Después de clases

Historias macabras y otros relatos

Cuando tocó el timbre, los amigos de Thaly entraron preguntándole por qué no había asistido a clases el día anterior. Ella se limitó a responder que no se había sentido bien. Como a nadie le pareció extraño, dejaron el tema de lado, todos menos a sus mejores amigos, quienes sabían que algo más había pasado. Esperaron con impaciencia a que llegase el recreo y se acercaron a Thaly para interrogarla.
—¿Qué pasó?, no me contestaste el teléfono en todo el día. Tuvimos que pedirle al profe Nicolás que fuera a verte ¿lo hizo? —Alison estaba preocupada, sobre todo sentía curiosidad por saber si su profesor había ido a su casa.
Thaly suspiró y les contó lo ocurrido, obviando algunos detalles.
—¿Así que se quedó en tu casa hasta esta mañana? —Daniel no podía creer lo que oía, no se imaginaba a su profesor en esa situación, escondido como el novio al que los padres de una chica habían prohibido ver.
—Sí, ¿qué íbamos a hacer? Si mis tíos lo veían hubiera ardido Troya. Mi tío no es de los que se quedan callados y Nicolás tampoco, seguro hubieran empezado una pelea ahí mismo.
Los tres seguían comentando lo ocurrido hasta que ingresó el profesor Roldbar con su habitual cara de pocos amigos. Distribuyó los exámenes y les dio una hora para resolverlo. Thaly miró la hoja con nerviosismo y empezó a resolver cada ejercicio despacio, fijándose en cada dato presente y anotando a un costado los que le faltaban, tal como Nicolás le había enseñado. Terminó y revisó dos veces, todo parecía bien, sintió un gran alivio, estaba segura de haber resuelto correctamente más de la mitad de los problemas.
Al día siguiente Nicolás decidió llegar más tarde de lo habitual al colegio, para no encontrarse con Thaly antes de la clase; sería más difícil evadirla estando los dos solos en el aula. Thaly por el contrario llegó muy motivada, esperaba ver a su ahora profesor favorito para comentarle lo bien que le había ido en el examen de matemáticas.
No se sorprendió mucho al entrar y no encontrarlo, pensó que no tardaría mucho en llegar. Lo esperó en vano. Él ingresó con el resto de los alumnos en cuanto sonó el timbre. Ella lo miró expectante, había decidido prestarle más atención en clases; tal vez, de esa manera, se salvaría de todos los recuperatorios del trimestre. El profesor se aproximó a la pizarra, saludó serio y comenzó a explicar un nuevo capítulo. Thaly tomaba nota cuidadosamente, escuchando cada palabra y viendo cada cosa que él anotaba en la pizarra. Luego él se volteó para escuchar las preguntas; ni bien lo hizo, se encontró con la dulce mirada de Thaly. Le parecía hermosa, sentada con una inocente actitud en la primera fila. Trató de despejar su mente, tenerla ahí delante mirándolo era una enorme distracción. De golpe interrumpió a uno de los alumnos que realizaba una pregunta.
—Espera, Natalia vete atrás. —Todos levantaron la vista con sorpresa, no sabían por qué de repente el maestro salía con una petición como esa.
—¿Por qué?, estoy bien aquí.
—Porque Rodríguez debe venir al frente, por eso, cambien de lugar.
Thaly estaba anonadada, aun así obedeció. Desde atrás iba a ser mucho más difícil concentrarse así que movió su banca lo más alejada posible de la ventana, para evitar distraerse. Nicolás estaba por retomar la clase, cuando una de las secretarias tocó la puerta y pidió a Thaly que saliera un momento a la dirección. Thaly renegaba internamente, justo en ese momento, que había decidido atender en clase, la interrumpían, y aquellos días cuando miraba impaciente el reloj esperando que la clase acabara, nadie la llamaba para sacarla de aquella tortura. Llegó a la dirección y se encontró con la directora acompañada del profesor Roldbar. Con desaprobación en la voz le pidieron que se sentara.
—¿Y ahora qué hice? —preguntó, esa vez en serio no sabía por qué estaba ahí.
—Por esto. —El maestro de matemáticas le alcanzó la hoja de su examen, donde se veía un diez en la parte superior. Thaly se levantó con alegría, casi estuvo a punto de saltar de felicidad, era la primera vez desde la primaria que sacaba un diez en matemáticas. Sin embargo, ni el profesor ni la directora compartían su entusiasmo.
—Natalia, el profesor cree que copiaste en el examen —dijo la directora con tono serio. Thaly sintió una gran preocupación que le exprimió el pecho, eso no era verdad, había estudiado y merecía esa nota.
—¡No es cierto!, no copié, el lunes estudié toda la tarde, de verdad —se defendió.
—Señora Fellman, es imposible, el anterior examen apenas sacó un cinco y nunca hace su tarea, es imposible que de un día para el otro saque una excelente calificación, además, no sería la primera vez que la descubrimos haciendo trampa. ¡Bah! ¡Solo mírele los brazos! Están ellos de anotaciones. —De forma un poco torpe le levantó la manga de la camisa, mostrando los números anotados en ella, algunos recién pintados, otros ya débiles, con la tinta casi eliminada por el jabón y el agua del baño.
—Sí, ya lo sé, no voy a negar que hice trampa en otros exámenes, pero esta vez no lo hice. Siempre tengo los brazos pintados, son solo números, ¡esto no me sirve de trampa! —Intentaba defenderse como podía, pero ambos parecían inflexibles, no solo no la dejarían ir al campamento, posiblemente la suspenderían, y aquello no iba a agradarle a sus tutores, el castigo anterior iba a quedarse corto si el general Ayala se enteraba de lo ocurrido.

