Despedida? Yo soy la heredera oculta

Capítulo 11: La Heredera y el Traidor

Tras el impactante encuentro con su madre, Loya se enfrenta a una realidad aún más peligrosa. En su primer paso hacia el Círculo de Umbra, descubre que no solo debe luchar por su lugar, sino por su propia supervivencia. Los traidores acechan desde las sombras. Loya se despertó con una sensación extraña, como si el aire estuviera más denso, como si la habitación estuviera invadida por una oscuridad que no podía comprender. Miró la mesa, donde el anillo del cuervo reposaba, su único vínculo tangible con la verdad, la herencia que había asumido sin quererlo. —Mi madre... —murmuró, incapaz de quitarse la imagen del rostro de Ilena Darbón. El golpe había sido más fuerte de lo que había imaginado. Durante años, Loya había estado buscando respuestas, pero lo que encontró en las profundidades del Círculo de Umbra fue mucho más que lo que había anticipado. La mujer que creía muerta, la madre que había perdido de pequeña, ahora estaba viva. No solo eso, sino que pertenecía a la misma organización que su padre había dejado atrás. La habitación donde había sido llevada, en el Santuario, estaba construida con una frialdad gélida. Las paredes de piedra, el eco de sus pasos, el constante retumbar de la tormenta afuera… Todo era parte del mismo escenario. Pero lo que más la inquietaba era la frialdad de los ojos de Ilena, que la observaban desde el trono central, rodeada de los demás miembros del Círculo. —¿Por qué, madre? —preguntó Loya, su voz cargada de una mezcla de ira y desesperación. Ilena Darbón la miró, sus ojos grises tan impasibles como siempre. —No has comprendido nada, ¿verdad? El Círculo no es una familia. No hay espacio para las emociones ni los lazos sanguíneos. Es un lugar donde el poder se mantiene, se cultiva y se protege. Tú eres una pieza más en el tablero, Loya. Solo una pieza. Loya sintió el peso de esas palabras como una condena. Toda su vida, todo lo que había creído, se desmoronaba en un solo instante. —No. Yo no soy solo una pieza. Soy tu hija. ¿Qué quieres de mí? ¿Acaso no me amas? Ilena la observó en silencio, como si su hija fuera una incógnita aún por resolver. —Yo no te críe, Loya. Te dejé al cuidado de otros. Si estás aquí, es porque el Círculo lo ha decidido. Ya no hay espacio para las emociones humanas. Solo para el cumplimiento del deber. El silencio que siguió fue insoportable. Loya dio un paso atrás, como si al retroceder pudiera escapar de todo lo que acababa de descubrir. Pero no podía. El Círculo de Umbra ya estaba dentro de ella. El destino de su familia y el suyo propio habían quedado entrelazados de una forma que no podía deshacer. Una voz interrumpió sus pensamientos. —No sigas retrocediendo. No te llevará a ningún lado. Loya giró sobre sus talones, encontrándose con la figura de un hombre joven, de rostro severo y ojos oscuros como la noche. Su presencia era imponente, casi como si la estuviera midiendo, evaluando cada uno de sus movimientos. —¿Quién eres? —preguntó Loya, una vez más alzando la guardia. El hombre sonrió con una pequeña mueca de indiferencia. —Mi nombre es Arián. Soy un aliado… o un enemigo, dependiendo de lo que elijas. El Círculo observa. El Círculo actúa. No hay forma de escapar. Loya frunció el ceño, sin comprender completamente lo que él quería decir. —¿Escapar de qué? —De lo que se avecina —respondió Arián, sus ojos centelleando con un brillo peligroso—. No todos dentro del Círculo están contentos con tu llegada. Algunos creen que tu madre te ha traído aquí solo para ser una marioneta. Otros, que estás destinada a tomar el control. Y hay quienes no creen en tu capacidad. Para ellos, eres un obstáculo. Loya sintió una punzada en el corazón. No solo tenía que demostrar su lealtad, sino que también tendría que enfrentarse a los mismos miembros del Círculo que la habían aceptado a regañadientes. —¿Qué tengo que hacer? Arián se acercó lentamente, su mirada fija en ella. —Primero, debes entender que no todo lo que te han dicho es cierto. El Círculo es más grande de lo que parece. Y dentro de él, hay secretos que ni tu madre, ni tu padre, ni siquiera tú has imaginado. Loya no pudo evitar sentirse más perdida que nunca. Las piezas del rompecabezas no encajaban. La verdad parecía más oculta que nunca, y cada paso que daba la alejaba más de la claridad. —Dime lo que tengo que hacer —insistió, con la determinación de alguien que ya no tiene nada que perder. Al día siguiente, un consejo secreto del Círculo se reunió en las profundidades del Santuario. Loya fue convocada, y esta vez, no estaba sola. A su lado caminaba Arián, que la guiaba por pasillos iluminados por luces intermitentes y marcados por símbolos que cambiaban constantemente, como si el mismo edificio estuviera vivo. Cuando llegaron a la sala principal, todos los miembros del Círculo estaban presentes, incluyendo a Ilena, que la observaba sin expresión alguna. —¿Estás lista para tomar tu lugar, Loya? —preguntó un hombre de cabello blanco, conocido como Edgar Cortés, uno de los miembros más influyentes. Loya respiró profundamente, sabiendo que no podía retroceder. —Lo estoy. Pero lo que no sabía era que, entre las sombras, alguien más observaba. Un traidor, cuya lealtad nunca había sido tan cuestionable, había decidido actuar. Mientras Loya se preparaba para enfrentar su destino, un cuchillo afilado se deslizaba en las sombras, esperando el momento oportuno. Un traidor estaba en sus filas. Y en cuanto Loya tomara una decisión, su vida correría más peligro que nunca. Cuando la reunión terminó, Arián se acercó a Loya con una expresión seria. —No confíes en todos aquí. No todos tienen tus mejores intereses en mente. Loya lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de confusión y resolución. —Lo sé. Pero no hay marcha atrás ahora. Y así, con la amenaza de la traición acechando, Loya Villalba dio su primer paso en el mundo del Círculo de Umbra. Un paso que cambiaría el destino de todos los que la rodeaban.




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