Despedida? Yo soy la heredera oculta

Capítulo 1: La Heredera Perdida

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un naranja rojizo que contrastaba con la oscuridad que ya se cernía sobre la mansión. En la gran sala, los ecos de antiguas risas y gritos se desvanecían, dejando solo el frío silencio de lo que alguna vez fue un hogar. La mansión de los Valdero ya no era más que una sombra de lo que solía ser, una cárcel que mantenía atrapada a la única heredera que aún quedaba de la familia.

A los 18 años, Loya Valdero ya no era la niña inocente que jugaba en los jardines, ni la prometida que algún día asumiría el control de los negocios familiares. Aquella niña había muerto aquella noche fatídica, y en su lugar, había surgido una mujer decidida, llena de dolor y sed de justicia. Nadie sabía que Loya, la heredera oculta, aún vivía. Nadie sospechaba que la joven abandonada había sido quien, desde las sombras, había tejido una trama de venganza que podría destruir a todos los que alguna vez la traicionaron.

El viento soplaba fuerte esa noche. Loya, mirando a través de la ventana, repasaba mentalmente cada detalle del plan que había llevado años en su mente. La familia Valdero había sido su todo, hasta el momento en que su propio tío, Gustavo Valdero, la había entregado a la oscuridad. Él había sido el primero en apuñalarla por la espalda, pero no el último. Con el paso de los años, ella había comprendido que su caída no había sido producto de un error, sino de una conspiración cuidadosamente planeada. Aquel que más había amado, aquel que más había confiado, había sido el artífice de su desaparición.

¿Cómo pudo hacerme esto? —pensó, apretando los puños con furia contenida.

Recibió la carta, la última pista para desvelar todo el misterio que había rodeado su destierro. Un simple pedazo de papel, pero con el poder de cambiar su vida para siempre. Su padre, el hombre que había construido el imperio Valdero, había sido asesinado, pero no por los enemigos del exterior, sino por aquellos a quienes había considerado su familia. Gustavo Valdero, su tío, era la pieza clave. Pero también lo era Andrés, el hombre que había sido su protector, su amigo y, posiblemente, el único que aún sabía la verdad.

Loya sintió una punzada de dolor al recordar su rostro, aquel hombre que había sido su confidente durante tantos años, pero que, al final, había decidido seguir los mismos pasos de traición que su tío. Era tiempo de enfrentarse a su destino. Era tiempo de regresar a casa.

Vuelvo por todo lo que es mío —murmuró, mientras la rabia y la determinación se reflejaban en sus ojos. La mujer que alguna vez fue una niña inocente y confiada había desaparecido, y ahora, solo quedaba una mujer dispuesta a hacer lo que fuera necesario para recuperar lo que le pertenecía.

El regreso a la mansión de los Valdero no sería fácil. Sabía que no solo enfrentaría a su tío, sino a toda una red de conspiraciones, secretos y traiciones. Sin embargo, la mujer que estaba por regresar ya no era la misma que había sido expulsada. Con cada paso, su corazón se llenaba de una determinación feroz. Su venganza estaba escrita en las estrellas, y no dejaría que nadie se interpusiera en su camino.

Con la carta en mano, Loya salió de su escondite, dispuesta a enfrentarse a las sombras de su pasado. La guerra para reclamar lo que le pertenecía acababa de comenzar. La heredera oculta había regresado para reclamar su lugar.




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