Loya asiste a su primer acto público como presidenta de Valdero Corp. y enfrenta en vivo a la prensa, los socios y enemigos ocultos. Mientras intenta establecer su poder frente al mundo exterior, un inesperado "aliado" del pasado aparece… con una propuesta peligrosa. —¿Estás segura de esto, Loya? —preguntó Andrés mientras ajustaba los papeles en la carpeta negra. —Si no me ven sangrar, creerán que no soy real. Y hoy… voy a darles una tormenta. La conferencia de prensa estaba convocada con urgencia. El nombre “Loya Valdero” se había filtrado a los medios como una sombra que amenaza con cubrir el sol. Heredera muerta. Presidenta resucitada. Nadie sabía exactamente qué pasaba, pero todos querían mirar. Al otro lado del vidrio polarizado, una multitud de cámaras, micrófonos y flashes la esperaban como si fuera una aparición mitológica. —Es ahora. —susurró, y abrió la puerta. El primer paso fue silencio. El segundo, susurros. Al tercero, estalló el caos. —¿Es verdad que fingió su muerte para tomar el poder? —¿Cómo logró recuperar el control del consejo? —¿Gustavo Valdero está acusado formalmente de fraude? Loya levantó la mano con una elegancia natural. La multitud calló. No porque ella gritara, sino porque su presencia hablaba más alto que cualquier voz. —Mi nombre es Loya Valdero. No soy un mito, ni una impostora, ni una víctima. Soy la heredera legítima de este imperio… y he regresado para gobernarlo. Una frase. Un impacto.
La prensa quedó congelada. Pero en ese momento, el enemigo decidió atacar. Una reportera, joven, vestida de blanco pero con voz venenosa, preguntó: —¿Y qué dice del escándalo en Monte de los Cerezos? ¿No es cierto que los fondos desviados fueron usados para cubrir gastos personales suyos antes de desaparecer? El golpe fue directo. El nombre de esa calle ya la había herido la noche anterior. Pero no retrocedió. —Gracias por recordarme de dónde vengo. El pasado fue sucio, sí. Pero no porque yo lo haya elegido. Hoy tengo pruebas de quién robó, quién manipuló, y quién fingió mi desaparición. Y en breve, las tendré en manos de la fiscalía. —¿Puede darnos un nombre? —insistió otro periodista. —Claro que sí.
Hizo una pausa.
—Gustavo Valdero. Horas después, en su despacho recién instalado, Loya encendió el primer puro que alguna vez perteneció a su padre. No porque quisiera fumar, sino porque el humo le recordaba que el poder siempre deja rastros. —Eso fue… impresionante. —dijo una voz grave desde la sombra de la sala. Ella no se sorprendió. Lo había presentido desde que bajó del escenario.
—Estás tarde, Gabriel. Gabriel Morán, el exsocio que desapareció con los secretos del viejo imperio Valdero cuando todo colapsó. El mismo que juró jamás volver a ese infierno. —Volví porque hay cosas que solo tú puedes destruir. Y necesito que lo hagas. —¿Y qué te hace pensar que quiero tu ayuda? —Porque el verdadero enemigo no es Gustavo. Ni Sofía. Es alguien que lleva tu misma sangre… pero no tu apellido.
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misterio, romance oscuro y traición familiar, herencia secreta y lucha de poder
Editado: 19.05.2025