Después de clases

Amor o amistad

Aquel día fue perfecto, pese a los pequeños inconvenientes. Nicolás no se arrepentía de la decisión que había tomado. Una parte de él le decía que aquello no era correcto, que podría traerles inconvenientes, sobre todo a Thaly. Si su padre se enteraba... no quería ni pensar en ello. Aun así no podía negar lo que sentía, no más. La necesitaba; necesitaba estar con ella, saber que se pertenecían, aunque ello significara darle la espalda al mundo. Sus labios, su rostro, sus manos, su aroma, su personalidad, todo era como una droga; una vez probada era imposible dejarla. Él estaba consciente de ello, era adicto a Thaly y eso era más fuerte que cualquier riesgo o prejuicio de la sociedad.
Cayó la noche trayendo consigo la oscuridad engalanada por las luces de la ciudad. Thaly se aferraba a Nicolás sintiendo el viento cortar contra su rostro. Aquel día había acabado muy pronto, antes de lo que deseaba. Se dirigía a casa, aquel lugar que llamaba así por convención, la infraestructura que le brindaba protección sobre la intemperie. Siempre le costaba volver ahí, ese día más que nunca. En casa se sentía prisionera, un ave enjaulada que no cumple un fin ni propósito. Su padre siempre la había hecho sentirse así, como un objeto inútil que ocupaba un espacio en su vida, del cual no se podía deshacer.
A partir de ese momento vivía algo nuevo y maravilloso, algo imprevisto, pero bien recibido. Le costó unos segundos animarse a bajar de la moto y despedirse con un beso en la mejilla. No se animó a sentir sus labios, si lo hacía aquella despedida sería más difícil. De pronto se encontró caminando calle abajo, escuchando el ruido del motor alejándose, preguntándose por qué se sentía de aquella manera tan estúpida; él no se iría, volvería a verlo al día siguiente, no era una despedida permanente. Se sintió ridícula por un instante, tan ridícula como aquellas protagonistas de novelas, quienes pasaban noches en vela pensando en su amado, o considerando quitarse la vida por un desamor. Ella nunca había sido tan tonta o enamoradiza, siempre juzgaba a aquellas heroínas de fantasía pensando que aquellos sentimientos que vivían no ocurrían en la vida real, o al menos no en la realidad a la que ella pertenecía; si de un momento a otro empatizaba con ellas ¿significaba que aquel mundo donde se encontraba no era real? ¿Era solo una vana fantasía pasajera?, no estaba segura, pero si así era, deseaba permanecer en aquella ilusión para siempre.

El nuevo día comenzó con rutina, el exterior permanecía igual, su interior era el que parecía pertenecer ahora a otra dimensión. Esa era la última semana de clases antes de las vacaciones, el estrés de los exámenes acabarían el viernes, solo debía sobrevivir cuatro días.
Thaly estuvo absorta en sus pensamientos toda la mañana, cosa común en ella, solo prestó atención al examen de inglés, que le resultaba demasiado fácil como para preocuparse.
Alison y Daniel la miraban inquietos, sabían que su amiga estaba siempre en las nubes, pero aquello ya era demasiado, si no fuera porque suspiraba a ratos, hubieran jurado que estaba en coma.
—¿Ya nos vas a decir qué te pasa? —inquirió Alison cuando no pudo aguantar más el aparente autismo de su amiga.
Thaly pensó antes de responder, le picaba la lengua por contarle lo sucedido el día anterior, pero había hecho una promesa. Nicolás le hizo jurar que no se lo diría a nadie, ni a sus mejores amigos; al menos no por el momento. Alan era la excepción porque lo había descubierto por casualidad y Nicolás iba a encargarse de mantenerlo con la boca cerrada.
—Nada, es que estoy nerviosa por los exámenes, no creo que me salve del recuperatorio —mintió, era verdad que aquello también le preocupaba, sin embargo, tenía otras cosas más importantes y optimistas rondándole la cabeza.
—Estás segura, ¿de verdad qué es solo eso? —quiso saber Daniel.
—Sí, es eso ¿por qué tendría que ser algo más? —Thaly comenzaba a exasperarse con la preocupación que manifestaban sus amigos. ¿Qué no podían dejarla tranquila? ¿Qué necesariamente debía tener algún problema para encontrarse sumida en sus pensamientos?
—Está bien, pero si tuvieras algo nos lo contarías ¿verdad?
—Sí, obvio que sí —respondió irritada.
No volvieron a hablar el resto del día. Thaly estaba consciente de que lastimaba a sus amigos, les pediría perdón luego, ahora deseaba un momento de paz para asimilar lo bueno que le pasaba. Ya estaba acostumbrada a vivir malas experiencias, de pequeña tuvo que lidiar con el abandono de su madre, vivir en un lugar extraño con gente desconocida que la miraban con expresión reprobatoria y luego las agresiones físicas y mentales que había recibido el resto de su vida. Esta era una de las pocas cosas buenas que le había pasado, jamás había asimilado tanta dicha junta, necesitaba al menos un día para saborearla, sobre todo porque aquello podría ser fugaz, quién sabe cuánto tiempo pasaría antes de que terminase aquella fantasía.

