La noche había caído sobre el cielo de Madrid con una rapidez inquietante, como si el universo estuviera conteniendo el aliento. Aurora se mantenía frente al ventanal de su nueva residencia, la misma que hasta hacía pocos días pertenecía a los Muñoz de Alvarado. Ya no era una sombra escondida detrás de los apellidos de otros. Era Aurora Muñoz de Alvarado, la heredera que todos creyeron muerta.
Pero con el título venía el caos. Y esta noche, lo sentía en los huesos.
—¿Señorita? —preguntó la ama de llaves, asomándose con respeto—. El salón está listo para la recepción.
—Gracias, Elena. Ya voy.
Aurora bajó las escaleras con la compostura de una reina nacida, pero dentro de su pecho el corazón martillaba como si cada escalón pudiera traer consigo un disparo, una traición, o... su hermano.
La sala estaba repleta. Prensa, viejos aliados de la familia, rivales con sonrisas falsas y champagne en la mano. Y al centro de todo, el micrófono. El que sellaría su declaración ante España entera.
—Aurora... —la voz de Clara, su mejor amiga, la sacó de su concentración—. ¿Estás segura de esto? Una proclamación pública es irreversible.
Aurora asintió sin mirarla.
—Justo por eso tengo que hacerlo. Ya no voy a vivir escondida.
—¿Y si te acusan? ¿Si sacan todo lo del testamento?
—Que lo intenten. Hoy tengo más armas que nunca.
Un leve murmullo recorrió la sala. Había llegado él.
Iván. El primogénito de los antiguos Muñoz de Alvarado. Alto, arrogante, y con esa sonrisa torcida que solía fascinar a la prensa. Era su hermanastro. Y su mayor obstáculo.
—Vaya, vaya… Si no es la hermana pródiga —dijo al acercarse, copa en mano—. Pensé que seguirías en tu mundo de fantasías.
Aurora respiró hondo.
—¿Y tú? ¿No deberías estar buscando un buen abogado?
Iván entrecerró los ojos.
—Eres valiente… o tonta. Pero esto no te va a salir gratis.
—Ya me costó una vida. No tengo miedo a pagarlo con otra.
Las palabras resonaron con fuerza en la sala. Algunos se rieron nerviosamente. Otros miraron a Iván, esperando su reacción.
Pero Aurora no esperó más. Subió al pequeño escenario que se había montado junto al piano, y tomó el micrófono.
—Buenas noches. Sé que esta no es una recepción cualquiera. Y sé que muchos de ustedes no querían que yo estuviera aquí. Pero estoy cansada de que mi historia la cuenten otros.
Las cámaras se encendieron. Cada palabra era un disparo.
—Soy Aurora Muñoz de Alvarado. La hija de Eugenio. La legítima heredera de este legado. Y hoy, reclamo lo que por derecho me corresponde.
Un silencio tenso cayó sobre todos. El abogado de la familia se incorporó. Clara se tapó la boca. Iván soltó una carcajada seca.
—Bravo, hermana. Pero no olvides que el linaje no solo se hereda... también se defiende.
Aurora bajó el micrófono, mirándolo a los ojos.
—Entonces prepárate para la guerra.
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misterio, romance oscuro y traición familiar, herencia secreta y lucha de poder
Editado: 19.05.2025