La luz que se cuela por la ventana de mi habitación es la causante de interrumpir mi placentero sueño. Automáticamente un enojo interno se apodera de mi cuerpo, en cualquier otra ocasión lo dejaría pasar si fuese un mínimo rayo de luz, pero está vez ¡Es como si la mismísima estrella gigante estuviese husmeando mi ventana! Y que vergüenza que tenga que verme hecha un desastre, eso sin hablar del caos al cual se asemeja mi habitación. La pulga de la curiosidad me pica, ¿Por qué la ventana estará abierta? Nunca la dejo abierta.
Entre quejidos roncos y perezosos comienzo a dar vueltas en mi cama como si de las agujas del reloj se tratase, sin despegar mis ojos trato de encontrar esa posición donde no me interrumpa el Sol, cubro mi cabeza con mi manta y me acurruco lo más que mi cuerpo me permite, pasos se oyen en mi habitación haciendome cerrar con más fuerza mis párpados, seguro mamá ya vino a levantarme entre gritos y reproches.
—¡Arriba!—Me niego a despertar tan temprano, mi reloj biológico no me lo permite pero eso no le importa ya que comienza a moverme, a sacudirme mejor dicho—. A ver pareciera que lucho con una vaca, pesas mucho, y eso que te ves flaca. Pero párate, dormilona.
Mis ojos se abren rápidamente incorporándome en mi cama de golpe, barro la habitación con mi vista y ubico al dueño de la voz, mi garganta se comprime y mis pulmones se oponen a seguir recibiendo el preciado aire que me mantiene viva. Un grito desesperado trepa por las paredes de mi garganta y se escapa de mi boca, seguido de muchos otros. Salto fuera de mi cama rodando como una bola de boliche ya que mi pie se enredo del cobertor, la maraña que llamo cabello se pega a mi cara evitando que vea perfectamente a mi futuro agresor.
—¡Mamá! ¡Se metió un... Un... Un—Veo horrorizada al chico frente a mí, tratando de encontrar la palabra indicada para señalarlo, mis ojos caen en la pequeña camiseta de Monster Inc doblada sobre mi buró—¡Un pejelagarto, auxilio!—Chillo, tratando de quitar la manta de mi pie desesperada.
El chico comienza a caminar hacía mí con una pequeña sonrisa burlona, alarmada miro en todas las direcciones en busca de algo que me sirva para defenderme de él, a mi alcance sólo esta mi caja de peluches, los cuales colecciono desde que tengo cuatro años y para mí son intocables, pero para el posible violador que se acerca cautelosamente serán su perdición. Tomo uno tras otro y se los voy arrojando, al principio cubre su rostro, luego frunce sus labios con cansancio, toma el pequeño peluche de dinosaurio que le aventé y lo alza a la altura de su rostro frunciendo el entrecejo curioso.
—¡Mamá, me quieren violar!—Vuelvo a gritar horrorizada al ver que mi madre aún no llegaba. Expulsando todo rastro de aire que mis pulmones pueden tener guardado vuelvo a la carga—¡Llama al novecientos once, al S.W.A.T!—Gateo sobre mis rodillas y manos tan rápido como puedo en dirección desconocida, todo sea por alejarme de este hombre.
—¿Te puedes callar? Tú voz me irrita—Se queja el chico con una mueca de desagrado ¿Aparte de que me quiere violentar también se queja? Que abuso—, la señora Adams ya se fue al trabajo, dijo algo de una llamada de emergencia o que sé yo—Explica tranquilamente, mientras recoge mis peluches para colocarlos nuevamente en la caja donde se encontraban minutos atrás.
Me quedo congelada a unos metros de él aún sobre mis manos y rodillas con mi mente llena de dudas, las preguntas se instalan en ella como una app de play store; ¿Por qué él habló con mi mamá? ¿Ella estaba al tanto de ésto? ¿Que pasa? ¡No puede ser! ¿Mamá contratado a alguien para desflorar a su hija?.
El chico nota mi desconcierto, gira sus ojos con cierto fastidio, vuelve a caminar hasta quedar unos pasos frente a mí, alzo mi rostro para verlo tender su mano en mi dirección invitándome a ponerme de pie, dudo unos segundos y finalmente como la dama que no soy, me levanto yo sola, impulsandome con mis manos logro ponerme de pie sintiendo la mirada del chico zanahoria escanearme. No luzco bien, ¿Quién luce bien cuando recién se levanta? Mi pijama de osos espaciales se basa en un short y una camisa de algodón con mangas largas y eso sin contar que seguramente debo tener baba seca en las mejillas, los ojos llenos de lagañas, un aliento que debe matar a cualquier ser vivo a un metro de distancia. En otras palabras soy el típico desastre que suelo ser siempre, sólo que ahora estoy frente a un completo desconocido.
Una sonrisa burlona surca los labios del chico haciéndome fruncir mi ceño algo cabreada y muy confundida. Tomo distancia del pelirrojo mientras él sigue inspeccionandome de brazos cruzados así que con mi frente en alto y mi dignidad en el subsuelo me dispongo a hacer lo mismo. Pasan unos cuantos segundos en los que sólo nos dedicamos a observar al otro como si en cualquier momento alguno de los dos pudiese desaparecer. Aclaro mi garganta sintiéndome algo incómoda con la situación.
—¿Quien eres, y qué hacés en mi casa?—Pregunto, desconfiada, cruzando los brazos a la altura de mi pecho, recordando mi falta de brasier. Doy miradas fugaces a mi pequeña mesa de noche en la cual yace mi única posibilidad de sobrevivir; mi teléfono móvil. Aunque pensándolo bien, ya que la ventana está abierta podría hacer un salto de gimnasia, bajaría por el techo y caería rodando por el césped de mi patio trasero lo cual me llevaría a la libertad.
—Soy Dustin y seré tu despertador humano—Sonríe, como un ángel pero se nota a kilómetros de distancia que la palabra no encaja con él, y mucho menos su significado. Camina a paso rápido a la ventana y la cierra, posicionándose frente a la misma—Ni lo sueñes, estamos en un segundo piso y no necesito conocerte para saber que el ejercicio no es lo tuyo, te irá mal—Advierte, mis ojos se abren un poco y el calor se hace presente en mis pómulos, odio ser tan obvia.
Caigo en cuenta a las palabras anteriores a la advertencia del chico, sé que esto estaba mal, no puede ser, ella no lo hizo. ¡No lo hizo!. Corro hasta mi mesita, tomo mi móvil y lo compruebo, eso que el chico había dicho. La vergüenza que me había invadido hace algunos minutos al ser descubierta por Dustin pasó a un tercer plano con tan sólo leer el puto mensaje.