Cuando acabaron las clases salió corriendo como el día anterior, sabiendo que él la esperaba en el mismo lugar. Subió al auto y no pudo ocultar la alegría que le daba verlo.
—Te ves contenta, ¿cómo te fue en el examen? —le preguntó con su habitual tono despreocupado.
—Muy bien, creo. ¿Qué vamos a hacer hoy?
—Yo tengo que terminar de corregir exámenes y un trabajo con el que voy retrasado, y tú tienes que estudiar.
—No es justo, pensé que hoy haríamos algo, ¿sino para que me recogiste? —Cruzó los brazos, molesta, había esperado impaciente todo el día para verlo y le salía con que no pasarían la tarde juntos.
—Te recogí para llevarte a casa y verte un rato. Aún te faltan tres exámenes y no dejaré que nuestra relación interfiera con tus estudios.
Thaly lo miraba todavía enfadada, sentía que la trataba como a una niña a la que se castiga por no hacer la tarea. Nicolás notó lo molesta que estaba y le sonrió.
—Si apruebas todos tus exámenes tendrás una semana de vacación y te prometo que haremos todo lo que quieras.
Ahora no pensaba que la castigaba por no hacer la tarea, le ofrecía un premio por hacerlas.
—Te falta ofrecerme un chupete —masculló para sí misma aunque Nicolás también la oyó.
Llegados una cuadra más arriba de la casa de Thaly, ella abrió la puerta e intentó salir de golpe, Nicolás la atajó agarrándola de la muñeca.
—¿Te vas tan rápido? ¿No me darás ni un beso de despedida?
—¡No! —le gritó soltándose y dando un portazo.
—Niña engreída —le dijo desde el interior del auto.
—Niño presuntuoso —respondió dándose la vuelta en dirección a su casa.
Nicolás rio mientras volvía a poner en marcha el vehículo, que Thaly se comportase tan caprichosa e infantil a veces le causaba gracia, era una de las tantas cualidades que le encantaba de ella.
Thaly se arrepintió de lo ocurrido, le hubiera gustado darle al menos un beso. Ya era muy tarde, se disculparía al día siguiente, de él y de sus amigos. Meditó en la noche sobre su actitud del día y concluyó que se había comportado como una tonta. Nicolás tenía razón, debía mantener buenas notas para poder pasar tiempo con él, además de evitar levantar sospechas; y sus amigos se preocupaban por ella, si supieran que su repentino cambio de ánimo se debía a algo bueno y no a alguna desgracia, para variar, no andarían tras ella intentado ayudarla.
Aquella mañana se levantó con una nueva disposición, pediría disculpas y volvería a ser la misma de siempre con Alison y Daniel; ya se las arreglaría para convencer a Nicolás de contarles a ellos sobre su relación.
Entró al aula muy animada y se sentó a leer meciendo los pies, de atrás hacia adelante, cuando escuchó abrirse la puerta. No tuvo que mirar para saber quién era. Entusiasta se levantó del asiento, directo a abrazarlo. Su entusiasmo fue interrumpido al ver como Nicolás azotaba molesto su maletín sobre la mesa.
—Hola... ¿pasó algo? —preguntó tímidamente, era extraño verlo con esa actitud cuando ella no se había metido en algún problema.
—Sí, sí pasa —le respondió cortante, con la misma expresión de enfado.
—No me digas que estás enojado por lo de ayer —soltó en un suspiro.
—No es por lo de ayer, es por esto —dijo extendiéndole el examen de física—. Reprobaste, es más, ni siquiera lo hiciste, todo está lleno de números sin sentido y garabatos.
—¡Pues cómo querías que me concentrara después de lo que me dijiste! Me la pasé todo el examen pensando en eso.
—¡¿Así que ahora es mi culpa?!
—¡Sí, todo es tu culpa!
