Después de clases

Efecto dominó

Thaly entró echando chispas a la clase de inglés. Se aproximó a su asiento con paso decidido, ignorando los cuchicheos. Prácticamente se lanzó al asiento con los brazos cruzados y al mirar al frente se encontró con un gran letrero en la pizarra que sus compañeros habían escrito.

Profe Nico pelearé por ti

Enfadada lanzó el primer estuche que encontró contra la pizarra, y un grupo de chicos, quienes aparentemente habían puesto el mensaje, estallaron en carcajadas. Thaly los miró asesinamente, pero no le importó. Estaba más preocupada pensando en cómo reaccionaría su padre al saber de la expulsión. En ocasiones Vanessa omitía decirle a su esposo los problemas que traía Thaly, con la excusa de no molestarlo con estupideces, pero en ese caso, su madrastra no podría ocultarle algo tan serio.
Laura ingresó también al aula, los cuchicheos y las risas volvieron a escucharse. Con timidez se aproximó a un asiento y su reacción fue completamente diferente a la de la otra muchacha al encontrarse con el letrero en el pizarrón. Sus ojos se inundaron de lágrimas y corrió hacia el baño.
—¡Por Dios que es llorona! —expresó Thaly al ver su reacción.
Un grupo de chicos y chicas se aproximaron para interrogarla sobre lo ocurrido. Thaly respondía indiferente, asegurando que era Laura la enamorada del profesor y que ella no tenía nada que ver. Los chicos la miraban poco convencidos. Aun sí lo que ella afirmaba era verdad, molestarían a ambas un buen tiempo; no era el tipo de cosas que se olvidan con facilidad.
Alison y Daniel llegaron a salvar a Thaly de los interrogatorios, solo para comenzar con nuevos. En susurros Thaly les contó la verdad y ambos se asustaron por la suspensión. Mas entendían que Thaly se lo andaba buscando desde hacía tiempo.