Nicolás estaba a punto de irse, pero al pasar por la dirección escuchó la quebrada voz de Thaly, discutiendo con otros dos adultos. Sabía que no debía meterse. Pensó que si se tratara de cualquier otro alumno no intervendría y debía tratar a Thaly como a cualquier otra alumna; mas le fue imposible, antes de darse cuenta ya estaba en la dirección, frente a dos muy malhumorados maestros. Preguntó qué ocurría, el profesor de matemáticas le explicó y Thaly lo miró suplicante, él sabía que ella no había hecho trampa.
—Siempre tengo esto en los brazos, ¡tú lo viste! —Thaly se apresuró a pedir su intervención—. Son números al azar. ¿Cómo me van a servir de trampa?
—Es verdad, Natalia marca así sus lecturas y lo lógico sería que ya los hubiera borrado después de la prueba. ¿Por qué no le toma ahora mismo otro examen? Si pudo resolver este seguro podrá con uno nuevo, si saca una nota similar significa que no copió —les sugirió.
A ninguno le pareció mala idea, excepto a Thaly, a quien no le agradaba la idea de hacer otro examen. El profesor Roldbar movió el bigote de un lado al otro, gesto que realizaba cuando algo no le convencía. Se detuvo, sacó una pluma del bolsillo de su camisa, tomó una hoja de papel del escritorio de la directora y empezó a escribir varios problemas, inventando los datos con tal anotaba. Hizo diez en total y se los extendió a Thaly para que los resolviera en la dirección, a la vista de la directora. Nicolás esperó afuera, deseando que no se pusiera nerviosa y resolviera todo bien.
Cuando por fin terminó, acercó la hoja al profesor y esperó a que lo corrigiera.
—¿Y bien? —inquirió la directora.
—Sacó nueve —anunció el profesor, no estaba contento con el resultado, parte de él esperaba que Natalia no fuera al campamento.
—Muy bien Natalia, lo siento mucho, creo que esto demuestra que sí estudiaste, podrás ir al campamento con el resto de tus amigos. —La directora estaba feliz con el resultado, a ella tampoco le agradaba la idea de llamar al tío de su alumna.
Thaly salió brincando de felicidad y se dirigió a Nicolás.
—¡Saqué nueve! Eso fue suficiente para demostrar que no copié, aunque ese maldito me lo puso mucho más difícil que el anterior. Gracias, si no fuera por ti no hubiera aprobado, ni hubiera tenido la oportunidad de demostrar que no hice trampa. —Le regaló una dulce y sincera sonrisa, esperando alguna reacción de su parte, pero a cambio sólo recibió una mirada fría.
—Qué bueno Natalia, felicidades —le dijo con indiferencia mientras caminaba hacia la salida. Se detuvo un momento y abrió el libro de texto con el que dictaba clases. Adentro tenía un marcapáginas, días antes lo había encontrado y había pensado en regalárselo a Thaly, luego desistió de la idea. «Será lo último» pensó antes de extendérselo—. Deja de garabatearte las manos.
Thaly lo recibió con emoción. Era un trozo pequeño de cartulina decorado con marcadores de colores y forrado con cinta adhesiva. De un lado decía Nicolás y en el otro estaba el logo de «AC/DC».
—¿Me hiciste un marcapáginas?
—No te lo hice. Lo encontré en el colegio mientras limpiaba, pensé que te iba a servir. No importa. Haz lo que quieras con él. Solo deja de meterte en problemas—. De pronto se arrepintió de haberle dado el regalo. Ya no podía pedirlo de vuelta así que volvió a repetirse «es lo último».
—Entonces eras tan ocioso como yo en clases —le dijo siguiéndolo por el pasillo—. ¿Te parece si me ayudas a estudiar química? No es buena idea que vuelvas a mi casa ¿puede ser en la tuya? ¿O quedamos una tarde en la biblioteca? Tal vez pueda acabar el colegio sin ningún reforzamiento. Eso sería estupendo.
—No Natalia, para eso tenemos la clase de química, presta atención y si necesitas ayuda extra pídesela a algún compañero. Yo no soy tu profesor particular, me pagan por dar clases en el aula, no fuera de ella. —Intentó sonar lo más serio posible, aquello le resultaba difícil, en otra circunstancia habría aceptado gustoso, pero no podría sobrellevar otra tarde a solas con ella.
—No tienes por qué decírmelo de esa manera ¿Hice algo malo? Pareces enojado conmigo.
—No, pero debes entender que soy tu profesor, no tu amigo. Nos vemos el viernes. —Continuó su camino sin voltear a verla, no hubiese resistido la mirada de pena que la muchacha tenía en ese momento.
Thaly no supo cómo reaccionar, aquellas palabras más que molestarla la lastimaron, la hirieron profundamente. Nunca creyó que algo así la perturbara tanto, sobre todo estaba confundida. Nicolás la ayudaba, luego le daba un regalo y de pronto la trataba como si la odiara. Con rabia se acercó a un basurero para tirar el marcapáginas, cuando Alex pasó cerca y la jaló de un brazo, interrumpiendo su acción. Le avisó que iban a reunirse para arreglar asuntos del campamento. Thaly solo se dejó arrastrar hacia el jardín apretando el marcapáginas con su puño.




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