Casi dos semanas habían pasado desde que Nicolás conoció a Martha y ante las insistentes llamadas que recibía por parte de la mujer, accedió a salir un par de veces. Aparentemente ella buscaba iniciar algún tipo de relación, pero Nicolás no estaba dispuesto a ello. Martha era muy hermosa, no había duda, y era una persona agradable para conversar y salir, muy extrovertida, disfrutaba salir a bailar y tomar. Nicolás compartía algunos de esos gustos aunque también disfrutaba realizar actividades más tranquilas, cuando salía con una mujer prefería ir a comer o tomar algo. Las salidas a ruidosas discotecas o bares las reservaba para sus amigos, después de todo ¿cuál era el sentido de salir en pareja a un lugar donde el objetivo era ligar con una o varias mujeres? Posiblemente ese era el motivo por el cual no disfrutaba de sus citas con Martha como debería.
Debido a las ocupaciones que tenía con la escuela, el trabajo y ahora Martha, había pospuesto el verse con Alan en repetidas ocasiones; hasta que su amigo logró convencerlo de salir al centro comercial una tarde.
Pasearon un poco por las tiendas, Alan trabajaba en una agencia publicitaria y buscaba modelos para una campaña; pensó que el centro comercial sería un lugar idóneo para encontrar adolescentes normales pero bonitas, lo suficientemente atractivas para incentivar a otras chicas a comprar y al mismo tiempo lo suficientemente comunes para no intimidar como lo haría una modelo profesional.
—Vamos, tú trabajas en un colegio, deben haber miles de chicas bonitas que quieran participar —rogaba Alan mientras se dirigían a una cafetería.
—Con mis alumnas no te metas, ¿qué en tu agencia no llaman a castings o algo así?, no entiendo por qué vinimos acá, debemos parecer un par de acosadores...— reclamó Nicolás, nervioso, la idea de ir persiguiendo jovencitas para preguntarles si querían ser fotografiadas le hacía sentirse como un pervertido.
—Ya realizamos dos castings y siempre son las mismas niñas con exceso de maquillaje que creen que por aparecer en un comercial se convertirán en actrices o modelos. Pero si me presentaras alguna alumna tuya, no tendríamos que perseguir chicas por la calle. —Lo miró suplicante.
—No, ya te dije que con ellas no te metas.
—¡Vamos! No me obligues a ir a buscarte al colegio. Debe haber alguna que quiera participar, solo son un par de afiches. Se toman unas cuantas fotos, se les paga y ya.
—Claro, y luego tú aprovechas de salir con alguna de ellas —lo apuntó acusadoramente.
—¿Y eso que tendría de malo?, o me vas a decir que no te gusta ninguna de tus alumnas— Nicolás casi se atraganta con el sorbo de café que tomaba al escuchar tal cosa.
—¡Por supuesto que no! —gritó nervioso y algo molesto.
—Ay por favor, eso se lo creo a tu tío que tiene como cien años, pero no a ti. ¿Me vas a decir que no hay ni una sola chica en esa escuela que te guste, ni siquiera una de último año?, no te creo —afirmó incrédulo.
—Eso es porque piensas que todos somos como tú —giró la cabeza hacia una tienda que se encontraba al frente evitando la mirada inquisidora de Alan. Agudizó la vista al reconocer a una adolescente que se le hacía familiar. Thaly estaba ahí así como Estefanía y otras dos de sus compañeras de clase.
Nicolás se contuvo de ir a saludarlas cuando las chicas empezaron a discutir sin motivo aparente.
Thaly no esperaba la desagradable sorpresa de encontrarse con su rival en ese lugar, pero vio el lado bueno de la situación y encontró la ocasión perfecta para vengarse. Siguió al trío hasta una tienda, entró y las saludó, Belén y Sabrina le devolvieron el saludo con una sonrisa y Estefanía solo respondió con un respingo.
—¿Qué piensan comprar? —preguntó curiosa Thaly.
—Vinimos por vestidos, ya nos llegó tu invitación, seguro será una gran fiesta como todos los años —le respondió Belén emocionada.
—Creo que a ella no le incumbe lo que compremos—reprochó Estefanía dirigiéndose a sus amigas. Dio media vuelta para salir de la tienda y antes de darse cuenta, Thaly tomó una costosa pañoleta y se la metió en una de las bolsas que cargaba, ocasionando que ni bien cruzara la puerta, la alarma sonara y dos guardias del centro comercial se acercaran a ella, le revisaran las bolsas, y al encontrar la pañoleta sin pagar la arrastraran hacia la oficina de seguridad. Ante la situación Thaly se revolcaba de la risa, había logrado meterla en problemas y hacerle pasar vergüenza en un lugar público. Todavía miraba como los guardias se llevaban a su compañera cuando alguien la volteó bruscamente.
—Te vi —le dijo su profesor con enfado–. Vi cuando le metías la pañoleta en la bolsa, debes ir a seguridad y aclarar las cosas.
—No haré eso —le respondió desafiante –. No es justo, ella me lanza contra un automóvil para matarme y yo resulto siendo la mala de la historia.
—Sabes que no es lo mismo, eso fue un accidente...— de pronto se vio interrumpido por Alan, quien intentaba hacer notar su presencia.
—Hola soy Alan —se presentó estirando su tarjeta — ¿Te interesaría aparecer en una publicidad?
—¡A ella ni te le acerques! —lo amenazó Nicolás mientras se interponía entre los dos.
Confundida, Thaly recibió la tarjeta y se presentó asomando su cabeza desde atrás de su protector. Entonces escuchó que le gritaban.
—¡Natalia! Dónde estabas, vamos a llegar tarde con la diseñadora. —Su tía apareció seguida por la mucama. Thaly se estremeció al oír su voz y Nicolás puso cara de pocos amigos al ver a aquella odiosa mujer—. ¿Qué haces aquí con mi sobrina? — preguntó altanera al notar la presencia del mismo joven que le había gritado en el hospital.
Thaly los miró temiendo que empezaran una pelea e interrumpió para arreglar el mal entendido.
—Vanessa él es Nicolás, el sobrino del ingeniero Cohen, el que lo está sustituyendo en el colegio.
—¿Este chiquillo? —lo miró con deprecio. Nicolás estuvo a punto de reaccionar, mas Vanessa no le dio tiempo—. En ese caso, supongo que irá al cumpleaños de Natalia en representación del ingeniero. —Buscó en su bolso y le extendió una invitación—. Espero verlo el sábado, vámonos, Natalia, ya estamos tarde.
Nicolás y Alan miraron pasmados la reacción cambiante de la mujer. Thaly se fue con ella y volteó hacia los jóvenes sacándoles la lengua burlonamente en señal de victoria por haberse salido con la suya.
—Que chiquilla tan simpática ¿Qué te dio? —preguntó Alan volteando a ver el objeto que su amigo tenía entre manos.
—Una invitación —la abrió y leyeron: