La chica se encuentra recostada a su auto, pero no ha sido ella quien lo ha llevado hasta allí, quien sea que la hubiera sacado de encima de Andrea también la había metido en su auto y había conducido a las afueras de Red City Stone'. Su ciudad de nacimiento y donde ha vivido toda su vida. Se volta hacia el chico a su lado, es hermoso, tanto que resulta casi irreal, su piel es pálida, sus ojos son verdes y realmente encantadores, siente que si los mira se perderá en ellos para siempre. Su cabello parece ser negro y es más alto que ella, no puede dejar de mirarlo aunque siente que es lo que debe hacer.
—Gracias por sacarme de allí, esa no era yo —agradece Cait con los ojos inundados por lágrimas.
—Puedo notarlo, pero no tienes que llorar, ella te sacó de tus casillas, si no reaccionabas tú habría reaccionado yo —responde el chico que tampoco puede dejar de mirar a Caitlin.
—¿Estabas en la fiesta desde el comienzo?
Ella sabe que él no puede haber estado allí, de lo contrario lo habría visto. Es imposible que alguien como él pase inadvertido.
—No, llegué segundos antes de que esa chica comenzara a molestarte.
Caitlin asiente en respuesta y vuelve a preguntar.
—¿Cómo te llamas?
No quiere parecer molesta, pero lo cierto era que ese chico despierta en ella una extraña curiosidad.
—Rubén Phillips, ¿cómo te llamas tú?
—Caitlin, Caitlin Crowley.
—¿Siempre has vivido aquí?
El tono de voz del muchacho denota cierto interés en esa pregunta. Como si le otorgara mucha importancia a la respuesta.
—Sí, nací en Red City Stone', es una hermosa ciudad.
—Dicen que las personas de este lugar son muy agradables, yo acabo de mudarme.
—Eso dicen, aunque algunos hacen todo para sacarnos de nuestros cabales.
—Esperemos que eso no se repita.
—Dudo que se repita —se le escapa una sonrisa y termina la frase —creo que le di una buena lección.
—Yo también lo creo.
—Por fin te encuentro, hermano, pensé que realmente te habías ido de la ciudad.
Caitlin se voltea hacia el otro lado en un movimiento brusco, quedando de espaldas a Rubén al escuchar esa voz tan seductora y embaucadora como la del chico con el que hablaba hacía apenas unos segundos, o tal vez más embaucadora y seductora aún. Un escalofrío le recorre la columna, como es posible que esté tan cerca y no lo haya escuchado acercarse.
—No pienso irme a ninguna otra ciudad Caleb. ¿Qué haces aquí?
La chica sale de en medio de ambos, los observaba asustada y confundida a menos de un metro de distancia. Caleb es tan hermoso como Rubén, pero en su mirada también de dos ojos verdes hay algo más, una oscuridad atormentadora, parece destilar maldad.
—Pensé en lo que me dijiste, que debíamos empezar de nuevo, dejar de lado las diferencias y vivir como hermanos.
—Olvida lo que dije Caleb, nuestras diferencias no son de ese tipo que se dejan de lado, son mucho mayores.
—Ya es tarde para eso, ya estoy aquí, pero no te preocupes no causaré estragos, soy una nueva persona, o al menos eso creo.
Caitlin lucha contra ese sentimiento de miedo que comienza a hacer estragos dentro de ella y se dispone a hablar. Alguna voz en algún lugar recóndito de ella le gritaba que debe salir de ahí.
—Rubén, creo que será mejor irme a casa, los llevo a la suya.
—No será necesario preciosa, yo traje auto —responde Caleb mirándola directamente a los ojos, y haciéndola sentir muy extraña.
Esos ojos tan oscuros y tan claros a la vez parecen estar observándole incluso el alma. Es como si pudieran penetrar en su cuerpo y mirar lo que ella no puede ver. Quiere apartar la mirada, pero no puede, siente que pasar toda la noche ahí, mirándolos, y lo habría hecho si él no hubiera vuelto a hablar luego de un pestañeo que interrumpe aquello que casi parecía una conversación en silencio.
—Que tengas una linda noche.
La chica asiente, entra a su auto lo más rápido que puede y conduce de regreso a la ciudad.
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—¿Qué haces aquí Caleb? —pregunta Rubén de una forma serena pero a la vez molesto.
—Ya te he dicho, nada malo, intento ser como tú hermano, ya me cansé de matar personas para alimentarme.
—¿Te alimentas de animales? —pregunta incrédulo Rubén que conoce a su hermano y no lo cree capás de cambiar tanto.
—No, un paso a la vez, por ahora me conformo con beberme algunas bolsas de sangre de los hospitales.
—Sigues siendo un monstruo, y te quiero lejos de Red City Stone'.
—Esta no es tu ciudad Rubén, y aunque lo fuera, ¿cómo piensas sacarme? No olvides que tu capricho de beber sangre animal te hace más débil que yo, yo bebo sangre humana.
—Al menos mantente lejos de Caitlin.
—¿Quién es esa? —pregunta con un ligero deje de curiosidad en la voz.
—La chica que acaba de irse, quiero que estés lejos de ella.
—No lo puedo creer —rie y vuelve a hablar —¿te gusta la chica?
—No Caleb, pero es una buena muchacha, y de todas formas, si me gustara no necesitarías saberlo.