Despertaron algo tarde en la mañana. Thaly se duchó y se reunió con Nicolás en la entrada de la habitación. Ya había perdido un día de clases y debía intentar volver a la normalidad. Los exámenes finales estaban cada vez más cerca y su vida era tan complicada que debía mantenerla oculta, incluso de sus mejores amigos, quienes ya tenían demasiadas cosas en la cabeza como para ponerse al día con ella y añadirse problemas.
En la mesa del comedor de la cocina había tres lugares puestos. Thaly saludó al padre de Nicolás, quien ya estaba ahí comenzando a beber una taza de café, y su novio le dirigió una mueca.
El mayor los observó curioso, sobre todo a su hijo. Cuando Nicolás miraba a Thaly parecía que no existía más nada en el mundo. La contemplaba embelesado ante cada movimiento que hacía. Sobre todo le sorprendió la delicada forma en que le había ayudado a bajar las escaleras y la forma en que la acomodó en su silla, antes de sentarse bruscamente en la suya.
Tomó un sorbo de su café, todavía mirándolos extrañado. Dirigió el rostro a su hijo, quien solo iba vestido con un short largo y se mecía en la silla.
—¿Qué no puedes vestirte?
—Mi ropa está mojada —espetó.
—Tienes un armario lleno de ropa arriba.
—No me queda. —Lo miró con antipatía y se meció con fuerza, haciendo equilibrio solo en las patas traseras de la silla.
—Deja de mecerte —lo regañó dirigiendo la mirada a su periódico.
Nicolás cruzó los brazos y continuó con lo que hacía. Sin separar la vista del periódico, su padre pateó la silla logrando que él cayera al suelo de espaldas. Thaly casi se atraganta con el jugo al comenzar a reír.
—No es gracioso —le reclamó levantándose.
—Sí lo es —continuó matándose de la risa.
El doctor Cohen se limitó a curvar los labios ignorando al joven.
El silencio irrumpió de repente y Thaly le hizo señas a Nicolás para que hablara. Le señaló su estómago con los ojos, debían hablar con él al respecto. Nicolás negó con la cabeza, no pensaba hablar con su padre. Le bastaba saber que Santiago daría autorización para que vivieran juntos, no le importaba la opinión de su padre al respecto. Como él se negaba fue ella quien habló.
—Señor —llamó su atención tímidamente—, no nos dio su opinión al respecto, sobre el bebé... —Lo miró con algo de miedo.
—Pienso que serán dos niños criando a otro niño. Espero no terminar cuidándolo yo —habló tomando de su taza.
—¡Eso es lo que quisieras! —saltó Nicolás—. ¡Ni siquiera vas a verla, si puedo voy a ponerte una orden de restricción para que no te acerques ni a cien metros de mi hija!
—¿Por qué piensas que es mujer? —le preguntó ignorando su amenaza.
—Porque siempre cree saberlo todo —dijo Thaly.
—Eso es verdad. Tú si me comprendes —le dijo con ternura—. ¿En verdad quieres estar con él? Mira que será como adoptar a otro niño. Si quieres puedo hacer que él te pague una muy buena pensión.
—No, no se preocupe. Lo que quiero es estar con él, y aunque últimamente se comporte peor que los chicos de mi clase; es muy responsable y estoy segura de que será un buen padre —explicó con seriedad.
—¿Oye de qué lado estas? —preguntó Nicolás, indignado. Hablaban de él como si no estuviera o fuera un niño pequeño.
—Del mío —respondió con una sonrisa.
Terminaron el desayuno con un silencio tenso. Thaly los miraba a ambos algo divertida. A pesar de que se miraban con odio sabía que no era lo que sentían. Recordó a su padre y la forma en la que los trataba a ella y a Santiago, eso sí era verdadera tensión y odio.
Regresar al colegio era refrescante. No llegó tan temprano como solía hacer siempre. Algunos de sus compañeros estaban en el aula y un par se acercaron a preguntarle por qué no había asistido el día anterior. Con ellos bastó decirles que tenía asuntos familiares que solucionar.
Daniel esperó a que los otros chicos se alejaran y se sentó junto a su amiga en dos bancos un poco apartados. El día anterior se había vuelto loco llamando a casa de Thaly, e incluso había ido hasta la casa de Nicolás a buscarla, temiendo que algo malo le hubiese sucedido.
La chica le insistió en que todo estaba bien, pidió disculpas por no haberle avisado y mintió diciendo que había pasado el día entre visitas al ginecólogo y arreglando temas legales referidos a la muerte de Vanessa.
El chico no quedó muy convencido, mas Thaly estaba a salvo y se veía tranquila, así que decidió no incordiarla con más preguntas.
El tema principal en boca de los estudiantes esa semana era la fiesta de cumpleaños de Alex. Los padres del muchacho habían preparado una fiesta enorme para celebrar los dieciocho años de su segundo hijo. Prometía ser la fiesta del año, llena de bebida, diversión y lujos, incluso corría el rumor de que cada invitado recibiría un celular como souvenir.
La emoción era palpable en todos, menos en el festejado. Con el pasar de los días, su melancolía iba en aumento, pues cada vez extrañaba más a Anita. Lo único que había esperado con ansias para ese día, era llevarla a su casa y presentársela a todo el mundo. Pero había hecho las cosas tan mal desde el principio, que la muchacha no quería saber nada con él.
Thaly y Daniel lo notaban e intentaban distraerlo, haciéndole recordar de las cosas increíbles que sí tendría en la fiesta y que cumpliría la mayoría de edad. Podría ir a cualquier lugar que quisiera y restregar su identificación contra el rostro de cualquiera que dudase sobre su edad.
Los tres pasaron los momentos libres entre clases en un grupo cerrado, hablando de sus cosas. A Alison la vieron durante las clases, después iba a reunirse con un par de amigas nuevas que había hecho en el curso paralelo. Seguía enojada con Thaly por el tema de Diego y ninguna iba a dar su brazo a torcer pidiendo hacer las paces.
Josefina intentaba acercarse a ellos con timidez. Después de lo ocurrido semanas atrás en el baño del colegio, había dejado de hablar con sus amigas y buscaba la forma de acercarse a Thaly. Cada vez que Daniel la veía cerca, le hacía muecas disimuladas, incitándola a aproximarse, y cuando la chica ya daba un paso hacia ellos, retrocedía y se marchaba. Thaly aún tenía una actitud hostil hacia ella y no quería forzar las cosas.