Desordenados: entre el rencor y el deseo

18.

Capítulo 18: lecciones de inglés.

El parque estaba tranquilo, con el sol de la tarde filtrándose entre las hojas de los árboles. Louise estaba sentada en el césped, con Alejandro recostado en su regazo, los ojos cerrados mientras ella le pasaba los dedos entre el cabello con un ritmo distraído.

—Podrías hacer esto siempre —murmuró Alejandro, con una sonrisa de pura satisfacción—. Sería el mejor masaje de cabeza que me han dado en la vida.

—¿Siempre? ¿Y luego qué? ¿Me darás un anillo de esposa trofeo y me harás firmar un contrato de por vida?

—Depende. ¿Incluiría cláusulas donde no puedas burlarte de mí más de cinco veces al día?

Louise soltó una risa burlona y enredó un mechón de su cabello entre sus dedos.

—No podría aceptar algo así. ¿Quién sería sin mis burlas?

Alejandro abrió los ojos, la miró con fingida seriedad y luego negó con la cabeza.

—Definitivamente, eres mi karma.

—Exacto, y te juro que disfruto cada segundo de mi trabajo.

Él sonrió, pero antes de que pudiera responder, un sonido inconfundible los interrumpió. Click. Click. Click.

Louise alzó la vista y ahí estaban. Paparazzis con cámaras en mano, acercándose como depredadores que habían encontrado una presa jugosa.

Alejandro se incorporó de golpe, con el ceño fruncido.

—¡No puede ser! ¿No tienen otra cosa que hacer?

Louise parpadeó, evaluando la situación.

—Mmm… lo dudo. Ganarán más dinero con fotos tuyas que con cualquier otra cosa. Tal vez hasta vendan la historia de cómo pasamos la tarde acaramelados en el parque.

—Acaramelados, mis pelotas —gruñó Alejandro, poniéndose de pie y extendiéndole la mano—. Vamos.

—¿Vamos? —repitió Louise, aún sentada—. ¿A dónde?

—A correr.

—¿Disculpa?

—¿Quieres quedarte a sonreírles para la portada de una revista?

Louise chasqueó la lengua, tomó su mano y, en cuanto Alejandro la jaló, corrieron juntos entre los árboles, esquivando raíces y riendo cuando los flashes parpadeaban detrás de ellos.

—¡No sé en qué momento acepté huir contigo como si fuéramos prófugos de la justicia! —exclamó ella, entre risas.

—Desde que entraste a mi casa, nena —respondió él con una sonrisa arrogante.

Cuando finalmente llegaron al auto, ambos se dejaron caer en los asientos, recuperando el aliento entre risas. Alejandro encendió el motor, y Louise sacó su teléfono con la peor idea posible: revisar las redes sociales.

—Vamos a ver qué dicen de nuestra grandiosa huida… —dijo, deslizando por la pantalla.

Primero, Twitter (o X, como la tía millonaria lo renombró).

@ChismesDeportivos: Alejandro Von Bremen y la misteriosa chica con la que se besó en el estadio, captados en una romántica tarde en el parque. ¿Nuevo romance confirmado?

@NoMeInvitenAMí: Yo no sé quién es ella, pero si se burló de mi Ale cuando estaba regordete en el instituto, no la quiero en mi vida. Cadena para funarla hasta que le cierren todas las cuentas. Además ni siquiera es tan bonita.

—¡¿Qué?! —Louise exclamó con los ojos abiertos—. ¡¿Cómo se enteraron de eso?! ¿Por qué quieren cerrar mis cuentas? ¿NO SOY TAN BONITA?

Alejandro se rió y cambió de carril con calma.

—Sabía que esto saldría en algún momento. No te cerrarán las cuentas, y claro que eres Bonita.

—¿Y por qué te ríes? ¡Esto es grave!

—No es grave.

Louise bufó y abrió Instagram.

@ReinaDelGossip: Louise, la influencer en desgracia, ahora la nueva novia del futbolista del momento. ¿O será solo otra conquista?

Louise apretó los dientes y leyó en voz alta:

—"Influencer en desgracia".

Alejandro sonrió de lado.

—Bueno, al menos ya no eres solo eso.

Louise lo fulminó con la mirada.

—Tienes razón. Ahora soy el centro de una polémica, que es peor.

—Ahí viene el drama.

—¡Porque lo es! ¡Esto es un escándalo de proporciones épicas! ¡Ahora todos me odiarán más! ¡Y a ti también!

Alejandro suspiró y le lanzó una mirada rápida antes de detenerse en un semáforo.

—No me interesa si me odian todos. Solo me interesa que tú no lo hagas.

Louise parpadeó, sus labios entreabiertos en sorpresa. Luego, sonrió con diversión.

—Deja de lanzarme piropos. No te voy a besar.

Alejandro soltó una carcajada y arrancó el auto.

—Tenia que intentarlo.

Alejandro musitó. Louise bufó, pero su sonrisa traicionera lo decía todo, luego le lanzó un beso.

—Tendras que conformarte con eso.

—No me conformo, pero lo aceptó.

Alejandro sonrió, mirándola de Louise sintió como una simple mirada la desarmaba por completo.

—Deja de mirarme y concéntrate en conducir, vamos a ocasionar un accidente.

—Por supuesto Jefa.

************************************************

El colegio tenía ese ambiente de caos controlado que solo existía a la hora de la salida. Niños corriendo, padres conversando y maestros intentando mantener el orden. Alejandro y Louise avanzaban entre la multitud, en busca de Leni y Emma, cuando una voz los detuvo.

—Señor Von Bremen —llamó una mujer con cara de pocos amigos. Era la profesora de las gemelas.

Alejandro suspiró y se giró con su mejor sonrisa forzada.

—¿Sí?

—Necesito hablar con usted sobre Leni y Emma.

Louise compartió una mirada rápida con Alejandro antes de asentir.

—¿Qué hicieron ahora?

—No siguen órdenes, no se mantienen tranquilas en clase y, para colmo, su desempeño en inglés es terrible.

Emma, que había estado escuchando, frunció el ceño y cruzó los brazos.

—¡Eso es injusto! ¡Nos están juzgando solo porque no hablamos inglés, pero sí hablamos alemán!

—Exacto —apoyó Leni, inflando el pecho con orgullo—. Scheiße.

Alejandro abrió los ojos como platos y giró de inmediato hacia su hermana menor con incredulidad y furia en igual medida.




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