Delanie Adams
No. Puede. Ser.
Mis labios se oprimen en una fina línea mientras me vuelvo el centro de atención de los presentes. Olvide como se respira y me cuesta incluso pasar saliva.
—Es linda Manhattan—Asegura con las manos atrapadas en los bolsillos del suéter blanco que hace que su cabello y piel resalten
Mi mundo entero se paraliza, no sé que hacer o decir, Dustin comienza a avanzar, a sus lados mis padres, los gemelos y una muy sonriente Clara. No me hace falta magia para saber que todos están al tanto de la situación y que a esto se debe el que mi madre quisiera venir al parque. Es extraño y me esta incomodando que todas las miradas estén puestas en mí.
—¿Qué haces aquí? —Cuestiono con un hilo de voz cuando se encuentra a un par de pasos de mí—¿Qué hacen todos aquí?
Se encoje de hombros
—Dando un paseo, casualidad que nos encontráramos aquí—Miente con gracia
Asiento ante sus palabras y luego frunzo el ceño y niego. Debo salir de mi trance. Dustin ríe y extiende una de sus manos señalando uno de los caminos que hay en el parque, lo observo dudosa antes de que él agregué:
—Te invito a caminar un rato, tenemos una charla que terminar
Nuevamente mi mente se mantiene sin señal, actualizando el software, procesando, reiniciando... Ustedes entienden.
—Claro que si no quieres...
El pelirrojo pasa una de sus manos por su cabello y un carraspeo demasiado exagerado se hace oír por parte de mi amiga quien abre demasiado sus ojos como si me quisiera matar
Asiento comenzando a caminar con él por el sendero. Vamos lado a lado sin decir palabra alguna, el bullicio vuelve cuando los bailarines retoman su baile. Dejo a mis padres y al resto de mis amigos atrás cada vez más cuando mis pasos marcan el camino.
Muerdo mi labio sintiendo un cosquilleo en la punta de mis dedos, no dejo de admirar la flor que llevo en mis manos, la cual uso como excusa para parecer entretenida cuando la verdad es que me está matando el silencio.
—Delanie
Observo a Dustin con una sonrisa en mis labios, no quiero que piense que sigo enojada con él, el tiempo que tuvimos lejos el uno del otro me ayudó a soltar todo aquello.
—Solo dilo—Pido segura—Dí que estamos bien como amigos, dí que tenemos una buena amistad y que no la quieres perder. Estoy bi... Estoy de acuerdo—Me encojo de hombros para restar importancia a la situación
El pelirrojo frunce el ceño y me toma de los hombros obligándome a detener el paso. Estamos lo suficientemente lejos de los demás y los árboles que se alzan en este lado cubren gran parte de la vista. Se me corta la respiración cuando sus ojos café se conectan con los míos con intensidad.
—Eso no es lo que iba a decir—Murmura
Con un hilo de voz pregunto:
—¿Entonces qué era? ¿Qué ibas a decir antes de que la videollamada se cortará?
Los segundos pasan, mi ansiedad y nerviosismo va creciendo. Juro que si está flor fuese un ser humano y su tallo fuese el cuello ya estaría muerto, muy muerto. La presión que estoy ejerciendo en este no es normal.
Una sonrisa ladina curvea sus finos labios, rueda el inferior dentro de su boca humedeciendolo y me pierdo en esa simple acción que me deja como una boba mirándolo.
—Te diría qué tú, Delanie Adams, me volviste el mundo mierda con solo un beso. De la mejor de las formas—¿Cómo es que se respira?—Tú me cambiaste la perspectiva de muchas cosas, deje mis miedos de lado. Y entendí que vale la pena luchar por personas que lo darían todo por tí y tú por ellos. Yo daría todo por tí—Mi madre—Y estoy dispuesto a comenzar de cero si así lo pides, de los dos fuí yo quien comenzó a sentir sentimientos por tí primero, por eso me aleje, me mantuve al margen porque no quería arruinar la amistad, y entonces, mientras yo luchaba por controlar mis emociones tú me quitaste aquel beso que causó estragos en cada parte de mí, destruiste las murallas que tanto me había costado levantar—Aparta la mirada—No quería arruinar nada, no quería que te apartarás o te sintieras incómoda luego de eso. Y tenías razón me deje llevar por los temores del pasado y no ví más allá.
—¿Que hay más allá?
—¿Me harás decirlo?—interroga con gracia
—Siempre me avergüenzo y tú disfrutas, es tu turno. Aunque estoy segura de que no será nada vergonzoso lo que dirás Murray
Asiente soltando una risita nerviosa. Es bueno saber que no soy la única con nervios, ya me daba pena que notará que me sudan las manos.
—Nunca pensé decir que me contagiaste tu obsesión con dormir—Comienza—La verdad es qué es más fácil en los sueños tomar el control de todo. Y cada mañana cuando despierto...—Se calla unos segundos
Mis manos siguen hormigueando, había olvidado lo mucho que disfruto el efecto Dustin en mí, también maldigo tener mariposas tan imperativas en mi estómago.
El pelirrojo da un paso más entrando a mi espacio personal, no pongo resistencia, no me muevo. Solo me dejo ir con ese par de ojos café que me miran con intensidad. La sonrisa en sus labios se tambalea de a momentos, pero no se va. Sigue ahí causando remolinos en mi interior. Me permito detallar su rostro y notar, de nuevo, esas pecas esparcidas aleatoriamente por sus mejillas, solo visibles de cerca, su nariz recta, perfilada y sus labios, finos y de un apetecible color rosa. Subo la vista de nuevo y separo los míos y suelto:
—¿Que pasa cada mañana?
Una de las manos de Dustin viaja a mi mejilla tomándola y alzando mi rostro para que lo pueda ver mejor, su altura sobrepasa la mía y es notable y atractivo en cierto punto.
—Cada mañana cuando despierto quiero volver a dormir solo para soñarte—Confiesa. Tomándome por sorpresa, no tengo que verme para saber que la sangre se ha acumulado en mi cuello y rostro. Sin poder evitarlo una sonrisa surca mis labios. Una genuina, de esas que sólo él logra sacarme—Perdoname, jamás pensé que llegaríamos a esta loca situación, recorrí toda Manhattan, contraté a un grupo de bailarines, compré todas esas flores y todo para encontrarte y poder decirte que...