Después de clases

5. Adiós a las actividades

Los chicos del colegio miraron horrorizados la escena. El auto había impactado a Thaly y la había empujado dos metros adelante. La directora, que también iba saliendo, se abrió campo para acercarse a la accidentada. Nicolás bajó rápido del auto y llegó corriendo junto a Thaly, quien permanecía en el suelo con los ojos cerrados. Alison volteó hacia Estefanía.
—¡Te voy a matar eres una idiota! ¡Intentaste matarla! —De pronto la atención se centró en las dos chicas que se jalaban de los pelos mientras gritaban. Nicolás no prestó atención a la pelea, estaba más concentrado en Thaly. Ya estaba dispuesto a llamar a una ambulancia cuando vio a la joven abrir los ojos y levantarse con una mueca de dolor en el rostro.
—Tranquila, no te muevas —le dijo más como una orden que una sugerencia—. Llamaré a una ambulancia.
—No, no es necesario —le respondió en un hilo de voz mientras intentaba levantarse.
El conductor que había chocado a la chica permanecía mirando desde la puerta del auto, estaba muy asustado y se ofreció para llevarla al hospital.
—No se preocupe, yo la llevaré —repuso el maestro. Alzó a Thaly con sumo cuidado y la llevó hacia su auto—. Será mejor que llame a sus padres —le dijo a la directora.
—¡No! ¡A mis padres no! —pidió Thaly todavía con dolor—. En serio, solo déjame en mi casa, estaré bien, no es grave. —Nicolás hizo oídos sordos a las peticiones. Dejó que Alison y Daniel se subiesen al auto para acompañarlos al hospital.
Minutos más tarde Natalia ya se encontraba en la sala de «rayos x» mientras su maestro y amigos esperaban en el pasillo. La espera se les hizo eterna. Cuando el médico salió por fin de la sala les informó sobre el estado de la joven.
—Se fracturó una costilla, agradezcan que el auto iba despacio, se quedará aquí esta noche para que le saquemos unas tomografías, como prevención, y después deberá descansar un par de semanas.
—¿Semanas? ¡Los selectivos para atletismo son la próxima semana, tenemos partido de fútbol el domingo y mañana es el festival! Thaly va a morirse si se los pierde —exclamó Alison con pena y preocupación.
—Creo que su compañerita va a sobrevivir siempre y cuando tome reposo, además tendrá mucho dolor —dijo el médico—. ¿Usted es pariente de la chica? —le preguntó a Nicolás.
—No, soy su profesor del colegio.
—¿En serio?, no parece profesor.
—Sí, ya sé —respondió resignado—. De todas formas estoy a cargo hasta que lleguen sus padres.
—Bien, en ese caso pueden acompañarla, pero infórmenme en cuanto lleguen sus padres, debo hablar con ellos sobre el estado de su hija. —El médico se retiró, y los tres siguieron la camilla en la que transportaban a Thaly.
Entraron a la habitación con la chica protestando pues no quería quedarse en el hospital, pero sus acompañantes le insistían con que no fuese caprichosa y descansase.
Tras media hora de quejas, Nicolás se preguntaba por qué no llegaban los padres de su alumna. Llamó a la directora y ella le informó que hacía rato había dejado el mensaje sobre el estado de Thaly a la mucama. Thaly por su parte, no albergaba ni la más mínima esperanza de que su familia fuese a aparecer. La impaciencia de Nicolás se hacía notoria, cuando una señora cuarentona de cabello negro entró a la habitación corriendo a abrazar a la chica.
—Mi amor me enteré que estabas acá y vine lo más rápido que pude. Pobrecita ¿qué pasó?, ¿agarraron al desgraciado que te hizo esto? —Miró a la muchacha como si estuviese en su lecho de muerte y dos gruesas lágrimas brotaron de sus ojos.
—No, bueno sí... es que no fue culpa del conductor. —Thaly intentó calmarla.
—Necesitas algo, ¿tienes sed o hambre?, Daniel ve a comprarle agua y un chocolate —dijo sacando dinero de su cartera, cuando notó la presencia de un joven desconocido—. Ah, hola, disculpe, creo que no nos han presentado. —Lo observó sorprendida, le parecía un joven muy apuesto y no se inhibió al examinarlo de arriba a abajo con cierta fascinación.
