Capitulo 24: sorpresa.
El bullicio del bar la recibió antes de que Louise pudiera cruzar la puerta. La música, las voces, el chocar de vasos… todo indicaba que la noche iba a ser intensa. Sin embargo, lo primero que encontró al entrar fueron los brazos abiertos de Enzo y Laura.
—¡Louise! —exclamó Laura, dándole un abrazo rápido.
—Pensé que no ibas a venir después de la locura de ayer —bromeó Enzo, sonriendo.
—¿Y perderme la oportunidad de verlos? Jamás.
Antes de que pudiera disfrutar del momento, una voz cortante la hizo girarse.
—Llegas un minuto tarde.
Louise miró su reloj de inmediato. Marcaba la hora exacta. Frunció el ceño y miró a Hades, quien la observaba con su habitual aire de superioridad.
—Son en punto.
—Tienes que llegar quince minutos antes. Esa es la norma —respondió él con calma—. Así que acabas de perder tu descanso.
Louise abrió la boca indignada.
—¡¿Qué?! Eso es ridículo.
Hades no perdió el tiempo y le tendió dos fregonas.
—Los baños necesitan una limpieza urgente.
Louise apretó los dientes, pero antes de que pudiera reaccionar, Hades prácticamente le metió los implementos en las manos. Louise los sostuvo con rabia, pero en un movimiento brusco, los arrancó con fuerza, haciendo que él soltara una leve risa.
—Me encantas cuando te enfadas, princesa.
—Y a mí me encantaría meterte la fregona por…
—Anda, a trabajar.
Louise se alejó, mascullando insultos. Apenas llegó al baño, comenzó a limpiar mientras murmuraba maldiciones entre dientes.
—Maldito cretino egocéntrico… ¿Quién se cree que es? Oh, mírame, soy Hades, el dueño del maldito inframundo y también del bar. Un capullo con aires de rey…
—¿Terminaste de insultarme?
Louise se quedó helada. Giró la cabeza lentamente y ahí estaba Hades, apoyado en el marco de la puerta con una ceja levantada.
Respiró hondo y se obligó a mantener la compostura.
—Aún no.
Él soltó una carcajada baja y luego cruzó los brazos.
—Después de aquí, limpias la barra y la máquina de café.
Louise resopló.
—¡Por supuesto! ¿Algo más, su majestad del inframundo? ¿Te lustró los zapatos también?
—No me tientes.
La noche transcurrió a un ritmo frenético. Los clientes iban y venían, las órdenes se acumulaban y apenas tuvo tiempo para respirar. Era viernes, y el bar estaba a reventar. Para cuando el turno terminó, Louise estaba exhausta.
—Vamos a la terraza a comer algo antes de irnos —sugirió Enzo con una sonrisa.
—No puedo —dijo ella, frotándose los ojos—. Estoy demasiado cansada.
Y tampoco había podido contestarle a Alejandro en toda la noche. Maldijo por lo bajo y, en cuanto salió del bar, sacó su móvil para enviarle un mensaje.
Louise: Lo siento, ha sido una locura. No pude tomarte el descanso. Estoy agotada.
No pasaron ni dos segundos antes de que la pantalla se iluminara con su nombre.
—¿Alejandro?
—¿Qué haces despierto?
—Imaginándome dos mil razones diferentes por las que no me contestaste el teléfono.
Louise sonrió con cansancio.
—¿Alguna buena?
—No, todas muy malas.
—Estaba petado. No pude tomarme el descanso. Lo siento mucho.
—Deja que llegue, ese idiota va a ver.
Louise rodó los ojos con cariño.
—Me voy a casa. Trata de dormir.
—Dormiré cuando estemos juntos otra vez.
—Estarás como zombi mañana. Eres un necio.
Antes de subirse al coche, saludó a los chicos con la mano y se metió en el asiento del conductor. Alejandro seguía en la línea.
—No puedo dormir en serio, tengo insomnio.
—¿Por mi culpa?
—No, siempre me pasa antes de los partidos. Siento muchísima presión. Es difícil manejarla.
Louise lo pensó un momento y luego encendió la cámara, iniciando una videollamada.
—Si estuvieras cerca, te haría un buen masaje —susurró mientras conducía.
Alejandro cerró los ojos de inmediato.
—Sí… cuéntame más.
—Te pondría aceite y deslizaría mis manos por tu espalda…
Hizo una pausa para que él lo imaginara.
—Empezaría por tus hombros, presionando suavemente para liberar la tensión. Mis dedos bajarían por tu espalda, encontrando esos nudos duros y deshaciéndolos poco a poco. Luego seguiría hasta la parte baja, amasando con delicadeza…
Alejandro dejó escapar un suspiro.
—Dios… sigue.
—Mis manos subirían otra vez, con movimientos firmes pero lentos. Haría círculos en tu cuello, justo donde sientes la presión… hasta que tu cuerpo se relajara por completo.
Alejandro sonrió con los ojos cerrados.
—Creo que esto está funcionando.
Cuando Louise llegó a casa, se dejó caer en la cama con el móvil aún en la videollamada.
—Cierra los ojos, Alejandro.
—Solo si prometes que seguirás hablando.
—Prometido.
Ambos se quedaron en silencio, escuchando la respiración del otro, hasta que el sueño los venció con la videollamada aún activa.
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El desayuno en el hotel transcurría entre el murmullo de conversaciones y el sonido de cubiertos chocando contra la porcelana. Alejandro, sin embargo, estaba con el ceño fruncido, removiendo la comida en su plato con desaire.
David, sentado frente a él, bebió un sorbo de café y lo observó con una ceja levantada.
—Vale, suéltalo. ¿Peleaste con Louise otra vez?
Alejandro negó con la cabeza, masticando un trozo de pan con rabia.
—No.
—Entonces, ¿por qué pareces un perro rabioso?
Alejandro suspiró y dejó el tenedor sobre el plato con un golpe seco.
—Empezó a trabajar en un bar… y su jefe me da mala espina.
David soltó una carcajada escandalosa, llamando la atención de algunos compañeros.
—¿Qué mierda te pasa? —gruñó Alejandro antes de soltarle un manotazo en el brazo.
David se frotó donde lo había golpeado, sin borrar la sonrisa.
—Viejo, perdiste la cabeza. Esa chica te ha lanzado un embrujo.
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025