Capítulo 23: nuevos trabajos, nuevo enemigo.
Louise entró al despacho con la espalda recta y la mirada firme. Frente a ella, un hombre de unos cuarenta años, trajeado y con el cabello engominado, la observó con una sonrisa apreciativa.
—Vaya, eres aún más hermosa en persona —dijo sin tapujos.
Louise apretó los dientes y cruzó los brazos.
—¿Y también va a preguntarme sobre mi experiencia o solo me contrató por mi cara?
El hombre parpadeó, sorprendido por su tono cortante, y luego sonrió con cierto nerviosismo.
—Vaya carácter… Me gusta. Cuéntame, ¿qué experiencia tienes como mesera?
Su tono sarcástico no pasó desapercibido, pero Louise necesitaba el trabajo. Se tragó el fastidio y respondió con calma.
—Sé manejar bandejas con precisión, recordar pedidos sin anotarlos, trato con clientes de alto perfil y tengo experiencia en locales concurridos. Además, sé hacer cafés de calidad.
El jefe apenas la escuchaba. Sus ojos estaban fijos en sus labios, completamente embelesado. Louise suspiró, casi perdiendo la paciencia, pero recordó su cuenta en cero, tragó saliva y sonrió con profesionalismo.
—Perfecto. El trabajo es tuyo. Empiezas ahora mismo.
Le entregó un uniforme negro y la llevó a la sala donde se reunían los empleados.
—Chicos, ella es Louise. —Hizo un gesto para presentarlos—. Laura, Enzo y Hades.
Laura, una chica pelirroja con expresión amigable, le sonrió de inmediato. Enzo, un chico con el cabello decolorado y actitud extravagante, le guiñó un ojo.
—¡Cariño, qué lujo trabajar con alguien como tú! Vas a hacer que nos lluevan clientes.
Pero Hades, el encargado, un hombre de complexión fuerte y atractivo, la miró de arriba a abajo con una sonrisa despectiva.
—Se quién eres. La novia del futbolista estrella del Atleti. Ni creas que harás de reina aquí. Nosotros venimos a currar, no a hacer estupideces.
Louise bajó la mirada a su placa y arqueó una ceja.
—Hades, ¿no?
Él la miró con enojo.
—Mi nombre es Louise. Y realmente no sabes quién soy. No me interesa que seamos amigos, pero he venido a currar porque necesito el trabajo. Así que bájale tres a tu intensidad y tu prejuicio y explícame qué necesitas de mí.
Laura y Enzo soltaron una risa contenida.
—Hades, no seas duro con la princesa —bromeó Enzo.
—Aquí no hay princesas ni privilegios. Aquí todos trabajamos, y como nueva, harás lo que los nuevos hacen —dijo Hades con una sonrisa maliciosa.
Louise mantuvo su expresión neutra.
—Perfecto. Ahora dime qué hago, jefe.
Hades no tuvo piedad. La mandó a limpiar los baños del bar, que eran lujosos pero acumulaban un desastre tras los eventos nocturnos. Louise se puso guantes y se arremangó sin una sola queja, desinfectando cada superficie, aguantando olores y dejando todo impecable.
Hades la observaba desde lejos, esperando que explotara, pero ella solo seguía adelante.
Frustrado, la mandó a atender una mesa de clientes VIP. Eran un grupo de empresarios arrogantes, con relojes que costaban más que su renta anual.
—¿Tú eres la nueva? —preguntó uno con desdén.
—Sí, ¿qué desean?
—Para empezar, que no nos hables con esa actitud.
Otro la miró con desprecio.
—Espero que sepas servir el vino. No queremos que una niña torpe nos arruine la cena.
Louise apretó la mandíbula y cumplió con su trabajo, aunque los hombres no dejaron de hacer comentarios hirientes, incluso sugiriendo que solo la contrataron por su apariencia.
Desde la barra, Hades sonreía, disfrutando el espectáculo.
—Ya es suficiente, Hades —dijo Laura con el ceño fruncido—. La chica ha demostrado que vino a trabajar.
—Sabes que esos clientes son insoportables, solo tú puedes atenderlos —añadió Enzo.
Hades, divertido, vio cómo Louise estaba al borde del colapso, pero sin rendirse. Finalmente, decidió intervenir.
—Louise, ve a preparar café. Yo me encargo.
Louise lo miró con rabia. Sabía que lo hacía solo porque estaba satisfecho con verla sufrir, pero obedeció.
Louise estaba tan cabreada mientras calentaba la leche en la máquina de café que no se percató del vapor hirviendo hasta que fue demasiado tarde.
—¡Mierda! —soltó un quejido ahogado mientras el líquido caliente le quemaba la piel.
Laura corrió hacia ella.
—Déjame ver, cariño. Vamos, ponlo bajo agua fría.
Louise respiró hondo, conteniendo el dolor. Desde la distancia, Hades la observaba. Finalmente, cuando ella terminó de curarse, se acercó con los brazos cruzados.
—¿Acaso no sabes usar la máquina de café?
Louise lo fulminó con la mirada.
—Claro que sé. Lo que no sé es cómo tratar con alguien tan desagradable como tú.
Hades arqueó una ceja con diversión, pero Louise ya no le prestó atención. A pesar del ardor en su piel, preparó los cafés con leche perfectamente cremados y con figuras de corazones en la espuma.
Cuando terminó, se los entregó sin una sola palabra.
Hades la observó, sorprendido y siguió su camino.
La noche estaba llegando a su punto más caótico, con el bar repleto de clientes exigentes y música de fondo amortiguando las conversaciones. Louise estaba agotada, pero mantenía la compostura.
—Louise, atiende la mesa del fondo —ordenó Hades mientras servía tragos en la barra.
—¿No puedes mandar a otro?
—Estoy ocupado. ¿O vas a empezar a quejarte?
Louise apretó los labios y fue. Al llegar, encontró a cuatro chicos con relojes caros y camisas desabrochadas, claramente ebrios.
—Mírenla, chicos. ¡Qué pedazo de mujer! —exclamó uno, arrastrando las palabras.
Louise ignoró el comentario y sacó su libreta.
—¿Qué van a pedir?
Otro se inclinó hacia ella con una sonrisa lasciva.
—Depende, ¿qué ofreces aparte de tragos?
Los otros rieron, y Louise sintió un escalofrío de incomodidad.
—Solo bebidas.
—Venga, guapa, no seas fría. Con ese culazo, podrías ganarte la vida de otra manera —soltó uno, provocando más risas.
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025