—Mucho gusto, soy Nicolás Cohen, el maestro de física de su hija —se presentó extendiendo la mano con cierta incomodidad por las miradas que la mujer le dirigía.
—No parece profesor.
—Sí, eso me han dicho —afirmó resignado a que nadie lo viese como un profesor.
—Claro, es que es muy joven y apuesto. Pero creo que se confundió, soy Bianca Muñoz, la madre de Daniel, pero quiero a Thaly como si fuera mi hija, ¿no es así? —le preguntó a Natalia mientras le pellizcaba los cachetes.
La señora Muñoz era una persona muy amable. Conocía a Thaly desde que había asistido a la misma primaria que su hijo y le había cogido cariño desde entonces. Solía preocuparse mucho por ella, y siempre estaba al tanto de los problemas que Thaly tenía fuera y dentro de la escuela, sin embargo, nunca había podido hacer mucho por los contratiempos que la muchacha tenía en casa.
Momentos más tarde llegó la directora del colegio a revisar el estado de su estudiante. Nicolás la llamó a un extremo de la habitación para preguntarle por qué los padres de Thaly no llegaban todavía.
—Natalia no tiene padres, vive con sus tíos. Les dejé el mensaje, pero me dieron a entender que estaban ocupados y que vendrían cuando tuvieran tiempo —dijo la señora Fellman con cierta vacilación.
—¡Su sobrina está en el hospital! Podría estar grave, deberían dejar lo que estén haciendo y venir enseguida. —Nicolás se molestó con la respuesta, pero procuraba hablar en susurros para que nadie lo escuchase.
—Llevaré a los chicos a cenar, volveremos enseguida —interrumpió la señora Muñoz saliendo de la habitación con Alison y Daniel.
—Si ustedes quieren pueden ir también, no es necesario que se queden —anunció Thaly desde la cama. La directora aceptó diciendo que aprovecharía de hacer algunas llamadas y Nicolás se rehusó a salir. Tenía el presentimiento de que su alumna lo necesitaba cerca; se sentó junto a la cama y comenzaron a platicar sobre un libro que estaba leyendo; cuando de repente, escucharon la puerta abrirse de golpe.
Una mujer alta, rubia y elegantemente vestida entró en la habitación seguida de una joven con uniforme de mucama.
—Pero que niña tan estúpida. ¡Cómo te dejas pisar por un coche!, espera a que se entere tu padre te va a dejar peor de lo que estás. —La mujer comenzó a gritarle a Thaly sin percatarse de la presencia de Nicolás, quien se quedó perplejo ante la situación. El comentario de Estefanía sobre la Cenicienta empezaba a cobrar sentido en ese momento. Aquella mujer era malvada y a Nicolás no le cabía en la cabeza como alguien podía ser tan cruel con una niña que se encontraba herida. Un sentimiento de ira empezó a surgirle, y de no haberse tratado de una mujer, le habría propinado una golpiza. Se paró de golpe y la mujer palideció al verlo.
—¡No ve que Natalia tuvo un accidente! ¡Podría estar muerta, no venga acá a gritarle, ella necesita cuidados en este momento! —le reprochó con rabia.
—¡No me vengas a hablar así maldito muchacho, que no tienes nada que ver en esto!
—¡Si te causó tantas molestias no debiste haber venido!, dile a mi tío que no se preocupe —Thaly intervino porque no soportaba las peleas y menos cuando se trataban de ella.
—Lucía, déjale sus cosas —le ordenó a la mucama—. Cuando puedas irte llama al chofer para que te recoja, no tengo porque hacerle perder el tiempo a tu tío con tus imprudencias —dijo con frialdad mientras se retiraba de la habitación. La mucama miró con pena a Thaly y le dejó un pequeño bolso junto a la cama para después seguir a su patrona.
Nicolás todavía no sabía cómo reaccionar, solo se acercó a Thaly, y antes de que pudiese decir nada ella le habló:
—Parece que ya conociste a parte de mi cariñosa familia —ironizó desviando la mirada hacia la ventana.
—Esa mujer está loca, ¿siempre es así? —preguntó procurando ocultar la preocupación y pena.
—La mayoría del tiempo, luego uno se acostumbra —intentó expresar una falsa indiferencia que Nicolás notó.
