Despertar

#1

 Caitlin Crouley, una chica agradable de diecinueve años que recientemente ha iniciado los estudios como alumna de segundo año en la universidad privada de élite "Futuro dorado". De estatura media, cabello dorado ondulado que le cae hasta la estrecha cintura, ojos negros penetrantes como la misma noche y piel blanca, de cuerpo atractivo con marcadas curvas, la típica reina del baile. Hija única de Alexandra y Adriano Crouley, un matrimonio de millonarios que le ha dado siempre a su hija todos los lujos y comodidades posibles. A pesar de eso se siente sola, y la única manera de mostrar esa soledad es metiéndose en problemas con sus amigas.

  Los primeros rayos de sol comienzan a colarse por la ventana que ha permanecido abierta durante toda la noche. El reloj de pared marca las seis de la mañana, la chica despierta temprano como de costumbre y comienza a arreglarse para su segundo día de clases. Se coloca las pantuflas, atraviesa su cómoda habitación constituida por una enorme cama cubierta por sábanas rosa intenso y moradas. Una pequeña mesita negra. Una gran ventana que da a un precioso jardín perfectamente cuidado junto a la puerta de cristal grueso con cortinas iguales a las de la ventana que lleva a un pequeño balcón. Al fondo de la habitación cuelga de una especie de vara arqueada negra de base circular que termina en alguna especie de pompón de felpa rosa un columpio morado con forma de media gota de agua repleto de cojines de felpa.

Camina hacia el gran baño de paredes blancas frente a su habitación integrado por un váter, una ducha esquinera y lo típico de todo baño. Realiza las actividades matutinas como de costumbre para regresar a su habitación. Saca del armario el uniforme de la universidad que dado a su estatus prefiere que todos sus tudiantes lleven un vestuario diseñado con sus colores representantes.

Una falda por los muslos negra con cuadros azules, una camisa azul oscura con mangas ajustadas dos dedos por encima de las muñecas. Las medias negras cuatro dedos por encima de las rodillas y unas botas azules oscuras por encima de los tobillos con tacón cuadrado de cinco centímetros. Se viste y recoge el cabello en un moño para seguidamente dirigirse a las escaleras que llevan al primer piso.

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Adriana, una chica alegre y carismática, diecinueve años, hija de Mónica y Jhon Parket, una familia residente en la calle "Corona", contrario a lo que su nombre podría indicar es uno de los lugares más pobres de la ciudad. Recién se levanta y camina en menos de tres segundos a lo largo de su pequeña habitación de paredes blancas. La recámara consiste en una pequeña cama de tamaño personal con sábanas rojas, una ventana que da a la desolada y descuidada calle, un pequeño armario de madera oscura antigua, y el escritorio de la misma madera donde descansa una computadora que le había regalado su abuelo antes de morir, algunas hojas blancas sin usar y dos lápices con puntas desgastadas.

  Se recoge el dorado cabello estirado hasta la mitad de la espalda en una coleta, pinta sus labios de rosa pálido en contraste con su piel blanca y sus ojos negros. Se viste con unos jeans oscuros, una blusa blanca de mangas cortas, tenis blancos con suelas desgastadas y algo manchadas por la suciedad de las calles. Toma la mochila donde colocó el pequeño libro de cuentos y continúa las vueltas sin fin que ha iniciado tomando esto y aquello hasta terminar en la puerta de salida de la pequeña casa. Se despide de sus padres y acto seguido sale camino al orfanato donde trabaja en el día para pagar a duras penas un curso de enfermería al que asiste en las noches.

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Caitlin termina su desayuno y toma unas de esas galletas con chispitas de chocolate que tanto le gustan. Se despide de sus padres que terminan de desayunar para dirigirse luego a la empresa de productos de belleza "Nueva imagen", el negocio familiar, donde se espera que un día trabaje como administradora. Entra a su auto y se va en dirección a la prestigiosa universidad.

  Se adentra en la gran edificación de mármol con grandes ventanas de cristal y más adelante encuentra su salón de clases de matemáticas donde la esperan sus amigas. Érika Méndez, hija de un magnate millonario dueño de una empresa importadora de autos, y Juliana Branders, hija del empresario dueño de la cadena de hoteles más grande de la ciudad. Ocupa su sitio en la última mesa de la primera fila junto a la chica alta de cabello castaño ondeado recogido en una coleta, grandes ojos verdes y piel ligeramente bronceada.

—Buenos días Cait, ¿qué planes tienes para hoy en la noche? —le saluda como de costumbre.

—Buenos días Érika, nada en específico, sumirme en una intensa conversación con las paredes de mi habitación junto a mi querida amiga la soledad.

—Pues tendrás que posponer esos planes, esta noche será la fiesta de cumpleaños de Matías.

—¿Matías, el que tomó prestadas las pruebas de Anatomía el año pasado del buró del profesor más aburrido de la historia? —dice la última frase entre risas.

—El mismo —responde la chica uniéndose a su momentánea diversión.

—Perfecto, tenemos que ir, estoy segura de que será la mejor fiesta del año, necesito embriagarme y perderme de la realidad al menos por una noche.

—Yo también —dice alzando los brazos como indicando su total aprobación a la idea.

   La chica que ocupa una de las sillas en la mesa de en frente de voltea mostrando una perfecta línea de dientes blancos y sus característicos oyuelos junto a los labios.

—¿Hablan sobre la fiesta de Matías?

  Caitlin le dedica una mirada pícara a la chica de estatura media, piel blanca, cabello negro ondeado recogido en un complicado peinado, penetrantes ojos cafés y responde a su pregunta con otra.

—Adivina.

—Tenemos que ir —confirma automáticamente




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