—Entonces... —Shanon me miró a través del espejo, sentada en mi cama—,
¿estás nerviosa?
Yo también me miré a mí misma. ¿Era cosa mía o ese día nada —
absolutamente nada— me sentaba bien? Estaba horrorosa. Estúpida ropa.
Estúpido cuerpo. Me quité la sudadera de un tirón y la lancé al suelo junto
con el ya considerable montón de ropa que había ido descartando en tiempo
récord.
Mi hermana mayor, Shanon, pareció divertida al verme tan agobiada.
—Me lo tomaré como un sí —dijo.
—¿Por qué estoy tan fea con todo?
—Solo te ves fea por los nervios. Y por tu ropa —puso una mueca—. En
serio, necesitas renovar tu armario.
—Mi ropa está bien —protesté entre dientes, rebuscando.
—Jenny, cariño, sabes que te aprecio mucho y que eres la mejor hermana
que tengo, pero tu sentido de la moda...
—Un momento, soy la única hermana que tienes —la miré de reojo.
—Exacto.
Puse los ojos en blanco.
—¿Te gusta este? —pregunté, enseñándole un jersey rojo oscuro.
—No está ma... un momento, ¡eso es mío!
Lo pegué a mi pecho cuando hizo un ademán de quitármelo.
—Estaba en mi armario —enarqué una ceja—. Ahora es mío.
—¿Qué...? ¡No!
—Ley de propiedad privada. Lo siento.
—¿Ley de propiedad privada? ¿Y eso qué es?
—Lo que me acabo de inventar.
—¿Y es válido?
—Sí. Porque estás en mi habitación. Mi habitación, mis normas.
—Si te quedas eso, tus botas con plataforma son mías. Y el collar azul.
—Sí, claro. Y el armario entero, si quieres.
—¡Pues devuélvemelo!
—¡No!
Forcejeamos un rato antes de que ella se diera por vencida.
—Bueno —puso los ojos en blanco—. Da igual. Sigue quedándome
mejor a mí.
—Eso te crees tú.
El rojo oscuro no me sentaba mal. Iba a ser el elegido. Me apresuré a
agacharme y empezar a meter apresuradamente en la maleta todo lo que
había desechado. Shanon se puso nerviosa al ver que lo dejaba todo
arrugado y se agachó para arreglar el desastre. Ella iba doblando la ropa a
medida que yo la tiraba —literalmente— en la maleta.
—Cuando te pones nerviosa, estás insoportable —murmuró.
—Pues tú estás insoportable siempre.
Ella se rio, poco ofendida.
—Owen estaría de acuerdo contigo —murmuró.
Owen era su hijo pequeño, el cual había sido un pequeño accidente que
había tenido con solo diecinueve años. Es decir... mi edad actual. Mi madre
se había puesto bastante intensa —por no decir pesada— con eso de
asegurarse de que tuviera cuidado a la hora relaciones sexuales. Mi padre
era menos disimulado y me había regalado, directamente, una caja de
condones.
Si supieran cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había
hecho algo así... bueno, no se molestarían en darme condones.
—Esto no cierra —protestó Shanon, devolviéndome a al realidad.
Me senté encima de la maleta y las dos empezamos a tirar con fuerza de
la cremallera por ambos lados.
—Aclárame una cosa —masculló mientras las dos forcejeábamos.
—Dime.
—Hace... mhm... cómo odio las maletas.
—Shanon, ibas a decirme algo.
—Ah, sí, sí... hace un año que no los ves, ¿no? A Naya, Will, Sue... y
todo el etcétera que va tras ellos.
—Sí... —murmuré.
—Un año exacto.
—Bueno... no exacto. Ya estamos a mediados de enero.
—Y tu novio no estará, ¿no? Está en Francia por...
Puse una mueca cuando mencionó la-palabra-prohibida-con-n y ella se
interrumpió a sí misma.
—No lo llames así —le pedí en voz baja.
—Oh, perdón, Jenny —se apresuró a añadir, incómoda—. Es decir...
eh... Ross estará en Francia medio año más.
—Sí.
—No lo vas a ver, ¿no?
—Ese es el objetivo.
—Entonces... ¿por qué vuelves?
Me enganché el mechón de pelo que siempre se salía de su lugar tras la
oreja al conseguir cerrar la estúpida maleta.
—Si él estuviera ahí, no volvería —le dije con una ceja enarcada.
—¿No quieres volver a verlo?
—No.
—¿Estás segura? Lo he visto en la tele y está muy bue..
—No quiero saberlo —la corté enseguida.
Jack había estado saliendo en la televisión los dos últimos meses. Por lo
visto, había estado grabando una película en Francia durante no sé qué
tiempo y con no sé qué actores famosos. No dejaba de dar entrevistas por
todos lados.
Al parecer, después de todo, las cosas le habían ido bien gracias a esa
escuela.
O eso te dices a ti misma para no arrepentirte de lo que hiciste.
Ay, vocecilla de mi conciencia, ya te había echado de menos. Incluso
siendo así de cruel.
La cosa es que yo no había visto ninguna de esas entrevistas. Ni iba a
hacerlo. No quería verlo. En cambio, mis padres no se perdían ni una. De
hecho, muchas veces los pillaba hablando Jack tan orgullosos como si fuera
su propio hijo. Por supuesto, se convertía en un tema tabú en cuanto se daban
cuenta de que podía oírlos y cambiaban de tema abruptamente.
Honestamente, parecía que todo el mundo en mi familia creía que iba a
echarme a llorar solo por escuchar su nombre.
—Lo he hablado con Naya —volví a la conversación—. Él no estará
por medio año más y yo puedo aprovechar para hacer las asignaturas que
dejé pendientes el año pasado. Cuando termine, volveré a casa y a él todavía
le quedará una semana en Francia. Ni siquiera sabrá que he estado ahí.
Es... —suspiré— el plan perfecto.
Al final, había aceptado el trabajo de entrenadora de atletismo. De
hecho, había sido la entrenadora de mi sobrino y de sus compañeros de clase
durante casi un año entero. Y me había estado cuidando. Había estado
comiendo sano con Spencer y entrenando con los chicos. La perspectiva de
volver a la comida basura no era, precisamente, muy prometedora.
Pero... tenía que terminar mi primer año de filología. Era lo que me había
propuesto a mí misma. Y Naya me había asegurado que, si iba a vivir con
ellos durante ese tiempo, Jack jamás se enteraría.
Así que sí que era el plan perfecto, ¿vale?
Aunque... eso de ir a su piso sin él no me hacía mucha ilusión. Sería
demasiado extraño. En realidad, mi plan era ver si encontraba alguna
habitación en la residencia, pero no le había dicho nada a Naya por si acaso.
Era un poco intensita cuando quería.
—¿Y dormirás en su habitación? —preguntó Shanon, mirándome de
reojo.
Tenía un don para leerme la mente. Me encogí de hombros.
—Espero poder dormir en el sofá. O con Sue, aunque no creo que me
deje entrar en su habitación. Y voy a pagarles el alquiler. Aunque no quieran.
—Pero... ¿estarás bien, Jenny?
Y sabía lo que quería decir con eso.
Lo había pasado fatal durante ese año. Simplemente, fatal.
Nunca creí que una ruptura pudiera afectarme tanto.
Me había pasado el primer mes arrepintiéndome de lo que había hecho y
encontrándome a mí misma con el móvil en la mano varias veces, dispuesta a
llamarlo para pedirle que me llevara con él o volviera conmigo. Pero...
sabía que la decisión estaba tomada y eso solo hacía que me pusiera a llorar
como la idiota impulsiva que era.