Capitulo 8: Mentiras y más mentiras
Louise se encontraba en la cocina con Rosa, mirando la camiseta de Atleti que Alejandro le había dado Antes, al mismo tiempo que removia distraídamente su café mientras la voz de Julia resonaba desde el jardín. No necesitaba esforzarse para escucharla. La modelo estaba histérica, y cuando una mujer como Julia Von Stein estaba histérica, todo el mundo se enteraba.
—Esto se va a poner bueno —murmuró Rosa, limpiando la mesa con una calma que contrastaba con el caos que se desataba afuera.
Louise resopló.
—Yo ni siquiera hice nada.
—Díselo a la prensa —respondió Rosa con sorna—. Y a Julia.
En ese momento, la puerta trasera se abrió de golpe, haciendo que ambas giraran la cabeza. Julia entró primero, con los ojos encendidos de furia. Alejandro la siguió, con cara de fastidio y una clara falta de entusiasmo por la pelea que estaba a punto de estallar.
—Esto se acabó —soltó Julia, sin rodeos.
Louise se cruzó de brazos.
—¿Voy a necesitar palomitas para esto?
Julia ni siquiera la miró. Su atención estaba fija en Alejandro.
—Quiero que ella se vaya.
El aire en la cocina se volvió denso.
—¿Perdón? —preguntó Louise, arqueando una ceja.
Julia finalmente le dirigió la mirada, altiva y llena de desdén.
—Lo que oíste. No quiero verte más en esta casa. No quiero que sigas aquí, revoloteando alrededor de Alejandro como si—
—Como si qué, exactamente? —la interrumpió Louise, inclinándose contra la encimera con una sonrisa desafiante—. Porque te advierto que si vas a decir algo interesante, déjame grabarlo. Seguro se vuelve viral.
—¡Esto no es un chiste! —Julia giró hacia Alejandro—. ¡Dile algo!
Él suspiró.
—Julia, estás exagerando.
—¡Oh, claro! ¡Porque salir en los titulares como tu “nueva conquista” no es gran cosa!
—Bueno, técnicamente no es una nueva conquista —intervino Louise con fingida modestia—. Alejandro y yo tenemos historia, ¿verdad, Von Bremen?
Él la miró con una mezcla de irritación y ansiedad.
—Louise, ya cállate.
—¿Y si no Quiero?
Julia los miró, incrédula.
—¿De verdad están coqueteando en mi cara?
—¿Coqueteando? —Alejandro hizo una mueca—. Si esto fuera coqueteo, estaríamos en un hotel y no en mi cocina.
—Eres un idiota.
—Gracias. Lo sospechaba.
Julia cerró los ojos un momento, conteniendo su furia.
—Alejandro. No. Más. Louise.
Alejandro se pasó una mano por el cabello.
—No voy a despedirla solo porque a ti te incomoda.
—¡Porque te gusta tenerla aquí! —acusó Julia, señalándolo.
—Me gusta que las gemelas estén tranquilas, solo le pagó para que haga su trabajo. Eso no significa nada.
Louise puso los ojos en blanco.
—Bueno, qué manera más romántica de describirme. Ahora entiendo por qué tienes problemas con la prensa.
Alejandro le lanzó una mirada afilada.
—¿Quieres ayudar o solo molestar?
—¿Desde cuándo son cosas distintas?
—Louise.
—Von Bremen.
Julia los miró, asqueada.
—¿Ven lo que digo? ¡Esto es ridículo!
Y luego, con un tono más venenoso, agregó:
—Dime algo, Alejandro. ¿Quién es más importante para ti? ¿Yo o ella?
Louise sintió el peso de la pregunta incluso antes de que Alejandro pudiera reaccionar. La cocina quedó en silencio.
Alejandro frunció el ceño, claramente incómodo.
—Julia, es obvio que...
—No es una pregunta difícil —insistió ella—. Solo dime quién es más importante para ti.
El silencio se alargó peligrosamente.
Y Louise supo que no quería escuchar la respuesta.
Se enderezó y se sacudió imaginariamente el polvo de las manos.
—¿Sabes qué? Me tomaré el día libre.
Todos la miraron.
—No tienes que hacer eso —dijo Alejandro, mirándola de reojo.
Louise le sonrió con falsa dulzura.
—Lo sé. Pero la verdad es que ya me aburrí de este episodio de telenovela.
Julia cruzó los brazos, satisfecha.
—Una sabia decisión.Quedate en tú día libre hasta que mueras.
Louise le dirigió una mirada burlona.
—No te emociones demasiado, princesa. Mañana vuelvo.
Julia frunció el ceño.
—¿Perdón?
—Me tomé el día libre. No renuncié.
Antes de que Julia pudiera responder, un par de voces infantiles irrumpieron en la cocina.
—¡No es justo!
Emma y Leni se metieron en medio del conflicto, con los rostros rojos de indignación.
—¡No puedes hacer que Louise se vaya! —protestó Emma.
—¡Sí! ¡Nos gusta tenerla aquí! —agregó Leni.
Julia respiró hondo, como si intentara no explotar frente a las niñas.
—Niñas, esto no tiene nada que ver con ustedes.
—¡Sí que tiene! —dijo Leni, cruzando los brazos—. Siempre estás mandando en todo, pero esta es nuestra casa también y Louise es nuestra bruja.
—¡queremos que Louise se quede!
Alejandro miró la escena con cansancio.
Julia volvió a girarse hacia él, esperando que él pusiera orden.
—Diles que esto no es asunto suyo.
Alejandro pasó la mirada de las gemelas a Louise, luego a Julia.
Finalmente, suspiró.
—Ya basta. No voy a tomar decisiones apresuradas. Julia, hablamos luego. Ve al Spa, a descansar Yo resolveré ésto lo prometo.
Julia lo miró como si le hubiera dicho que iba a adoptar un grupo de mapaches.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir?
—Sí.
Louise tuvo que contener la risa.
Julia pareció al borde de perder la paciencia, pero en lugar de seguir peleando, agarró su bolso y se giró hacia la puerta.
—No he terminado contigo, ya verás como mañana estás llorando—le advirtió a Louise antes de salir.
El silencio que dejó fue incómodo.
Rosa fue la primera en hablar.
—Bueno, eso fue entretenido.
Louise suspiró y miró a Alejandro.
—¿Ves por qué prefiero irme hoy?
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025