Capítulo 27: multa y banquillo.
El silencio de la madrugada envolvía la habitación cuando Alejandro sintió un peso sobre su brazo. Louise estaba profundamente dormida, su respiración pausada contra su pecho. Sonrió, disfrutando por un segundo la calidez de su cuerpo antes de recordar que tenía que llevar a las gemelas al colegio.
Con el máximo cuidado, intentó deslizarse fuera de la cama sin despertarla, pero Louise hizo un ruido somnoliento y su brazo se aferró con más fuerza a su torso.
—No, no, cariño, quédate dormida —susurró Alejandro, besando su cabello mientras se movía con precisión quirúrgica para liberarse. Cuando finalmente lo logró, Louise solo murmuró algo ininteligible y se acurrucó en las sábanas.
Bien, misión uno: escapar. Completada.
Se vistió en silencio, tomando sus llaves y el abrigo antes de dirigirse al cuarto de las gemelas. Al abrir la puerta, se encontró con dos pares de ojos llenos de sospecha.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Emma, con los brazos cruzados.
—¿Dónde está Louise? —Leni frunció el ceño, sentada en la cama con el ceño fruncido.
—Durmiendo. Hoy la llevo yo al cole —anunció Alejandro con una sonrisa, creyendo que la mañana sería fácil.
Error. Gran error.
—¡No! —gritó Emma.
—¡Queremos a Louise! —gritó Leni al mismo tiempo.
Antes de que Alejandro pudiera responder, Emma se tiró de nuevo a la cama y se envolvió en las sábanas como si fuera un capullo de seda. Leni, en cambio, se levantó y corrió fuera del cuarto.
—¡Genial! —murmuró Alejandro, rascándose la nuca.
Fue tras Leni, solo para encontrarla metida debajo de la mesa del comedor, abrazada a una de las patas.
—Leni, sal de ahí.
—No.
—Te voy a llevar al colegio de cualquier forma.
—¡No si no me encuentras!
—¡Leni, te estoy viendo!
—¡No puedes probarlo!
Alejandro se masajeó las sienes. ¿Cómo demonios manejaba Louise esto todos los días?
Después de veinte minutos de negociación, persecución y amenazas de quitarles el Wi-Fi, logró meterlas en el coche. Pensó que el caos había terminado.
Ja.
En el camino, las niñas comenzaron a pelear.
—¡Emma, no me toques!
—¡No te estoy tocando!
—¡Sí lo estás haciendo!
—¡Eso es aire!
Emma estiró la mano y empujó a Leni.
—¡Papáaaa! —gritó Leni, dramatizando como si la hubieran apuñalado.
—¡Soy tu hermano, no tu papá! —exclamó Alejandro, sin saber por qué tenía que aclararlo.
—¡Pues compórtate como un adulto responsable y dile a Emma que pare!
Alejandro miró al cielo como pidiendo paciencia.
Para cuando llegaron al colegio, Alejandro estaba despeinado, frustrado y convencido de que los niños eran un castigo divino.
—Bajad del coche —ordenó, exhausto.
—No.
—¡Maldita sea!
Cuando por fin consiguió que salieran, respiró hondo y se recargó contra el asiento.
Día difícil, pero ahora mejora.
Su teléfono sonó.
Error otra vez.
—¿Qué pasa? —preguntó Alejandro al contestar.
—Tenemos un problema.
Era su manager, y su tono no prometía nada bueno.
—¿Qué problema?
—Fotos tuyas en Madrid la madrugada del miércoles.
El estómago de Alejandro cayó en picada.
—Mierda.
—Sí, mierda. Porque deberías haber estado en Bilbao con el equipo.
Alejandro cerró los ojos. Julia. Tenía que ser Julia.
—Voy para allá.
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La oficina del club estaba tensa cuando Alejandro llegó. Su manager estaba allí, junto con el director técnico y parte del cuerpo directivo. La prensa ya olía sangre.
—¿Quieres explicarnos por qué demonios estabas en Madrid cuando tu equipo estaba en Bilbao? —preguntó el entrenador, con los brazos cruzados.
Alejandro inhaló y exhaló.
—Puedo explicarlo.
—Me encantaría escuchar esa explicación —intervino uno de los directivos.
—Tuve una emergencia personal.
—¿Y esa emergencia tenía que ver con tu exnovia?
—¡No! —exclamó Alejandro, sintiendo el ardor de la rabia—. ¡Esto no tiene nada que ver con Julia!
—Entonces, ¿con qué tiene que ver?
Alejandro apretó la mandíbula. Con Louise. Con la mujer que amo. Pero no iba a exponerla.
—No puedo decirlo.
El entrenador bufó.
—¿Sabes lo que esto significa, verdad?
—Lo sé.
—Eres la estrella del equipo, Von Bremen. Nos llevaste a la final de la liga y a la semifinal de la Champions. Pero si esto se vuelve un escándalo mayor, no habrá favoritismo que te salve.
—Entendido. ¿Cuál es el castigo?
—Multa económica y banquillo en el próximo partido.
Alejandro cerró los ojos. Mierda.
—De acuerdo.
—Y te quiero en la próxima rueda de prensa, aclarando el tema.Inventate algo.
—Está bien.
Cuando salió de la oficina, su teléfono vibró.
Un mensaje de Louise.
"¿Cómo va tu mañana?"
Alejandro soltó una carcajada seca.
"De maravilla. ¿Y la tuya?
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Alejandro salió de la oficina con el peso del mundo sobre sus hombros. Cada paso lo acercaba más a la inevitable rueda de prensa, y lo que menos quería en ese momento era enfrentarse a las cámaras, las preguntas, las miradas expectantes. Había trabajado toda su vida para estar en la final de la liga, para ser el titular, el que lideraba a su equipo hacia la victoria, y ahora... ahora tenía que ver todo eso desde el maldito banquillo. No era el final que se había imaginado.
Con las manos apretadas en puños y el rostro tenso, se subió al coche sin mediar palabra con su manager, que lo observaba en silencio desde el asiento del copiloto. La tensión en el aire era palpable. Alejandro podía sentir cómo la frustración lo consumía.
Mierda.
La palabra se repetía en su cabeza como un mantra, pero no podía sacudirla. La culpa, el enfado con Julia, con él mismo, con la situación en general, se acumulaba como un peso imposible de quitar. ¿Cómo había sido tan estúpido? ¿Cómo no había sido capaz de manejar lo que tenía con Louise de una manera más inteligente? Se había dejado llevar, impulsivo como siempre, y ahora estaba pagando el precio.
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025