Capitulo 30; ¿Quien soy?
La cocina de su madre, pequeña y acogedora, parecía abrazar a Louise con su calidez. El aire, ligeramente perfumado por el pan casero que se horneaba, flotaba en la estancia tranquila, interrumpido solo por el leve sonido del té que se movía en su taza. Louise, sentada junto a la ventana, observaba las montañas al fondo, ya teñidas por la suave luz dorada del atardecer. Afuera, el mundo parecía no tener prisa, mientras que dentro de ella, un mar de dudas y pensamientos se agitaba.
La sensación de vacío, como una niebla densa, la envolvía por completo. Había llegado a Cuenca buscando un respiro, buscando perderse para encontrar algo de sí misma, pero los ecos de lo que había dejado atrás no la dejaban en paz. Se dio cuenta de que no estaba huyendo solo de una relación rota. Estaba huyendo de ella misma, de la versión que el mundo había moldeado para ella. No sabía quién era, más allá de las expectativas de los demás.
En silencio, su madre se acercó, sentándose a su lado sin apresurarse. Con sus manos arrugadas pero firmes, las mismas que tantas veces la habían cuidado, le acarició suavemente el brazo. El contacto fue suficiente para que Louise dejara caer su fachada de fortaleza. Sin decir palabra alguna, su madre la comprendió. La miró, con la dulzura que solo las madres tienen, y Louise sintió algo dentro de ella comenzar a liberar una parte de su angustia.
inalmente, no pudo más. Las lágrimas comenzaron a caer, lentamente al principio, como si se hubieran estado acumulando en su interior durante años, esperando el momento justo para desbordarse. Se giró hacia su madre, las palabras apretadas en su garganta.
—Mamá… —su voz tembló—. Me siento… fracasada. No sé qué estoy haciendo con mi vida.
Su madre la miró con una mezcla de sorpresa y comprensión, sin interrumpirla, solo esperando que siguiera. Louise dejó caer la cabeza, avergonzada de sí misma.
—Ni siquiera tengo amigos, mamá. Nadie me toma en serio. No sé si Alejandro me ama de verdad o si solo tiene una idea equivocada de mí, o si se quedó conmigo por lo que yo represento, por lo que todos creen que soy.
Las palabras le dolían tanto como si las hubiera pronunciado por primera vez, pero era la verdad que no había querido ver antes. Su madre, aunque sorprendida, no parecía tan perdida ante la confusión de Louise. Con suavidad, le preguntó:
—¿Quién eres tú, Louise?
La pregunta le cortó la respiración, como si fuera un espejo que le devolviera una imagen que no había querido ver nunca. Louise cerró los ojos y suspiró, como si las respuestas estuvieran atoradas, pero finalmente las dejó salir, tal vez por primera vez con toda la crudeza que sentía en su interior.
—Soy la ex influencer caída en desgracia, la que pegó el braguetazo con el futbolista del momento, la que… no dura en ningún trabajo. Porque… porque soy bonita, pero tonta. Porque soy solo la novia de Alejandro, la que se metió en una relación sin saber quién era, la hija de puta que le hacía bullying a Alejandro en el instituto…
Su voz se rompió en un suspiro doloroso, y ella dejó caer la cabeza entre sus manos, como si no pudiera más con todo lo que le había dicho. Su madre la miró, incrédula, y por un momento, la casa quedó sumida en un pesado silencio.
—¿Eso es lo que piensas de ti misma, Louise? —le preguntó su madre, en un tono que no era recriminatorio, sino más bien triste por la cantidad de dolor que su hija llevaba dentro.
Louise levantó la mirada, viendo la incredulidad en los ojos de su madre. No sabía qué hacer con todo eso que acababa de vomitar. Sin embargo, su madre no dijo nada. Se levantó, con paso tranquilo, y salió de la habitación. Louise se quedó allí, sola con sus pensamientos, la sensación de vacío invadiéndola por completo.
Regresó unos minutos después, con algo en las manos. Louise la observó sin saber qué esperar. Su madre colocó el viejo diario que había encontrado en su estante frente a ella, abriéndolo con delicadeza.
—Lee esto —le dijo, mirándola de forma profunda, como si le entregara una llave que tenía el poder de liberarla.
Louise, sin entender completamente, comenzó a leer en voz baja. Era su propia escritura. Fragmentos que había escrito en sus años de adolescencia, pensamientos dispersos, anhelos, recuerdos de alguien que apenas conocía.
Fragmentos del diario de Louise:
9 de septiembre de 2013
Martina me dijo que con mi cuerpo y mi físico puedo conseguir a Rodrigo, el chico más guapo de tercero. Es tan popular, todos lo miran. Me dijo que si me arreglo bien y me visto como ella, podré estar con él. Pero, sinceramente, no sé si quiero eso. A veces siento que me estoy convirtiendo en alguien que no soy, alguien que solo quiere ser vista por los demás. Pero si no lo hago, me quedaré fuera, me quedaré invisible. Quizás si tengo a Rodrigo, entonces seré algo más, algo que los demás quieren ver.
14 de noviembre de 2013
Hoy le di mi primer beso a un chico que Martina me buscó. Ni siquiera me sentí bien. Lo besé porque Martina dijo que debía hacerlo, que todas lo hacían. Él era guapo, pero yo… yo no estaba segura de nada. No sentí mariposas en el estómago, ni nada especial. Solo lo hice porque esperaba que fuera lo correcto. Después, cuando me fui a casa, me sentí vacía. No sentí nada, ni alegría, ni satisfacción. Solo la sensación de haber hecho algo que no quería hacer.
2 de febrero de 2014
Hoy, en la biblioteca, Alejandro y yo estábamos estudiando juntos, y me dijo algo que no me esperaba: ‘Eres una chica inteligente, Louise.’ Nunca me lo había dicho nadie así, sin sarcasmo, sin burlas. Fue como si de repente me viera, como si realmente me entendiera. Me sentí tan bien con esas palabras, me sentí… viva, como si por fin alguien reconociera algo que ni yo misma sabía que tenía.
30 de marzo de 2014
La primera vez que estuve con alguien, Martina lo organizó todo. Decía que ya era hora de ‘convertirse en una mujer’. El chico era guapísimo, pero yo no sabía si quería hacerlo. Me sentía rara, confundida, pero pensé que si no lo hacía, me quedarían mirando como la niña tonta, la que no encaja. Así que me dejé llevar, y cuando todo terminó, solo sentí miedo. Miedo de que no fuera lo que yo quería, miedo de que el dolor que sentí dentro nunca desapareciera. Pero al menos lo había hecho, ¿no? Al menos podía encajar. Eso fue lo que pensé, pero cuando me quedé sola esa noche, no pude dejar de llorar.
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de enemigos a amantes, de amor y odio, de amigos a amantes erticos
Editado: 20.03.2025