Desordenados: entre el rencor y el deseo

7.

Capítulo 7: Rivalidades y Confesiones

El estadio vibraba con los cánticos y la euforia del partido. Louise, sentada entre las gemelas, intentaba no parecer demasiado interesada. No le importaba mucho el fútbol, pero el entusiasmo de Leni y Emma era contagioso.

—¡Vamos, Aleeee! —gritó Emma, saltando en su asiento.

—¡Pásala, pásala! —exclamó Leni, con los ojos fijos en el campo.

Louise suspiró y se acomodó en su asiento. A su alrededor, los fanáticos del Atlético de Madrid rugían de emoción, ondeando bufandas y banderas. Louise, en cambio, llevaba una camiseta del Real Madrid, cortesía de las gemelas, quienes se la habían dado antes del partido con una risa traviesa. No había pensado mucho en ello hasta ahora, cuando notó que era la única con los colores equivocados en una marea rojiblanca.

"Fantástico", pensó.

Al principio, el partido le pareció interminable. Los jugadores corrían de un lado a otro, los comentaristas gritaban cosas que no entendía, y cada tanto, el estadio explotaba en abucheos o vítores.

—Qué aburrido… —murmuró.

—¡Louise, no seas amargada! —se quejó Emma—. ¡Mira cómo juegan!

—Mmm… sí, increíble. Unos tipos persiguiendo una pelota.

Pero entonces, Alejandro tomó el balón.

La ovación fue ensordecedora, y aunque Louise intentó mantener su indiferencia, no pudo evitar fijarse en él. Su velocidad, la forma en que esquivaba a los defensores con facilidad, la manera en que controlaba el balón…

Algo en su pecho latió con emoción.

Los minutos pasaron, y sin darse cuenta, Louise comenzó a seguir el partido con más atención. Cada vez que Alejandro tenía el balón, se inclinaba un poco más hacia adelante. Cuando casi le cometen falta, soltó un "¡oye!" indignado. Y cuando el árbitro pitó a favor del Atlético, sonrió satisfecha.

—¿Qué diablos te pasa? —le preguntó un hombre a su lado, mirándola con el ceño fruncido—. ¿Por qué apoyas al equipo rival?

Louise rió nerviosa, sintiéndose de repente demasiado consciente de la camiseta blanca que llevaba puesta.

—Eh… bueno, yo…

No tuvo oportunidad de responder, porque en ese momento, Alejandro recibió un pase perfecto dentro del área.

Louise contuvo la respiración.

Un toque. Dos. Y luego, un disparo imparable directo al arco. El estadio entero explotó.Louise se puso de pie de un salto, gritando junto con los demás.

—¡Gooooool!

Saltó y aplaudió, completamente emocionada… hasta que notó que la gente a su alrededor la miraba con incredulidad.

La imagen era ridícula: una mujer con la camiseta del Real Madrid celebrando un gol del Atlético en medio de su afición.

Los hinchas del Madrid más cercanos la miraban como si la hubieran atrapado cometiendo un crimen.

Louise se quedó inmóvil.

—Ups…

Las gemelas se desternillaban de risa.

—¡Loulou, traidora! —bromeó Emma.

—Te acabas de condenar —añadió Leni con diversión.

Louise tragó saliva y se dejó caer lentamente en su asiento, fingiendo que nada había pasado. Pero las miradas seguían sobre ella, y la incomodidad la envolvió como un manto.

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Cuando el partido terminó y el Atlético de Madrid se llevó la victoria, los familiares de los jugadores bajaron al campo para saludarlos. Louise no tenía mucho interés en hacerlo, pero las gemelas la arrastraron sin darle opción.

—¡Vamos, Loulou! —gritó Leni mientras tiraba de su brazo—. ¡Tenemos que felicitar a Ale!

—Sí, sí, ¡antes de que se lo roben para entrevistas! —secundó Emma.

Cuando llegaron hasta Alejandro, las gemelas se lanzaron sobre él como dos misiles.

—¡Jugaste increíble! —dijo Emma, abrazándolo.

—¡Eres el mejor, Ale! —agregó Leni con orgullo.

Alejandro sonrió y despeinó a ambas con cariño.

—Gracias, bichos. Sabía que me estaban animando.

Louise, cruzada de brazos, los observaba con una mezcla de fastidio y diversión. Alejandro, aún con su camiseta empapada de sudor, desvió la mirada hacia ella y le dedicó una sonrisa ladina.

—¿Y tú, influtonta? ¿Pensaste que llevando esa camiseta ibas a desconcentrarme?

Louise bufó.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Que casi me duermo en el primer tiempo? Ni si quiera me fijé en tí.

Alejandro arqueó una ceja.

—Lo dices solo porque no entiendes de fútbol. Además te vimos celebrando eras el único punto blanco entre la marea roja.

—Si entiendo de fútbol, que no me guste es otra cosa. Además eso que dices no es cierto. Ni en mis peores momentos voltearia a Verte, en cambio tú ¿Sigues soñando conmigo regordete?

Las gemelas intervinieron antes de que la discusión escalara.

—Ale, ¿te gustó tu regalo? —preguntó Emma con un brillo travieso en los ojos.

—Sí, Ale, dinos. ¿Te gustó? —repitió Leni, pero con una sonrisa maliciosa.

Alejandro miró a Louise y sonrió con burla.

—Oh, sí, un regalo... muy especial.

Louise frunció el ceño.

—¿De qué están hablando?

Antes de que alguien pudiera responder, uno de los compañeros de equipo de Alejandro se acercó y se quedó mirando fijamente a Louise.

—Tío, qué sorpresa. ¿Tu novia apoya al equipo rival? —preguntó, señalando la camiseta de Louise.

Los demás jugadores, que comenzaban a reunirse alrededor, la miraron con curiosidad y sorpresa.

—¿Tu chica es del Madrid? ¡Eso es traición, Alejandro!

—Joder, hermano, tu novia sí que te quiere, está dispuesta a ir en contra del equipo solo para fastidiarte.

—No somos novios—dijeron Alejandro y Louise al mismo tiempo.

Las gemelas rieron y Emma se apresuró a intervenir antes de que pudieran aclararlo.

—¡Vamos, Ale! No seas tímido, todos sabemos que estás coladito por Loulou.

—Sí, sí, siempre están juntos y peleando como en las novelas.

Alejandro rodó los ojos, mientras Louise los miraba como si quisiera lanzarlos al otro lado del estadio.

Antes de que pudieran responder más, las cámaras de la prensa empezaron a acercarse.




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