Esta vez Nicolás no la esperaba a la salida del colegio como era costumbre. Aquello le extrañó a la joven, pensó que tal vez seguía en el colegio con la directora, así que regresó al instituto y fue al garaje. Su auto no estaba ahí. Decidió llamarlo y él le contestó con un tono que denotaba que acababa de despertar.
—Thaly lo siento, me quedé dormido —se disculpó sosteniendo el celular con una mano e intentando vestirse con la otra—. Espérame voy enseguida.
—No, mejor tú espérame, no vaya a ser que te duermas y choques —le respondió poniéndose en camino. Quería hablar con él lo más pronto posible.
Llegó en quince minutos y él la recibió casi en las mismas condiciones que en la mañana: despeinado y vistiendo únicamente unos bóxers.
—¿Qué no puedes andar vestido? —le reprochó en cuanto lo vio semidesnudo.
—Es mi casa y puedo andar como quiera —puso una media sonrisa al verla abochornada.
—Por favor dime que convenciste a la directora de no expulsarme —suplicó olvidando el tema anterior y mencionando lo que había ido a decir.
—No pude, lo siento. Tampoco podía insistir demasiado, hubiera levantado sospechas. Sin embargo, la convencí de no llamar a tus padres. Ellos no tienen por qué enterarse.
—¿Cómo no van a enterarse de que no iré al colegio una semana? —preguntó haciendo funcionar su cerebro, empezando a sospechar cual era el plan de su novio.
Nicolás se adentró hacia la habitación y sacó una llave del cajón de su mesita de noche. Thaly lo siguió y recibió la llave cuando él se la pasó.
—Sal de tu casa con el uniforme y ven directo aquí. Te mantendré oculta hasta la hora en que normalmente vuelves.
—¡¿Qué voy a hacer aquí encerrada todo el día?!
—Puedes ver televisión, jugar videojuegos, tengo internet... y para variar podrías hacer tu tarea. Además voy a estar aquí la mayor parte del tiempo, puedo ponerte al día con tus clases de educación sexual—le dijo con burla. Thaly dejó de reclamar de inmediato y se ruborizó a más no poder recordarlo lo ocurrido en la mañana.
—Qué tonto eres —intentó reprocharle, pero estaba muerta de vergüenza. Sacó su llavero de la mochila y abrió la anilla para poner la llave que Nicolás le había dado. La idea de su novio, si funcionaba, era brillante. No solo se libraba de la paliza que le darían en su casa, además tendría una semana sin clases.
—¿Por qué peleabas con Laura? —preguntó Nicolás dirigiéndose a la cocina a seguir llenando su sistema con cafeína. Estaba destinado a no dormir en todo el día.
—No peleaba. Me disculpé como te dije que haría y luego esa loca explotó. Me pegó y luego dijo que serías suyo y un montón de burradas más. ¡Cuando intenté irme me agarró del cabello! Esa chica está psicótica —explicó exaltada.
—No es para tanto. Estaba enfadada, verás que se le pasa.
—Una cosa es enojarse, ¿pero tenía que jalarme del cabello? Casi me lo arranca —se quejó, enojada porque él se reía.
—Qué exagerada, por suerte las mujeres solo se jalan del cabello y no pelean de verdad.
A Thaly la sacó de sus casillas aquel comentario. Alzó su brazo lo más que pudo y le jaló el cabello bajándolo hasta su altura, quedándose con varios pelos negros entre sus dedos.
—¡Por qué hiciste eso! —le gritó muerto de dolor.
—Para que veas que sí duele —Thaly sonrió con malicia.
—Abusiva.
—Delicado.
Nicolás la tomó del rostro.
—Caprichosa —agregó besándola en los labios. La capturó entre sus brazos aprisionándola contra su pecho. Thaly sentía la piel desnuda bajo su tacto. Con timidez recorrió su espalda con la yema de los dedos, sintiendo su boca contra la suya y su lengua que recorría traviesamente su interior.
—Estuviste fumando —dijo al separarse un poco con los ojos todavía cerrados.
—¿No puedes mantenerte callada? —le preguntó volviéndola a besar.
—No —respondió.
—Tampoco voy a dejar de fumar —le aseguró sin soltarla.
—¿Por qué?
—Porque me gusta —dijo resuelto.
—Entonces no voy a besarte hasta que dejes el cigarrillo —lo empujó con las manos en el pecho aunque él no la soltaba.
—Si quieres no me beses, pero yo sí voy a hacerlo. —Volvió a atraerla con fuerza, dándole a entender que no importaba cuanto luchase, mantenía total control sobre ella. Y tenía razón, Thaly no era capaz de escapar a la fuerza magnética que la atraía a sus labios; peor si él aprovechaba su ventaja física para apresarla.
Thaly sentía que el acompasado ritmo de los labios de su novio era más lento.
—¿Estás cansado?
—Sí, bastante —reconoció.
—¿Mucho trabajo?
—Sí, ¿recuerdas que te dije que la empresa para la que trabajo iba a reducir personal? —Thaly asintió—. Ya lo hicieron. Despidieron a mucha gente y ahora tengo el doble de trabajo.
—Entonces renuncia —sugirió Thaly con obviedad.
—¿Y luego de qué vivo?
