Capítulo 20: el pasado atormentándo
El celular de Louise vibraba insistentemente sobre la mesa, iluminando la pantalla con llamadas y mensajes de Alejandro. Pero ella ni siquiera lo miró. Se levantó de golpe del sofá, sintiendo que la sangre le hervía en las venas.
—Este imbécil… —murmuró entre dientes, apretando los puños.
—¿Louise? —La voz de Rosa la sacó de su furia momentánea. La mujer la observaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados—. ¿Qué te pasa? Tienes una cara…
Louise soltó una risa amarga y se pasó las manos por la cara, intentando recomponerse.
—Soy una tonta, Rosa. Una idiota ilusa.
—Tranquila, niña. Seguro hay una explicación.
Louise negó con la cabeza, sintiendo los ojos arder.
—Claro que la hay: yo soy estúpida. Por eso nunca me ha interesado el amor, porque siempre que lo encuentras, terminas rompiéndote.
Un par de lágrimas de pura rabia resbalaron por sus mejillas, y se las limpió con furia antes de agarrar las llaves.
—Voy por las gemelas.
Las gemelas corrieron a abrazarla apenas la vieron, radiantes de felicidad.
—¡Aprobamos, Lou!
—¡Somos unas genias!
Louise sonrió, aunque todavía sentía el pecho apretado.
—¡Eso es increíble, chicas! Estoy muy orgullosa de ustedes.
Pero la profesora que estaba cerca no compartía el entusiasmo.
—Si estas niñas dejaran de comportarse como unas locas, tal vez avanzarían más rápido —soltó con un tono despectivo.
Louise se giró lentamente, fulminándola con la mirada.
—¿Perdón?
—Ya sabe… No tienen una madre ni un padre que las guíe.
Un silencio tenso se formó en el pasillo. Louise sintió un golpe de furia directa al pecho.
—¿Y qué? —soltó, con voz afilada—. ¿Eso le da derecho a hablar así de ellas? Son brillantes, ingeniosas y mucho más fuertes que muchas personas que conozco. Así que métase sus prejuicios por donde le quepan.
La profesora abrió la boca, pero Louise ya le había dado la espalda, llevándose a las niñas de ahí antes de que la rabia la hiciera perder el control.
Las gemelas, antes felices, ahora estaban cabizbajas.
—¿Quieren hacer algo divertido? —preguntó Louise, tratando de levantarles el ánimo.
—¿Podemos ir al karaoke? —preguntó Leni, con los ojos brillantes.
—¡Por supuesto que sí!
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El Oasis estaba lleno de vida, con luces de neón y música saliendo de todos los rincones. Las gemelas se emocionaron en cuanto entraron al karaoke y, en cuanto subieron al escenario, se les iluminó la cara.
Louise las observó cantar con una sonrisa genuina. Por un rato, olvidó a Alejandro, a Julia y a su estúpido instinto de mujer.
Cuando llegó su turno, las gemelas la animaron.
—¡Vamos, Lou! —gritó Leni.
Louise se subió al escenario con una seguridad desbordante. Agarró el micrófono y sonrió como una estrella de pop en su mejor noche.
Cuando empezó "Mami" de Karol G y Becky G, lo dio todo. Cantaba horrible, pero su actitud era de una diva de escenario. Se movía con energía, señalaba al público y hasta hacía coreografía improvisada.
Leni le hacía los coros mientras le aplaudía con emoción.
Emma, en cambio, estaba ocupada con algo más.
—Hola, Ale —dijo en voz baja, con el teléfono pegado a la oreja.
—¿Dónde están? Louise no me contesta.
—En el karaoke. Hemos tenido un mal día las tres.
Alejandro suspiró, exasperado.
—Muéstrame qué está haciendo Louise.
Emma giró la cámara. Alejandro la vio en pleno show, gritando con pasión:
"No me vuelvas a llamarque hasta boté el celular,lo que se va, se va,conmigo no te equivoques…"
Alejandro se pasó una mano por la cara y murmuró:
—Joder… No va a escucharme. Esta semana será una tortura.
Emma rió.
—¿Peleaste con Lou?
—Sí. Necesito tu ayuda.
Emma sonrió con picardía.
—Ok.
—Pero te llamaré luego diviértete, Cuelga antes de que se dé cuenta de que llamé. Y pórtense bien, las quiero mucho.
—¡Sí, sí! —Emma colgó y volvió a unirse a la diversión.
Louise seguía cantando con una energía contagiosa, como si de esa forma drenará toda la rabia que sentía.
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Alejandro estaba sentado en la mesa del desayuno, su celular en la mano, mirando la pantalla con los dedos sobre las teclas. Sabía que Louise no le contestaría, pero aún así escribió:
"Buenos días, Lou. Ojalá podamos hablar pronto. Estoy pensando en ti."
Dejó el teléfono sobre la mesa y suspiró. Sabía que, por más que lo intentara, no había forma de romper el hielo con ella por ahora. Estaba demasiado furiosa.
David entró al comedor del bufete con su café, notando la atmósfera tensa que rodeaba a Alejandro.
—¿Han peleado? —preguntó, lanzando una mirada curiosa al celular de Alejandro.
Alejandro lo miró y se pasó la mano por el cabello, frustrado.
—Sí, está furiosa. —Hizo una pausa, pensativo—. Lo extraño es que no me ha bloqueado del WhatsApp.
David soltó una carcajada, burlándose de su amigo.
—¡Eres un exagerado! Está claro que se ha molestado, pero nada más.
—No exagero, David. Louise es puro fuego. No hay puntos medios con ella. —Alejandro lo miró fijamente, la preocupación aún presente en su rostro.
David se sentó frente a él, sonriendo con complicidad.
—Pues yo los veo muy enamorados, y no creo que este plan de Julia de hospedarse aquí accidentalmente sea suficiente para separarlos.
Alejandro suspiró de nuevo, dejando el café sin tocar.
—El problema no es que Julia esté aquí. Es el plan sucio que tiene en mente. —Levantó la mirada, como si esperara que algo pasara para quitarle ese peso de encima.
Justo en ese momento, Julia apareció en el comedor con Toni, la esposa de uno de los jugadores, y Clara, la novia de otro (la chica se llamaba Camille, una rubia de mirada coqueta). Julia se acercó con su sonrisa forzada y se sentó junto a Alejandro, ignorando su incomodidad.
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025