Inhaló hondo y se dirigió con paso decidido a sentarse junto a su madrastra. Ni bien se acomodó, la mujer se levantó y salió de la oficina, dejándola sola con la directora. Thaly volteó hacia la puerta, desconcertada. Vanessa no le había dicho nada, ni le había dirigido la mirada siquiera.
—Natalia, yo ya hablé con tu tía... o lo que sea, puedes regresar a clases —dijo la directora con un tono consternado, sin duda la charla con Vanessa la había perturbado.
Thaly prefirió no decir nada y salió de ahí. Caminar por los pasillos se convirtió en una horrorosa tarea. En cuanto pasaba los chicos se daban vuelta, los murmullos resonaban como zumbidos de un enjambre de abejas que amenazaban con perforar sus oídos. Las miradas la penetraban, le llegaban hasta el alma desgarrándola en pequeños trozos que liberaban reminiscencias que venían como flashes a su memoria: el día que su madre la había dejado, el disgusto y reprobación con que su padre la trataba, la promesa rota de Santiago... todo, todos esos momentos se volvían vívidos y claros. De manera inconsciente comenzó a caminar más rápido, luego a correr. El camino hacia el patio se le hacía largo, la puerta inalcanzable. Cuando al fin salió de aquel sofocante edificio comenzó a hiperventilarse. Trató de controlarse, se apoyó contra la pared y fue resbalando poco a poco hasta el piso.
Después de las eternas horas de clases salió en compañía de sus amigos. Nicolás debía permanecer un poco más en la primaria a la hora de la salida, así que sería Thaly quien lo fuese a buscar media hora más tarde. Sus sentimientos todavía estaban confusos, por una parte tenía rabia, por otra tristeza, ni ella misma podía definir qué sentía en ese momento. Acompañó a Alex a la escuela de Anita, caminar un poco le haría bien. Se dirigió con él en silencio, todavía sumida en sus recuerdos.
La salida de la escuela pública estaba atestada de chicos y chicas de todas las edades. La mayoría eran indiferentes a la presencia de Thaly y Alex, otros los observaban con desdén. Alex ya se había acostumbrado a la diversidad de tratos y desfile de miradas con diferentes expresiones, incluso había tenido un par de pleitos con chicos que custodiaban su territorio.
A Thaly le parecía absurda esa rivalidad entre colegios, la cual parecía implícita cuando dos chicos vestían diferentes uniformes. De todas formas esperaron un poco alejados de la puerta principal. Entre el gran conjunto de alumnos, Alex divisó a Anita siendo molestada de nuevo por Cintia.
—Otra vez... —exclamó al ver que la robusta chica la empujaba.
—¿Qué pasa? —preguntó Thaly parándose de puntas para divisar lo mismo que Alex.
—Esa chica, siempre la molesta —le explicó mientras se abría paso hacia ella—. Ya deja de molestarla —le reclamó poniendo a Anita detrás de él.
—¿Trajiste a tu guardaespaldas de nuevo? —espetó burlonamente dirigiéndole una pose amenazante—. Tal vez a hora vaya a pegarme —se puso en posición de pelea, luego bajó los puños—. Ah, es verdad, no puedes pegarme porque soy una chica —dijo con sorna haciendo comillas con los dedos. Su grupo de amigas y un par de chicos que estaban con ella rieron.
—Él no puede pegarte, pero yo sí —Thaly apareció de repente y le arremetió un puñete en la cara a Cintia. Ante las miradas atónitas de todos la empujó al suelo y continuó golpeándola.
Después de su letargo por fin había explotado su ira y comenzaba a descargarla con esa chica. Estaba tan furiosa que no le importó que esa chica fuera más alta o que pesara casi el doble que ella. La adrenalina recorría por todo su cuerpo dándole el brío necesario para ser capaz de someterla.
No tardó nada en formarse un círculo a su alrededor. Alex contemplaba sorprendido y sonreía con satisfacción; Thaly se estaba descargando y al mismo tiempo reivindicaba a Anita.
—¡Detenlas! —gritó Anita aterrada cuando vio que Cintia reaccionaba.
Alex lo pensó un momento, luego alzó a Thaly por la cintura, alejándola de la otra chica.
