Despedida? Yo soy la heredera oculta

Capítulo 15: Donde los héroes callan

Resumen del capítulo:
Loya enfrenta las consecuencias inesperadas de su primer decreto como heredera. La justicia que ella impuso comienza a desatar caos en las calles, y quienes decían luchar por el pueblo ahora guardan silencio. Cuando más necesita aliados, el eco de la soledad le responde.

Una semana.

Solo había pasado una semana desde que Loya firmó la condena de Selene Rosas, y ya el mundo parecía tambalearse.

Las calles del distrito mercante estaban plagadas de disturbios. Carros volcados, almacenes saqueados, y gritos desesperados de comerciantes que se sentían traicionados por la pérdida de su “sostén económico”.

En lo alto de la Torre de los Nueve Sellos, Loya miraba desde el ventanal con el ceño fruncido. Las llamas de un puesto incendiado iluminaban el horizonte con un resplandor trágico.

—“¿Esto es lo que llaman justicia…?” —susurró para sí.

A su lado, Arián se mantenía en silencio. Por primera vez desde que ella lo conocía, no tenía respuestas preparadas.

—El caos es inevitable cuando se desmantela una estructura corrupta —dijo finalmente, pero su voz carecía de convicción.

Loya se giró hacia él, con una mezcla de rabia y decepción.

—¿Y dónde están ahora todos esos que gritaban libertad? ¿Dónde están los que me juraron apoyo si enfrentaba lo injusto?

—Callan —respondió Arián con amargura—. Callan porque tienen miedo de perder lo poco que ganaron. Callan porque es más fácil culparte a ti, la nueva, la sangre impura.

Ella lo sabía. En lo más profundo de su pecho, ya lo sabía.

Pero dolía igual.

En el Salón de los Reflejos, Ilena paseaba como una loba en su territorio. Loya entró sin anunciarse, interrumpiendo una conversación entre su tía y tres altos comerciantes.

—¿Ya vienes a retractarte? —preguntó Ilena sin molestarse en ocultar el sarcasmo—. El distrito entero se desmorona. Los puertos no aceptan mercancía. Las caravanas están paralizadas.

Loya alzó el rostro, sin una pizca de arrepentimiento.

—Lo que está colapsando es la red de favores corruptos que tú misma tejiste.

Uno de los comerciantes carraspeó.

—Con respeto, joven heredera, su decisión fue precipitada. Rosas manejaba un sistema funcional…

—¿Funcional? —interrumpió ella—. ¿Saben cuántas niñas desaparecieron bajo ese “sistema funcional”?

Nadie respondió.

Loya se acercó a Ilena, bajando la voz hasta convertirla en una amenaza velada.

—Si esto duele es porque estaba podrido. Y tú lo sabías.

Ilena le sostuvo la mirada.

—La política no es una cruzada moral, querida. Es un ajedrez donde ganan los más pacientes, no los más justos.

—Yo no vine a jugar ajedrez. Vine a cambiar el tablero.

Al salir, la encontró esperando un rostro familiar: Kaleb, uno de los antiguos líderes de la resistencia ciudadana, un orador ferviente que llenaba plazas hablando de libertad.

—Kaleb —exhaló ella con alivio genuino—. Necesito tu voz ahora más que nunca. El pueblo confía en ti.

Él no la abrazó. No sonrió. No gritó como antes.

—Loya… estás haciendo lo correcto. Pero… no puedo apoyarte ahora.

Ella sintió cómo el frío le subía desde el pecho hasta los ojos.

—¿Por qué?

Kaleb bajó la mirada.

—La gente está confundida. Creen que provocaste esto. Si hablo a tu favor, me arrastrarán contigo. Y si caemos los dos, no quedará nadie.

—Entonces eras solo un símbolo —dijo ella con amargura—. No un líder.

Kaleb no lo negó.

—La verdad es que tú tienes más coraje que todos nosotros juntos. Pero el coraje sin estrategia es suicidio.

Y se fue.

Sin más palabras.

Esa noche, Loya se encerró en la cámara donde su padre solía meditar. Las paredes aún guardaban el eco de su voz, y por un instante, ella se dejó hundir en ese silencio.

“¿Y si tienen razón?”
“¿Y si cambiar el mundo no basta… si no te dejan sostenerlo?”

Entonces lo vio. Un antiguo diario de su padre. Entre páginas desgastadas por el tiempo, una frase subrayada tres veces:

"Cuando los héroes callan, es tiempo de que nazca el monstruo correcto."

Loya cerró el libro. El temblor en sus manos desapareció.

No. Ella no sería un monstruo.

Pero sí sería el eco de todos los que fueron silenciados.

Y si el mundo debía temblar… entonces que temblara.




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