—De dar clases. Eres muy bueno en eso y se nota que te gusta.
—Thaly no soy profesor. Doy clases en tu colegio como un favor a mi tío. Renunciaré a fin de año, cuando consigan a otro maestro.
—Yo quiero que sigas en el colegio —Thaly volvió a su tono caprichoso.
—No empecemos con lo mismo. Además el próximo año ya no estarás en el colegio, no te daré clases y eres el motivo principal por el que sigo en este trabajo. —Se sentó en el sillón apoyando la cabeza contra el respaldar y cerró los ojos.
Thaly no se convencía. Sabía que en el fondo Nicolás amaba enseñar. Por más que no quisiera admitirlo aquello le gustaba, no solo por poder verla cada clase, sino porque lo hacía con naturalidad, tenía mucha paciencia y sabía ganarse a los alumnos.
Se sentó a su lado y jugó con su cabello mientras él caía dormido. Sigilosamente salió del departamento. Prefirió dejarlo dormir y aprovechó para ir al hospital. Hacía días que no iba y de seguro el ingeniero Cohen la echaba de menos.
Entró a la habitación del hospital sin llamar antes como era costumbre. El enfermo no se encontraba solo esta vez. Thaly se disculpó e intentó retirarse, pero el anciano le pidió que se quedara. Algo apenada ingresó de nuevo saludando al hombre que se encontraba acompañándolo.
—Thaly, él es mi sobrino y el padre de Nico —lo presentó.
Thaly se asombró al escucharlo. Aunque sabía que visitaba el hospital con frecuencia, jamás se había cruzado con él. Le estrechó la mano formalmente preguntándose qué clase de persona era. Físicamente no se parecía mucho a Nicolás. Tal vez solamente en la altura. Por las pocas veces que Nicolás se había referido sobre su padre, Thaly esperaba que fuera un hombre imponente e intimidante como el general, mas parecía todo lo contrario. A pesar de su serio semblante le sonreía afable. Lo observó brevemente intentando evaluarlo, ya sabía que no debía guiarse por las apariencias. Aunque hubiese tenido una primera impresión positiva, no sabía cómo era él en realidad.
Llevaba un terno elegante y fino, lo que demostraba que tenía una buena posición económica y seguro un buen puesto laboral. Intentó imaginarse a Nicolás en un traje como ese, pero la imagen no cuadraba, él siempre andaba con ropa moderna e informal.
—¿Qué tanto me miras jovencita? —le preguntó al sentirse examinado.
—Nada, lo siento, es que no se parece mucho a su hijo —respondió de forma automática.
—Si conoces a mi hijo debes ser una de sus alumnas.
—Sí —afirmó Thaly mirando nerviosa al ingeniero.
—Es bueno saber que está haciendo algo útil con su vida. Fue bueno enviarlo contigo. —Esta vez se dirigió al enfermo—. Aún no me creo que lo convencieras de dar clases, no lo imagino a él, que tanto odiaba el colegio, trabajando en uno.
—Nico cambió mucho estos años. Te lo dije, deberías estar orgulloso —el ingeniero le habló casi en una reprimenda, de la misma forma en la que le hablaba a Nicolás.
—Ver para creer. Yo que tú llamaría con frecuencia para asegurarme que en verdad va a dar clases.
Thaly se exaltó al oírlo hablar así. En cierta forma le recordó cuando su padre se refería a ella con decepción.
—¡Nunca falta a clases y es un excelente maestro, es responsable y paciente y gracias a él aprobé! ¡No puede hablar así de él sin estar al tanto! —se expresó confrontándolo de una forma muy insolente.
—Que chiquilla tan descarada y contestona —le dijo cortante el padre de Nicolás. Luego esbozó una sonrisa—. Ni los pasantes que trabajan conmigo se atreven a hablarme de esa forma. Me agradas, llegarás lejos con esa actitud.
Thaly se sorprendió con la respuesta. Si le hubiera contestado así a su padre, él la habría callado de un golpe.
Esa pequeña confrontación sirvió para romper el hielo. Thaly conversó amenamente con él. Tenía un carácter muy similar al de Nicolás y para nada era como pensaba. Era muy afable y accesible. Entre él y el ingeniero le contaron un montón de historias sobre su novio. Cosas que él nunca le había mencionado. Pasó el tiempo tan entretenida que no se dio cuenta de que atardecía. Antes de irse, el padre de Nicolás le hizo jurar que contaría todas esas historias en el colegio y que lo molestara con eso. Thaly aceptó encantada, pasaría un buen rato echándole en cara que de adolescente había hecho cosas peores que ella.
Al llegar a la puerta del hospital le dio su tarjeta pidiéndole que se la entregase a su hijo para que lo llamara. Thaly la recibió aunque no estaba segura de qué hacer. Nicolás y su padre no se hablaban desde hacía años y estaba segura que su novio no daría su brazo a torcer. Decidió hacerlo cambiar de parecer de a poco. Tenía una buena familia y no sabía aprovecharla.




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