—¡Basta, ahora! Ustedes van a venir conmigo —en ese momento hizo presencia un policía y segundos después el director de la escuela.
El policía agarró a Alex y a Thaly, y el director los obligó a entrar junto con Cintia a la dirección. Anita los siguió, pero el director le ordenó que se fuera a casa.
—Denme sus nombres —les ordenó cuando los tres estuvieron sentados frente a su escritorio.
—Eduardo Pérez —dijo Alex con seguridad.
—Estefanía Daza —dijo Thaly en el mismo tono y Alex intentó reprimir una risa.
—Bien, voy a llamar a la directora de su colegio, y luego a sus padres. No pueden venir aquí a armar problemas. Con suerte van a expulsarlos y tendrán que meterlos a esta escuela, y yo sí voy a enseñarles disciplina —los amenazó levantando el teléfono.
Ambos se asustaron, aunque intentaron no demostrarlo. La directora de su colegio no tardaría en llamar a sus padres y entonces sí se meterían en problemas. El director habló con ella y les aseguró que no tardaría en llegar. Mientras tanto se cruzó de brazos y los observó con reprimenda.
—No puede retenernos aquí —protestó Alex—. Al menos tenemos derecho a una llamada.
—Llamen a sus padres, o a su abogado, no me interesa.
Alex le hizo un gesto a Thaly, el cual ella no entendía.
—Llama a tu novio, que sea útil para algo, tal vez convenza a la señora Fellman de no llamar a nuestros padres —le explicó en un susurró. Thaly se reprochó el no haber pensado en eso antes y lo llamó.
—¿Thaly dónde estás?, te estoy esperando —le escuchó decir con tono preocupado.
—Eh, si, escucha, estoy en la escuela pública que está a tres cuadras de Saint Abel. ¿Puedes venir?, es una emergencia —habló tapando su boca y mirando de reojo para que el director no escuchara lo que decía; antes de que Nicolás dijese algo le cortó.
Mientras permanecían en esa desconocida oficina, cruzaban los dedos y rogaban que Nicolás llegase antes. Alguien tocó la puerta y respiraron aliviados cuando lo vieron entrar.
—¿Y usted quién es? —le preguntó el director.
—Es mi abogado —dijo Alex y Nicolás le lanzó una mirada de odio.
—Soy Nicolás Cohen, estos chicos son mis alumnos.
El hombre lo miró incrédulo de pies a cabeza.
—Usted no parece profesor.
Nicolás agachó la cabeza y sacó la credencial del colegio. El director le hizo una seña para que tomara asiento.
—Estos chicos vinieron a pelear con mis alumnos.
Nicolás de inmediato miró hacia Alex con reprimenda, él negó con la cabeza y señaló a Thaly.
—Esta mocosa es quien peleaba. Atacó a esta pobre chica —señaló con la mano a Cintia, quien permanecía inadvertida. Tenía un ojo morado y apretaba el puente de su nariz evitando que sangrara. Al lado de Thaly esa chica no tenía nada de pobre.
—Yo me encargaré de avisar a sus padres —aseguró Nicolás levantándose del asiento e intentado sacar a los chicos de ahí; pero la señora Fellman llegó en ese momento.
Ambos directores se saludaron, parecían conocerse de años. Brevemente le explicaron lo sucedido.
—Mañana quiero ver a sus padres en mi oficina temprano. No entrarán al colegio sin ellos. Ahora váyanse —les dijo a los muchachos.
—Genial, podemos faltar todo el día —Alex le susurró a Thaly y ella sonrió.
—Escuché eso —dijo Nicolás. Se acercó a ellos mientras los directores hablaban—. Thaly ve a mi departamento, yo te daré alcance —le susurró a la muchacha en el oído, a ella eso le pareció una orden, ya presentía otro sermón de su parte.
Nicolás se quedó acompañando a la directora, escuchando los detalles de lo sucedido y las amenazas del director de la escuela. Después la señora Fellman le contó lo ocurrido con Thaly en la mañana. Se sintió mal por ella, e intentó excusarla por su pelea; seguro aquello había sido una especie de explosión de su parte.