Thaly no sabía cómo responder, sentía una mezcla de ira y tristeza. Apretaba los puños casi hasta clavarse las uñas en las palmas, todavía decidía si gritarle o irse cuando su novio habló apresuradamente.
—¡Ella es mi hermana Sara! —gritó antes de que Thaly dijese algo inapropiado.
La muchacha se sintió estúpida. Aquella mujer tenía los mismos ojos azules de Nicolás.
—¡Puedes ponerte tu ropa en lugar de dejarla tirada! —Nicolás regañó a su hermana al verla semidesnuda.
—Me estaba bañando y ella entró. ¿Quién eres por cierto? —le preguntó a Thaly.
Ella permaneció callada un momento, buscando en los ojos de Nicolás alguna excusa.
—Soy su alumna —respondió, parecía la respuesta más razonable—. Nicolás me da clases particulares los sábados.
—Sí, es cierto, olvidé decirte que hoy no podremos tener clases —dijo el joven, nervioso.
—No te preocupes, supongo que nos vemos el lunes, adiós —Thaly trató de salir de ahí lo más pronto posible.
—No, espera, no vas a cancelar tu clase solo por mí, yo voy a salir en un momento así que no se preocupen —dijo Sara con una gran sonrisa—. Por cierto ¿dónde están tus libros?
—¿Qué libros? —preguntó Thaly.
—¿Mi hermano debe darte física, no?, no soy experta pero supongo que deberías tener libros, carpetas o cosas por el estilo —habló sagaz, mirando con sospecha a Nicolás.
—A ella no le doy física. —Se dio cuenta de que Thaly solo llevaba un pequeño bolso, y su hermana no preguntaba por casualidad—. Le doy clases de conducir —añadió inseguro y ambas lo miraron extrañadas.
—¿Conducir? ¿Por qué das clases de conducir?
—Porque necesito dinero extra... A ti que te importa. Ve a vestirte de una maldita vez para que te lleve al hospital. —La empujó hacia el baño, pero ella dio media vuelta hacia la muchacha.
—No necesitas cancelar la clase, la carretera es vacía a esta hora. —Volteó hacia su hermano con una pose de superioridad—. Puedes darle la lección mientras nos dirigimos al hospital, así haces ambas cosas al mismo tiempo. ¡Me visto rápido y salimos! —avisó volviendo a su alegre semblante y entró al baño.
—¿Por qué no me dijiste que vendría tu hermana?, casi hago un papelón —susurró Thaly un tanto alterada.
—¡Es que mi hermana está loca! —gritó para que lo escuchara en la otra habitación—. Me llamó a las dos de la mañana para que la recoja. Va a casarse la próxima semana y dice que no puede dormir en el mismo hotel que su novio porque es de mala suerte o no sé qué estupidez. Prácticamente se adueñó del lugar —explicó esta vez en un tono más bajo.
—¿Y ahora qué? ¿Por qué dijiste que me das clases de conducir?
—Fue lo único que se me ocurrió. Mejor aparenta o va a llenarme de preguntas —añadió por último, escuchando la puerta del baño.
Sara se había vestido con la puerta entreabierta, escuchando atentamente todo lo que decían.
—¡Ya estoy lista! Vamos Thaly. —La jaló de la mano, tomando confianza—. Qué bonito nombre por cierto, ¿también eres alumna de Nico en el colegio? ¿Cómo es dando clases? Seguro es un fastidio —hablaba tan rápido que Thaly no sabía a cuál pregunta responder primero.
Sara se acomodó en el asiento trasero y por la costumbre Thaly abrió la puerta del copiloto.
—¿No deberías sentarte al volante? —indagó y los otros dos la miraron confundidos—. Si vas a conducir deberías ir al volante ¿O qué es lo que mi hermano te enseña?
—Es que no se ir de retro —respondió la muchacha.
—Sí, yo saco el auto y ella conduce en la avenida, en línea recta y muy lento —habló mirando a Thaly. No sabía si ella podía conducir y no permitía que nadie manejara su auto más que él.
—¿Cómo va a aprender si solo le haces ir en la autopista?, no seas así, enséñale a sacar el auto del parqueo —sugirió bastante divertida, esperando la excusa que inventaría su hermano.
Nicolás asintió y se dirigió a la otra puerta.
—¿Sabes conducir? —preguntó en un susurro a la muchacha.
—Sí, pero no de retro —recalcó lo último.
—Solo haz lo que yo te diga.
Ambos subieron muertos de los nervios. Thaly temblaba al girar la llave y eso puso a Nicolás todavía más nervioso de lo que estaba.
Encendió el auto, puso retro y por un momento cerró los ojos.
—¡No cierres los ojos! —le gritó espantado.
—Lo siento —Thaly se disculpó asustada.
—Bien, un poco más a la derecha, eso es, no tan rápido. No sueltes el embrague. —Nicolás estaba verdaderamente estresado dándole instrucciones, y Thaly temblaba todavía más. Ya casi habían logrado salir cuando Nicolás escuchó el sonido que menos deseaba: el auto raspando con la puerta del garaje.
—¡Perdón! —gritó Thaly al escucharlo también.
Sara evitaba reír con fuerza en el asiento trasero, de verdad disfrutaba lo que ocurría.
