Después de clases

Negociando nuestra paz

Sintiéndose mejor, no supo si debía bajar de nuevo. La expresión de Micaela lo había dicho todo, aquello era extraño y no sería bien visto. Lo más probable era que el resto del mundo reaccionase igual o peor. Se sentó en el piso un rato y le tocaron la puerta, pensando que se trataba de Sara o Nicolás dio permiso para que pasaran. Para su sorpresa era Micaela quien entraba con un vaso de soda.
—¿Estás bien? —le preguntó arrodillándose frente a ella. Thaly asintió—. Ten, esto me ayudaba a controlar las náuseas cuando estaba embarazada. —Le extendió el vaso y Thaly lo recibió tímidamente.
Sin duda a ella no le tenía tanta confianza como a Sara. Nada más la había visto un par de ocasiones. Mientras tomaba el líquido ella se sentó a su lado.
—¿Así qué en verdad vas a tener un bebé con mi hermano?
—Sí —respondió en un susurro.
—Lamento si te incomodé hace un rato, es que es algo extraño. No pensé que Nicolás fuera a tener hijos tan pronto.
—Y menos que sea con una adolescente —la interrumpió.
—Bueno, sí... ¿y para cuando nacerá el bebé? —Cambió de tema intentando entablar una conversación con su futura cuñada.
—Principios de mayo, tienen que programarme una cesárea —explicó sin mirarla a los ojos, sintiéndose menos nerviosa y a la vez más incómoda.
—Y... ¿qué quieres que sea? ¿Hombre o mujer?
—La verdad me da igual —habló con algo más de soltura, hasta ese momento no había considerado si tenía una preferencia por el sexo del bebé—. Aunque Nicolás insiste en que es mujer, así que mejor si es varón, solo para cerrarle la boca —dijo algo enfadada, tomando un sorbo de soda.
Micaela rio y se levantó extendiéndole la mano para ayudarla.
—Yo que tú le creería. Acertó conmigo las dos veces. Debe ser uno, si no es que el único, talento que tiene.
Bajaron juntas un poco más tranquilas. En la sala, Nicolás intentaba que su sobrina se soltara de su pantalón mientras Matías le hablaba entusiasmado. Él parecía en un mundo aparte de los otros dos hombres que se encontraban allí. Su padre lo observaba serio, y en la otra silla estaba Santiago, quien no sabía cómo encajaba ahí y se mantenía apartado. Ni bien Thaly puso un pie en la habitación, Matías corrió a saludarla y a interrogarla. Que le hayan avisado que sería parte de su familia le despertó curiosidad y alegría. Thaly le parecía muy divertida; era una de las pocas personas mayores que no le hablaban como si fuera un niño pequeño y no comprendiera bien las cosas.
Se sintió más calmada cuando se sentaron a la mesa para cenar y empezaron a hablar sobre su situación legal.
—Lamento que tengas que soportar esto. Mi padre lo hace solo por fastidiarnos —Nicolás le susurró a Thaly mientras su padre hablaba.
—Todo lo que estaba a nombre de su padre fue confiscado por el gobierno. Vanessa dejó un testamento muy claro, repartiéndoles sus bienes. Dejó una cuenta con dinero para cada uno. Santiago puede disponer de él como quiera. No obstante, su madre me dejó como albacea de la cuenta de Natalia hasta que ella cumpla veintiún años. El dinero debe ser utilizado exclusivamente para sus estudios. También dejó la casa en la que vivían a su nombre. Pueden habitarla cuando quieran —dijo el señor Cohen.
—No, gracias — Thaly respondió de inmediato—. Prefiero venderla o alquilarla, no quiero vivir donde murió Vanessa. El dinero me servirá para el bebé.
—O para comprar un lugar donde vivir —se metió Micaela.
—Ya tenemos dónde vivir —interrumpió Nicolás.
—Por favor, tu departamento está bien si eres soltero, pero un bebé y sus cosas no entran ahí, necesitas un lugar más amplio. Y ya que estamos, un empleo mejor pagado.
—No necesita otro empleo —saltó Thaly—. A él le gusta enseñar, y no ganará demasiado, pero preferimos tener poco y vivir haciendo lo que nos gusta a ser infelices y con dinero.
—Micaela tiene razón —volvió a hablar el doctor Cohen—. Ya tienes una profesión y te gustaba tu trabajo. No te pagué la universidad para estudiar ingeniería y que termines trabajando en otra cosa.
—¡Tú no me pagaste nada! Fue mi tío y yo veré que hago con mi vida. —Nicolás, que se había mantenido al margen, no pudo evitar recriminarle a su padre.
—Yo te pagué la universidad, pero tu tío te dijo que el dinero lo ponía él, porque si sabías la verdad, ibas a dejar de estudiar, solo por no darme el gusto.
—¿Por qué te tuviste que meter con un tipo tan extraño? —Santiago le preguntó a su hermana entre susurros.
—No es extraño, solo es terco y orgulloso.
—Bien, ya basta. —Sara levantó la voz—. Ellos dos verán qué hacen con su vida. Nicolás ya sabe que vivió en una mentira y lo escucharemos lamentarse por años. Por qué no hablamos de lo positivo. Como la llegada de dos futuros bebés a la familia.
—¿Thaly va a tener gemelos? —le preguntó su padre.
—No, que yo sepa, si es así serán más de uno. Me refiero al de ellos y al mío.
—¡¿Oh por Dios, estás embarazada?! —Nicolás gritó con repulsión. El resto se quedó en shock.
—No, no lo estoy.
—¿Entonces de qué rayos hablas?
—No estoy embarazada, pero voy a estarlo. Como tú y yo lo acordamos. —Al notar que nadie entendía a lo que se refería se explicó mejor—. Nicolás y yo acordamos desde pequeños que tendríamos a nuestros hijos a la misma edad, para que sean como hermanos y tan unidos como fuimos nosotros. Así que estoy empezando a buscar mi propio bebé.
—Eso no es verdad, nunca acordamos nada.
—Lo hicimos, cuando teníamos diez años, lo juramos con saliva y todo —replicó ofendida.
—¡No puedes embarazarte solo porque dijimos una estupidez a los diez años! Y menos de tu novio, porque imagino que va a ser con Alan.
—Claro que puedo ¡yo me tomo estas cosas en serio!
—Thaly, en serio, estás a tiempo de venir conmigo y dejar a estos locos. —Santiago volvió a susurrarle. Él parecía el único impactado con lo que sucedía, en cambio Thaly y el resto de la familia de Sara, no estaban tan sorprendidos.
Al finalizar la velada, Thaly se despidió con un abrazo emotivo de su hermano. Él se iría muy temprano en la mañana y no lo volvería a ver en un tiempo. Al menos se comunicaría con él seguido, a diferencia de su hermano menor, de quien no había sabido en meses.
—Vamos a dormir, debes estar cansada —dijo Nicolás y subieron juntos las escaleras.




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