Miró a las gemelas de nuevo. Sabía que no tenía opción.

Suspiró.

—Está bien.

Las gemelas gritaron de emoción y la abrazaron.

Alejandro se puso la chaqueta.

—No regresaré a dormir esta noche.

Louise rodó los ojos.

—Yo tampoco. Tengo una fiesta importante.

Alejandro se detuvo en seco.

—Si vas a esa fiesta, pierdes el trabajo.

Louise lo miró con incredulidad.

—¿Qué?

—O trabajas para mí, o sigues haciendo el ridículo en redes. Tú decides.

Louise sintió la rabia subirle hasta la garganta.

—Te odio.

Alejandro sonrió con arrogancia.

—Bienvenida al equipo.

Louise suspiró con amargura y volvió a dejarse caer en el sofá antes de que los mareos la hicieran segir soltando vómitos por todos lados.

—Te aconsejo que tomes una ducha, para que puedas levantarte. Sino las gemelas harán de ti comida para los leones. — Alejandro musitó divertido mientras abría la puerta de su casa —y los leones morirán envenenados por tu culpa — agregó sarcásticamente.




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