—Está bien, no te preocupes. —Nicolás suspiró profundamente, casi sentía que iba a llorar al pensar en el enorme rayón que debía tener su preciado auto azul—. Adelanta y gira más a la izquierda —explicó resignado, haciendo círculos con las yemas de sus dedos en la sien.
El resto del camino fue calmado. La avenida estaba despejada, aun así no permitía que Thaly condujera a más de cuarenta kilómetros por hora. Tardaron media hora más de lo debido en llegar.
Entraron en la habitación del ingeniero Cohen, Sara corrió a abrazarlo, Nicolás tenía un semblante fúnebre y Thaly no paraba de disculparse.
Después Thaly corrió a abrazarlo también. Se lo veía mucho más recuperado.
—¿Qué le pasa a Nico? —preguntó el anciano a las dos mujeres.
—Nada, se rayó su auto y ya sabes lo exagerado que es. ¿Sabías que da clases de conducir? —le preguntó Sara con tono irónico.
—No, ¿desde cuándo?
—Desde la anterior semana, yo se lo pedí —intervino Thaly y el anciano la miró curioso.
—Nico, por qué tú y Thaly no van a comprar algo de tomar mientras yo me pongo al día —pidió Sara posando una mano en el hombro del enfermo.
Ninguno de los dos objetó y salieron de la habitación.
—Bien, ¿Qué tiene mi hermano con esa chiquilla?, y no me digas que no sabes nada —indagó una vez que se encontró a solas con su tío.
—¿Tú también te diste cuenta? —le preguntó—. No me han dicho nada, pero estoy seguro de que tienen algo.
—¡¿Es que mi hermano se volvió loco o qué? ¿Qué edad tiene esa chica?, ¿dieciséis? Además, si no me equivoco es su alumna en el colegio.
—Tiene diecisiete y sí, es su alumna. No te preocupes voy a hablar con él —la tranquilizó con el tono paternal de su voz.
Thaly y Nicolás regresaron al poco rato con cuatro botellas de agua. Sara las recibió, las puso en una mesa y se aproximó a la muchacha.
—¿Te gustan las flores? —preguntó de improvisto.
—Sí, creo —Thaly se desconcertó totalmente con la pregunta.
—Entonces ayúdame a decidir cuales tener en el bouquet —dijo jalándola fuera de la habitación, y enseguida Nicolás comprendió que su tío quería hablar a solas.
—¿Qué? —espetó cruzado de brazos.
—Tú sabes qué, tu hermana y yo estamos preocupados. ¿Vas a explicarme qué está pasando con Thaly? —lo miró interrogante y Nicolás supo que ya no había excusa posible que pudiera inventar.
—Ella y yo somos novios. ¿Es eso lo que querías confirmar?
—¿Desde hace cuánto? —no se inmutó ante la respuesta, aquello no le sorprendía.
—Dos meses.
—¿Cómo se te ocurre? —Esta vez su semblante cambió de repente a uno de reprimenda—. Thaly es casi una niña, no puedes tener una relación con ella.
—Ella no es una niña y ambos sabemos perfectamente lo que queremos —no podía creerlo, pero por primera vez se estaba exaltando con su tío.
—No, te equivocas, Thaly no sabe lo que quiere. La conozco mejor que tú. Es una niña que vivió carente de cariño, tú se lo brindaste y está confundiendo sus sentimientos. Solo está ilusionada, pero pronto se le pasará y ambos van a sufrir.
—¡Tú no sabes lo que ella siente o piensa! Thaly no es tonta y estoy seguro de que no está confundiendo nada. Además yo no la estoy obligando, si en algún momento decide que ya no me quiere la dejaré ir, no voy a atarla. —Por un instante le pareció estar discutiendo con su padre y no con su comprensivo tío. Aunque estaba seguro de que su tío no estaría de acuerdo de lo suyo con Thaly, no pensó que se opusiera tanto.
—Nico, por favor, piénsalo. Thaly es menor de edad, ¿tienes idea de cuántos problemas tendrías si se enteraran sus padres? Podrían denunciarte y entonces ni siquiera tu padre podría salvarte —esta vez habló con tono serio, pero parecía que Nicolás no cambiaría de actitud.
—Ellos no tienen por qué enterarse. Thaly y yo somos felices juntos, y no me importa lo que tú, mi hermana, o el resto del mundo piense. No voy a dejarla, así que por favor no vuelvas a meterte en mi vida. —Salió enfadado de la habitación, dejando muy triste al anciano por la dureza de sus palabras.
Al pasar levantó a Thaly, quien se encontraba sentada en la sala de espera con Sara.
—¿Qué pasó? —preguntó sorprendida al verlo molesto.
—Luego te explico —le dijo y se dirigió a su hermana—. Te diré lo mismo que a él, no te metas en mi vida —añadió por último saliendo con su novia.
Ella era prácticamente arrastrada por él escaleras abajo. Estaba tan enojado que le causaba temor, por eso no se animó a preguntar nada, solo caminó rápido intentando seguirle el paso.
Antes de entrar al auto, Nicolás vio el rayón. Al llegar había evitado por todos los medios posibles mirarlo, pero con el enfado se le había olvidado. Estaba peor de lo que imaginaba. Solo inhaló tratando de olvidarlo.