Capítulo 25 : Bajo presión
Louise llegó al bar corriendo, sintiendo la tela del jersey del Atlético de Madrid pegándose a su piel por el sudor y la prisa. Su corazón aún latía con fuerza después de la carrera frenética desde el aeropuerto. Aún tenía el eco de la celebración en la cabeza, la adrenalina del partido y la imagen de Alejandro sonriéndole con promesas silenciosas.
Al cruzar la puerta del lugar, sintió de inmediato las miradas sobre ella. Hades, apoyado contra la barra, la escaneó de arriba abajo con su ceño fruncido, como si no diera crédito a lo que veía. Laura, con una bandeja en la mano, la observó boquiabierta, y Enzo, que acomodaba unas copas, levantó una ceja con diversión.
—¿Qué? ¿Nunca han visto a una persona comprometida con su equipo? —dijo Louise, alzando los brazos antes de seguir corriendo hacia los vestidores.
—¡Louise, tienes treinta minutos! —le gritó Laura, aún en shock.
—¡Sí, mamá! —respondió sin voltear, empujando la puerta del vestidor.
Se quitó el jersey y lo arrojó dentro de su mochila. Apenas tenía tiempo de ponerse el uniforme, y ya sentía el cansancio en sus músculos protestando por la exigencia del día. El partido, el viaje de regreso, la carrera... Y ahora tenía que estar impecable para un turno exigente.
Estaba terminando de abrocharse la camisa del uniforme cuando la puerta del vestidor se abrió bruscamente.
—No quiero que uses el cansancio de tu viajé express a Bilbao como excusa para un mal desempeño hoy —gruñó Hades, cruzándose de brazos. Su expresión era más oscura que de costumbre—. Un solo error y estás fuera.
Louise soltó un suspiro cansado, pero sin perder la chispa en la mirada.
—Perfecto. ¿Esperas entonces a qué me equivoqué o me dejas terminar de vestirme para que empieces a acosarme?
Los ojos de Hades se estrecharon con irritación, pero no retrocedió ni un milímetro.
—No estoy de humor para tus bromas, Louise.
—Y yo no estoy de humor para que me respires encima mientras intento hacer mi trabajo. —Se sacudió la camisa y se ajustó la falda con indiferencia—. ¿Algo más, jefe?
Hades la sostuvo con la mirada un momento, antes de soltar un resoplido frustrado y girarse sobre sus talones.
—Más te vale no defraudarme.
Cuando la puerta se cerró, Louise dejó escapar un suspiro, pasando las manos por su cara.
Genial. Otra noche bajo la lupa de Hades.
Y por si fuera poco… su cuenta bancaria acababa de sufrir otro golpe brutal con los boletos de último minuto. ¿Cuántas veces más iba a arruinarse por Alejandro Von Bremen?
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Louise se movía con rapidez entre las mesas del bar, sirviendo tragos, limpiando superficies y asegurándose de no cometer ni un solo error. Sabía que Hades estaba de un humor especialmente detestable esa noche, lo sentía en la forma en que la miraba cada vez que pasaba cerca, en cómo fruncía el ceño con cada uno de sus movimientos, como si estuviera esperando verla fallar.
Laura y Enzo, por suerte, estaban cubriéndola cuando algo se le pasaba por el cansancio. Un par de veces casi se le cayó una bandeja, pero Enzo la sujetó a tiempo con una sonrisa cómplice. Otra vez, una cliente le pidió una recomendación y Laura intervino antes de que Louise quedara atrapada en su falta de conocimiento de la carta.
Pero Hades no se rendía.
—Louise, haz un Midnight Eclipse —ordenó, apoyado en la barra con su expresión de fastidio permanente.
Louise parpadeó. No tenía idea de cómo se hacía ese trago.
—Claro, dame un segundo —respondió con una sonrisa forzada.
Buscó la carta del bar y, entre los ingredientes, dedujo cómo prepararlo. Lo hizo con toda la precisión posible y lo sirvió con una mirada desafiante hacia Hades. Él tomó el vaso, lo inspeccionó, lo probó… y se mordió la lengua, claramente molesto de que le hubiese salido bien.
Pero la noche se hacía interminable. El cansancio la golpeaba sin piedad, y ya casi al final del turno, sus ojos comenzaron a cerrarse solos. Se obligaba a mantenerse en pie, pero mientras intentaba secar una copa, sus dedos la soltaron y el cristal estalló en el suelo.
El silencio en la barra fue inmediato.
—¡Louise! —bramó Hades, haciendo que todos voltearan.
Laura y Enzo se tensaron al instante.
Louise apretó los labios y se inclinó para recoger los cristales en silencio, pero un pequeño filo le cortó la palma.
—¡Hades, eres un idiota! —espetó Laura, corriendo hacia Louise.
—¿No ves que está agotada? —agregó Enzo, mirándolo con desprecio.
Louise se puso de pie con los cristales en la mano y salió hacia el baño sin decir una palabra. Abrió el grifo y dejó que el agua corriera sobre la herida, pero la frustración explotó dentro de ella. Se cubrió el rostro con la mano libre y sintió las lágrimas arder en sus ojos.
La puerta se abrió de golpe.
—¿Estás bien? —Hades estaba ahí, con el ceño fruncido, disfrazando su preocupación con indiferencia.
Louise levantó la mirada, con los ojos enrojecidos.
—No. No estoy bien. No soporto ni un minuto más trabajar contigo.
Hades la miró en silencio.
—¿Por qué me odias tanto? —preguntó Louise, con la voz cansada.
—No te odio —murmuró él, pasándose una mano por el cabello—. Solo intento que te concentres en tu vida. Porque, por lo que veo, vives para Alejandro.
Louise sintió una punzada de rabia.
—¿Y eso qué te importa? Es mi vida privada.
Hades esbozó una sonrisa amarga.
—Vas a terminar con el corazón roto. Alejandro solo está jugando contigo.
Louise lo fulminó con la mirada, pero no le dio el gusto de responder. Se secó las manos, recogió sus cosas y salió del baño con la decisión tomada.
Se acercó a Laura y Enzo.
—Nos vemos, chicos.
—¿Nos vemos? —preguntó Enzo, extrañado.
—¿Estás renunciando? —La voz de Hades sonó a su espalda—. Porque si lo estás haciendo, debes comunicármelo a mí, no a ellos.
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025