Después de clases

¿Eres Feliz?

Sara había escuchado la voz de Vanessa mientras subía. Oír a una mujer en el departamento de su hermano le pareció extraño; se aproximó a la puerta con cuidado para espiarlos. Se hizo a un lado en cuanto Vanessa salió, esperó un momento mientras subía al elevador y rápidamente entró donde Nicolás. Él permanecía sentado, mirando al techo, pensativo.
—¿Qué pasó? —preguntó yendo a su lado. Lo conocía demasiado bien para saber cuándo algo realmente lo tenía preocupado.
Nicolás dudó sobre contarle. Al final lo hizo, ellos dos siempre compartían sus problemas y necesitaba un punto de vista objetivo.
Sara lo escuchó con atención, sin interrumpirlo, esperando en qué momento su hermano comenzaría a reírse y decirle que se trataba de una broma; mas la mueca de preocupación del rostro de su hermano no cambió en ningún momento.
Él esperó impaciente que su hermana le dijera algo. Después de un corto silencio, ella tomó su celular.
—¿A quién llamas?
—A papá, a quién más.
—¡¿Estás loca?! No lo llames, lo quiero fuera de esto —le dijo arrebatándole el teléfono de las manos.
—Pareciera que esa mujer quiere matar a su marido, si papá sabe algo al respecto tenemos que hablar con él. —Sara se abalanzó sobre su hermano, queriendo recuperar su aparato. Nicolás la hacía a un lado, enojado porque no era el momento de estar peleando como niños.
—Precisamente porque no conozco las intenciones esa mujer, es que no quiero involucrarme. Ella cree que puede manipularme y que no tengo más salidas, pero sí las tengo. No voy a hacer lo que Vanessa o papá quieren que haga. Eso solo les da control sobre mi vida y la de Thaly.
—¿Entonces cuál es tu plan?
Ante la pregunta de su hermana, Nicolás terminó de hacerla a un lado y sin decirle nada salió del departamento. Él tenía sus propias averiguaciones que hacer y personas con quienes hablar, sobre cosas con las que Sara no iba a estar de acuerdo.

Thaly se sentía mejor la mañana del lunes. Una nueva semana empezaba y debía volver a clases. Como era rutina llegó primera, se sentó y se recostó sobre la mesa. Nicolás ingresó e inhaló profundamente al verla.
—¿Qué pasa? —le preguntó Thaly al verlo preocupado.
—Nada, necesito hablar contigo.
—Dime. —Se incorporó en el asiento. Ellos dos siempre hablaban, pero que su rutina de la mañana empezara con ese tono grave en Nicolás, significaba que algo malo estaba pasando.
—¿Eres feliz? —preguntó agachándose hasta la altura de la mesa.
—Supongo que sí, tú me haces feliz, y mis amigos, incluso vivir con Vanessa no está mal la mayoría del tiempo. En especial cuando no está en casa. ¿A qué viene una pregunta tan intensa?
—Solo quería saber. Lo que más quiero en este mundo es que estés segura y feliz.
Las palabras de su novio la desconcertaban. Faltaba poco para el inicio de las clases así que no pudieron hablar más. Durante toda la mañana le fue imposible atender a las clases, se sentía demasiado somnolienta y en tres ocasiones Daniel tuvo que codearla de forma disimulada antes de ser descubierta durmiendo por un maestro.
En el recreo aprovechó su castigo para seguir descansando. Después de asegurarse que se encontraba bien, Alison fue a reunirse con otras chicas de su salón y Daniel acompañó a Alex, pues le había pedido hablar en privado.
El chico estaba en una situación similar a la de Nicolás. Pensaba en Anita, el tiempo corría y aún no estaba seguro de qué hacer. Solo había encontrado una solución y necesitaba ayuda.
—Voy a irme con ella —le dijo a su amigo después de haberle explicado lo ocurrido el día anterior.
—¿Y qué vas a hacer con ella? ¿Quieres que su familia te adopte o qué? —preguntó con un poco de ironía.
—Me iré a vivir a la misma ciudad que ella. Buscaré un lugar donde vivir y un trabajo.
—De todas las ideas estúpidas que has tenido esta sin duda es la peor —habló con su tranquilo tono de voz.
—¿Entonces qué sugieres que haga?, ella se irá a otra ciudad y puede que no la vuelva a ver —preguntó exaltado.
—Piensa otra solución. En lugar de irte tú, intenta que ella se quede. Su familia se va porque su padre consiguió un trabajo, consíguele uno mejor acá —explicó como si fuera la cosa más obvia del mundo—. Tus padres tienen muchas empresas, alguna vacante debe haber y siendo el hijo de los dueños seguro le encuentras algo.
—¡Eres un genio! —exclamó zarandeándolo.
—No es que sea un genio, solo pienso, algo que tú deberías intentar de vez en cuando —observó intentando que lo soltara.
Alex no esperó ni un segundo, se levantó y corriendo fue a recoger su mochila. Como en cada ocasión en la que se aburría de pasar clases, le dio una propina al portero para que lo dejara salir. Se encaminó a la empresa de telecomunicaciones donde su madre era presidenta. En innumerables ocasiones ella había intentado que él realizara algún trabajo ahí en lugar de pasar el rato de vago o con sus amigos. Las veces que había ido obligado, se la había pasado conociendo a algunos de sus empleados y dejando todo el trabajo a la secretaria. Sabía con qué personas exactamente debía hablar y se aseguró que nadie, ni el padre de Anita, ni la presidenta, se enterasen que había movido sus influencias. 