—No tienes por qué fingir que no te importa, si quieres llorar hazlo, yo no le diré a nadie —abrazó a Thaly y ella no pudo contener un par de lágrimas que rodaron por su rostro. Permanecieron así un largo rato, ninguno deseaba separarse, sentían que por un momento la compañía del otro era todo lo que necesitaban.
—Si le dices a alguien que lloré, juro que te haré tanto daño que no volverás a dar clases nunca. —La voz dulce y optimista a la que Nicolás estaba acostumbrado se dejó escuchar entre sus brazos.
No volvieron a hablar al respecto de lo sucedido. Alison, Daniel y su madre regresaron junto con otros compañeros de la escuela, incluida Estefanía, quien entró con un gran perro de peluche y una tarjeta que decía «Lo siento». Natalia aceptó la disculpa de mala gana, aunque la odiaba, sabía que no había sido su intención empujarla a la avenida. No obstante, Alison miraba a Estefanía con odio, no importaba lo que le dijeran, para ella lo acontecido no había sido un accidente.
Nicolás aprovechó la distracción de los chicos para hablar con la directora y la madre de Daniel. Les contó lo sucedido con la tía de Thaly, pero ninguna parecía sorprendida.
—Eso era de esperarse, los tíos de Natalia nunca la apoyan, aunque esté en el hospital; ni siquiera la apoyaron en aquella ocasión —opinó la señora Muñoz, con indignación.
—¿Aquella ocasión? —preguntó Nicolás.
—Sí, ¿se acuerda de ello, señora Fellman, del incidente de hace tres años?
—Claro, cómo olvidarlo, conmocionó a todos los maestros —le respondió en susurros y comenzó a relatarle lo ocurrido a Nicolás.
—Hace tres años cuando Natalia recién llegó a la escuela hubo un escándalo del que solo estamos enterados los maestros y algunas otras personas más. Un día por la tarde me encontraba con tu tío pasando las notas del trimestre, cuando me llamó el párroco de la Iglesia de San Rafael. Me dijo que una alumna del colegio se encontraba oculta en el templo. El profesor Cohen y yo nos dirigimos inmediatamente hacia allá. El padre Sebastián nos recibió y nos mostró a Natalia, quien se encontraba acurrucada bajo el altar. Tenía la mirada perdida y no quiso contarnos qué le sucedía hasta que el profesor se quedó a solas con ella. Hablaron largo rato y salieron. Tu tío no nos dijo nada delante de ella, solo le pidió a una de las hermanas que se encontraban ahí que la llevase consigo al convento por un par de horas. Luego nos contó lo que conversó con ella: Un sobrino de su tía había llegado de vacaciones y permaneció unos días en casa de Natalia. Ese día ambos se quedaron solos en casa y el muchacho intentó abusar de ella. Natalia escapó, pero el chico la persiguió un largo rato hasta que logró despistarlo y se ocultó en la Iglesia. La pequeña estaba muy asustada y no quería regresar a casa ni hablar con nadie; pero el profesor Cohen la convenció de hablar y le prometió que no dejaría que nada malo le pasara. Después de explicarnos lo sucedido, llamamos al tío de Natalia para que tomara cartas en el asunto, pero nos respondió que no haría nada, que su sobrina lo estaba inventando todo. No podíamos creer lo que nos decía y decidimos actuar por cuenta propia. Pusimos una denuncia en la policía, pero como Natalia había escapado a tiempo no había pruebas físicas del abuso sexual. Natalia fue muy valiente y declaró lo ocurrido pero su tío es un militar de mucha influencia así que no conseguimos nada. Desde entonces procuramos vigilarla de cerca, para evitar que vuelva a sufrir algo semejante. Es una lástima, es una chica muy inteligente que siempre logra lo que se propone, y aunque no reciba apoyo ni cariño en casa, sabe que en la escuela hay gente que se preocupa por ella, principalmente tu tío, el profesor Cohen. No sé qué pasará con la pobre una vez que tu tío nos deje, no quiero ni pensarlo, ella lo quiere como a un padre.
Nicolás no terminaba de digerir el relato, parecía el argumento de una telenovela. Le resultaba impensable que la chica fuerte y valiente que poco a poco se ganaba su corazón sufriese tanto y hubiese pasado por momentos tan horribles.




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