—Si no pudiste hacer el examen ¿por qué no me lo dijiste? Hubiera encontrado una solución, lo habrías vuelto a dar en la tarde —soltó casi en un gruñido. Empezaba a creer que tenía razón, en cierta forma había sido su culpa que ella no hubiese sido capaz de concentrarse.
—Se me olvidó, ¿está bien? Lo siento... —hizo una pausa y volvió a hablar con tono sagaz—. Aún falta para que empiece la clase, seguro que Daniel sacó diez, a él no le va a molestar que copie sus respuestas.
—No voy a dejarte copiar —determinó.
—¿Por qué no?, ahora apruebo y te prometo que el siguiente trimestre estudiaré mucho y no reprobaré nada.
—Si te dejo copiar tendría que hacerlo con el resto, no sería justo para tus compañeros.
—Pero yo no soy como el resto de mis compañeros ¿yo soy tu favorita no?
—Thaly, que seas mi novia no va a darte privilegios especiales en la clase. En el aula soy tu profesor y tú una alumna como cualquier otra, ten eso claro.
—Sí, ya lo sé, pero tenía que intentar... —Volvió a su tono tranquilo y se sentó de nuevo—. Y qué se supone que haga ahora, ¿vas a reprobarme?
—No quiero reprobarte. Debo entregar las notas el lunes, eso nos da algo de tiempo. Escucha, haremos esto: te pondré un ocho en este examen, que es lo que necesitas para aprobar. Pero, esta tarde estudiarás conmigo y harás cuantos exámenes sean necesarios hasta sacar al menos ocho. ¿Es un trato? —Se agachó hasta su asiento y le extendió la mano.
Thaly puso una mueca y lo pensó un momento, al final accedió. Nicolás aprovechó, tomó su mano con fuerza y la jaló hacia él para darle un beso, ella lo esquivó.
—En el aula no soy su novia, soy como cualquier otra alumna, profesor —dijo con malicia.
—Malvada —replicó con una media sonrisa.
La campana indicó el inicio de clases. Nicolás se aproximó al escritorio y escribió el ocho provisional en el examen.
Una vez que todos estuvieron en sus asientos, Nicolás devolvió los exámenes. Los alumnos esperaban recibir la hoja expectantes y nerviosos, todos menos Thaly. Alison no pudo evitar notar la tranquilidad tan poco habitual en ella, normalmente tenía un cara de preocupación y mordía el lápiz casi hasta hacerlo astillas cuando iba a conocer el resultado de un examen.
Nicolás pasó por su asiento y le entregó el examen dando vuelta, para que nadie viese la nota. Thaly lo recibió y sin mirar lo guardó en su carpeta.
—¿No vas a ver qué nota tienes? —preguntó Alison con desconcierto.
—Seguro reprobé, qué más da —le respondió con tono aburrido deslizándose hacia adelante, hasta echarse en la mesa.
Terminada la clase se dirigieron al patio para disfrutar su hora libre. Thaly aprovecharía de hablar con sus amigos. Les hizo una seña para que saliesen con ella; Alison le pidió que se adelantara, quería hablar a solas con Daniel. Thaly asintió gustosa, aquello le daba un poco de tiempo para pensar mejor lo que iba a decirles. Daniel no sabía qué traía la chica entre manos. En cuanto Thaly salió, Alison se acercó a su mochila.
—¿Me hiciste quedar para revisar las cosas de Thaly? —Daniel miraba con reprobación a su amiga, siempre había respetado la privacidad de Thaly, si ella no quería contarle algo él lo aceptaba, jamás llegaría tan lejos como revisarle las cosas. Se agachó y detuvo a la chica—. Basta, no creo que debamos hacer esto.
—¿Qué no quieres saber qué le pasa?
—Dudo que revisando su mochila vayamos a averiguar algo, no entiendo qué tiene que ver una cosa con la otra.
Alison abrió la carpeta y sacó el examen.
—Tenía un presentimiento y estaba acertada —dijo mirando el examen que luego extendió a Daniel.




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