Durante la tarde del día siguiente, Thaly asistió a su entrenamiento de mala gana. Correr era lo que menos le apetecía en ese momento. Nada más se imaginaba en casa, recostada en su mullida cama viendo televisión o tomando una siesta; pero ese día su entrenamiento era demasiado importante para faltar. Debía practicar con el resto de la selección en el estadio. El nacional se aproximaba, así que la pista estaba atiborrada de gente. Hacía lo que podía, pero estaba muy débil. Su estado anímico iba cayendo por los suelos y su mal humor incrementaba cada vez que sus compañeras del equipo de relevos la reñían y el profesor Shirakawa le gritaba. Estaba tan tensa que no controlaba bien sus movimientos. Hasta que en un momento, al intentar recibir la posta, partió antes de lo que debía, y al intentar retroceder se torció el tobillo.
«Solo esto me faltaba» pensó agarrando su pierna. Estaba segura que no era grave, de todas formas obedeció al entrenador cuando le ordenó ir a recoger sus cosas y dar por finalizado el entrenamiento.
—¿Estás bien? —escuchó la voz de Diego. Durante toda la jornada lo había esquivado.
—Sí, no es nada —masculló guardando sus cosas con rabia en la mochila.
—Tengo fricción y vendas, déjame ver —le pidió con cordialidad.
—¡Que no! Tengo novio, así que deja de molestarme —gritó exasperada. Sabía que no era para tanto. Su entrenador y sus compañeras tenían razón en estar enojados con su desempeño, pero últimamente no se entendía ni ella misma. Tal vez la muerte del profesor Cohen le seguía afectando, pues jamás era tan sensible.
Ya empezaba a sollozar cuando sintió la suave mano del muchacho en su rostro.
—Solo quiero ayudarte con tu tobillo, te juro que no voy a pedirte matrimonio. —Lejos de sonar enojado, le habló con dulzura.
Thaly resopló y se sentó en una de las graderías, cruzando los brazos mientras él la revisaba.
—No es grave, estarás bien para mañana. Tengo algo que te hará sentir mejor. —Se aproximó a su mochila y sacó una barra de chocolate—. ¿Sabías que el chocolate te ayuda a subir el ánimo? —le preguntó mientras se lo ofrecía.
—Entonces tendré que comerme la fábrica de Willy Wonka para sentirme mejor.
—No creo que sea muy saludable, hablar con otras personas también ayuda y no engorda —le dijo con una sonrisa—. Te acompaño. —Se levantó extendiéndole la mano—. ¿Te puedo preguntar algo?
—Depende —respondió Thaly, esperó que el chico guardara sus cosas y se encaminaron juntos hacia la parada del bus.
—¿Ese novio tuyo no será cierto primo mío?
La chica evitó detenerse y continuó su camino con normalidad.
—¿Qué te hace pensar eso? Es absurdo, es mi profesor.
—Intuición. —Encogió los hombros—. Parece muy pendiente de ti, tampoco es descabellado. No es que él tenga edad para ser tu padre y es imposible no fijarse en ti.
Thaly calló, Diego estaba tan seguro de su descubrimiento que no se le ocurría una excusa convincente para disuadirlo. Había cometido el error de decirle que estaba en una relación, así que la única forma de escapar de aquello era presentándole a otro chico como si fuera su novio, y recordando la experiencia pasada con Alex y su padre, descartó la idea de inmediato. Prefería contarle la verdad a perder el tiempo armando otro teatro.
—No se lo digas a nadie, por favor —le suplicó.
—Tranquila, no digo nada; no tengo por qué hacerlo. Solo ten cuidado.
—¿Cuidado con qué?
—Mi primo. Lo aprecio y es un buen tipo, pero no tiene la mejor reputación en cuanto a relaciones. Desde que tengo memoria sé que a él le gusta jugar con las mujeres, ni bien se aburría de una ya estaba buscando otra para reemplazarla. No digo que eso vaya a pasar contigo —rectificó—. Pero es bueno que lo sepas, por si acaso.
—Gracias por la advertencia, no es necesaria —dijo Thaly subiendo al bus que acababa de llegar.
Vio al chico despedirse por la ventanilla y aunque sabía que le había dicho eso sobre Nicolás solo por incordiarla, no pudo evitar sentirse mal.




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