considerad esto un regalito extra
No volvió a casa en todo el fin de semana... y nadie parecía muy
preocupado por ello.
Intenté convencerme a mí misma de que eso era normal porque Will y
Naya no dejaban de asegurármelo. Y, aunque no querían decirme dónde
había estado, ya podía imaginármelo. Se me revolvían las tripas solo de
pensarlo.
El lunes era mi primer día de clase. No estaba tan nerviosa como la
primera vez. De hecho, hablé con algunos alumnos que habían ido a clase
conmigo el año pasado y habían repetido asignaturas. Entre ellos, estaba
Curtis. No había hablado demasiado con él el año pasado porque cada uno
estaba con su propio grupo de clase, pero ese año estábamos solos y, no sé
cómo, terminamos sentándonos juntos en todas las asignaturas comunes.
Resultó ser bastante más simpático de lo que esperaba. Y lo que más me
gustó fue nuesta aparente coincidencia en babear por Henry Cavill.
—¿Lo viste en La liga de la justicia? —suspiró, negando con la cabeza
—. Y, bueno, Gal Galdot tampoco estaba nada mal. Las cosas como son...
Cuando vio cómo lo miraba, sonrió.
—¿Qué?
—¿Te gustan ambos?
—Sí. Soy bisexual —me dedicó una sonrisa deslumbrante—. ¿Para qué
quedarse en una acera cuando puedes estar en medio de la carretera e ir
pescando de ambos lados?
No pude evitar reírme. Me gustaba su forma de ver las cosas. Sin
embargo, hablar de superhéroes me entristecía un poco porque me recordaba
a Jack. No tardamos en cambiar de tema.
Me quedé charlando un rato con su grupo de amigos y, al final, me
ofrecieron ir a comer con ellos alguna vez entre clases. La verdad era que
me apetecía. Hacía tanto que no tenía vida social...
En mi pueblo ya nadie que no fuera de mi familia —literalmente—
estaba interesado en hablar conmigo. Monty había estado contando por ahí
que le había sido infiel incontables veces en la ciudad y ahora todo el mundo
me miraba como si fuera... bueno, no quiero ni decirlo.
No era cierto, claro, pero... ¿lo habrían juzgado a él igual de mal que a
mí? Lo dudaba mucho. Además, ¿por qué lo creían sin pruebas?
Menos mal que Spencer no se lo había cruzado.
De todas formas, me despedí de Curtis y los demás para encaminarme
hacia la residencia. Ya era por la tarde y tenía las botas empapadas de la
pequeña capa de nieve que se había formado en mi ausencia cuando entré en
el edificio. Era extraño ver que seguía exactamente igual, pero... no parecía
el mismo.
Me había dado cuenta de que, cuando estás triste, el mundo parece haber
adquirido un tono un poco más gris.
Chris estaba con el ceño fruncido en su móvil. No levantó la cabeza
cuando escuchó la puerta.
—¡Dos movimientos! Tiene que ser una broma... —masculló—.
¡Límpiate la nieve en la alfombra o voy a tener que fregarlo y no...!
Se detuvo al levantar la cabeza y verme. Sonreí, divertida, cuando él
también me sonrió.
—¿Qué tal, Chrissy?
—Ahora un poco peor —puso una mueca.
—Perdón. Chris.
Decidió pasarlo por alto y se puso de pie con una sonrisa.
—¡Mi inquilina favorita!
—¿Cómo estás? —le di un pequeño abrazo por encima del mostrador.
—Pues... como siempre —se encogió de hombros—. Las cosas no varían
mucho por aquí, la verdad.
—El Candy Crush tampoco —sonreí, burlona.
—¡Solo juego cuando no tengo nada mejor que hacer! —se justificó
enseguida, rojo de vergüenza—. Bueno... ¿has vuelto a vivir por aquí? Naya no me había dicho nada.
—Sí, no le ha dicho nada a nadie.
—¿Dentro de ese nadie está...?
No necesitó decirlo.
—Sí, está dentro de ese nadie.
—Suena a tontería que haría Naya para salirse con la suya —Chris
suspiró—. En fin, ¿has vuelto a estudiar?
—Voy a hacer el cuatrimestre que no empecé —repiqueteé los dedos en
el mostrador, un poco nerviosa—. En realidad, quería hablar contigo sobre
eso.
—¿Necesitas habitación? —adivinó.
—Sí —sonreí—. Me gustaría quedarme en casa de Will y Naya, pero...
eh...
—Las cosas no están muy bien ahora mismo, lo sé. Últimamente, veo a
Ross casi cada día —puso una mueca—. Me tiene harto.
Intenté que no se me notara que eso me afectaba. Me limité a encogerme
de hombros.
—¿Tienes habitaciones libres?
—La verdad es que no... será difícil encontrarte una individual a estas
alturas del curso.
—¿Y compartida?
Se puso delante de su ordenador a teclear a toda velocidad. Yo miré el
cesto de condones que tenía al lado y no pude evitar sonreír un poco cuando
vi uno de mora.
Sin embargo, la sonrisa se me borró cuando vi que Chris miraba por
encima de mi hombro y ponía mala cara.
—Podrías, al menos, intentar disimular —soltó de mala gana—. Si mi
jefa se entera de que te estoy dejando entrar aquí...
No necesité darme la vuelta para ver quién estaba bajando las escaleras.
Apreté los labios con fuerza al pensar en lo que habría estado haciendo esa
noche. Y toda la mañana. No. No quería pensarlo. No quería saberlo.
—No se enterará —murmuró Jack, deteniéndose a mi lado en el
mostrador.
No me giré para devolverle la mirada cuando noté que clavaba los ojos
en mi perfil. Una parte de mí no se atrevía a hacerlo. Me retorcí los dedos
sobre el mostrador, un poco nerviosa.
Todavía no había hablado con él. Ni siquiera lo había vuelto a ver. Y ya
hacía dos días que había vuelto. Era raro pensar en ello.
—¿Qué hacéis? —preguntó Jack sin despegar los ojos de mí.
Intenté dedicarle una mirada significativa a Chris, cuyos ojos oscilaban
entre nosotros. Estaba tan ocupado intentando descifrar qué pasaba que no se
dio cuenta de nada.
—Busco una habitación para Jenna —dijo, finalmente.
Muchas gracias, Chrissy.
No había mejorado su discreción con un año.
Entonces, escuché una risa suave a mi lado y me atreví a girarme por
primera vez hacia él.
Tenía un aspecto bastante malo, como si hubiera dormido mal. Podía
imaginarme por qué había dormido mal. Pero lo que me disgustó no fue eso,
sino la mirada frívola que tenía clavada en mí. Nunca me había mirado así.